Fallece el autor de "Dónde viven los monstruos"

El escritor fallece a los 83 años por problemas derivados de un infarto


Fallece el autor de

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2012, 10:07 am

Fueron 37 páginas, 10 frases, 338 palabras las que convirtieron a Maurice Sendak, fallecido este martes en Connecticut a los 83 años de edad, en un transgresor y en un mito. Su Donde viven los monstruos, publicado en 1963, marcó a diversas generaciones, y llevó al libro infantil a terrenos hasta entonces oscuros e inexplorados, cotas artísticas y poéticas antes sólo reservadas para obras destinadas al mundo adulto. Murió a causa de una apoplejía, según anunció su editor, Michael di Capua.

La obra más influyente de Sendak es Donde viven los monstruos, que refleja como ninguna otra su gran obsesión: las tensiones psicológicas de la infancia y el crecimiento, la relación de dependencia y resentimiento hacia los padres, los riesgos de la huida hacia adelante y las tinieblas que a los niños les aguardan al adentrarse en la edad adulta. En ella, el niño Max huye de su madre y se adentra en una isla habitada por monstruos tan infantiles como él, que le provocan una desazón que le lleva de nuevo a casa. En 2009 la llevó al cine el director Spike Jonze, a quien él eligió por su arriesgado trabajo con artistas como Björk.

Como en muchos otros otros grandes artistas, la infancia de Sendak (Nueva York, 1928) fue determinante sobre su obra. Enfermizo y tímido, pasaba largas jornadas atrapado en su hogar de Brooklyn, en la plomiza época de entreguerras. Una buena parte de su familia, que vivía en Polonia, murió en el Holocausto donde, él sabía, habían muerto también muchos niños. “El Holocausto ha corrido como un río de sangre por todos mis libros”, dijo en una ocasión. Según explicó en una entrevista en la cadena de radio NPR en 2006, el secuestro del hijo del aviador Charles Lindbergh, en 1932, le aterrorizó, sobre todo al saber que el pequeño había sido encontrado muerto cerca de la casa de su padre.

En vida, Sendak ilustró más de 100 libros, como los cinco volúmenes de la serie Little bear, escrita por la danesa Else Holmelund Minarik. Además escribió él mismo una docena de ellos. Éstos se tradujeron a decenas de idiomas, y se vendieron por millones. Los críticos compararon sus ilustraciones con las obras de Henri Matisse y Marc Chagall. Le otorgaron premios como el Hans Christian Andersen, el llamado Premio Nobel de la literatura infantil. Y en 1997 el entonces presidente Bill Clinton le concedió la Medalla de las Artes y Humanidades de EE UU, en cuya ceremonia de entrega dijo: “Sus libros han ayudado a los niños a explorar y resolver sus sentimientos de enfado, aburrimiento, miedo, frustración y celos”. “¡Este es el primer premio de adultos que me dan!”, respondió el galardonado

Sendak es una fuerza formidable de la literatura en Estados Unidos cinco décadas después de la publicación de ‘Donde viven los monstruos’. En septiembre, HarperCollins publicó el que hasta ahora es su último libro, Bumble-Ardy, que se pasó cinco semanas en la lista de obras más vendidas para niños del diario The New York Times. La historia era incluso más oscura que las anteriores: un cerdo de nueve años decide celebrar su cumpleaños por todo lo alto, cuando sus padres mueren para ser comidos.

Además de ilustrar, Sendak se dedicaba a la escenografía y al diseño de vestuario para ballet, ópera, teatro, televisión y cine. Desempeñó esas tareas, además de escribir el libreto, para la versión operística de su obra principal, Donde viven los monstruos, compuesta por el británico Oliver Knussen y estrenada en 1980. Posteriormente trabajó en escenificaciones de Amadeus Mozart y Piotr Ilich Chaikovski, entre muchos otros.

Su pareja durante casi medio siglo, el reputado psiquiatra infantil Eugene Glynn, había fallecido en 2007. Sendak no deja otra familia. En febrero de 2013 se publicará su obra póstuma, My brother’s book (El libro de mi hermano), que se basa en su relación con su hermano, Jack, que también era ilustrador y que falleció en 1995. Queda ahora en el recuerdo una frase que lleva a los críticos a replantearse la forma en que han considerado su obra, pronunciada en una entrevista de televisión en enero: “Yo no escribo para niños... Mi intención nunca fue hacer a los niños felices”.