Y ahora ¿qué hacemos con tanto muchacho reprobado?

**Por el tamaño de la inversión y la cantidad de beneficiados, se diría que la cobertura educativa es la obra más grande de este gobierno, aunque no necesariamente la más efectiva.


Y ahora ¿qué hacemos con tanto muchacho reprobado?

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2014, 21:13 pm

Por: Alejandro Salmón Aguilera

A juzgar por el tamaño de la inversión realizada y la cantidad de personas beneficiadas, podría decirse que la cobertura educativa en los niveles medio-superior (la “prepa”) y superior es acaso la obra más grande realizada por este gobierno, pero no necesariamente la más efectiva.

Una vez más, las cifras oficiales nos indican que el enorme esfuerzo por construir planteles del Colegio de Bachilleres, habilitarlos y llenarlos de jóvenes alumnos que aspiraban a tener al menos la “prepa” en su currículum estudiantil no dio el resultado esperado.

Las cifras del anuario estadístico del INEGI son contundentes: cuatro de cada 10 alumnos que ingresaron al Colegio de Bachilleres en el año 2012 en los municipios de Chihuahua y Juárez reprobaron. Por el estilo están Delicias, Hidalgo del Parral y Cuauhtémoc, los municipios más urbanizados de la entidad.

En general, el estado tiene una eficiencia terminal del 60 por ciento, una de las más bajas del país, pese a que se le invierten más de 430 mdp al año al Colegio de Bachilleres.

El problema ahora es que, si antes había una enorme masa crítica de jóvenes “ni-nis” que no estudiaban ni trabajaban porque no encontraron manera de inscribirse en la preparatoria, ahora los tendremos con una frustración mayor: entraron pero reprobaron.

¿Qué irá a ser de esos jóvenes a los que se les abrió la puerta del bachillerato casi por decreto pero que el rigor académico no les permitió continuar? Lo fácil es pensar en que harán un segundo intento, que buscarán una carrera técnica o se ocuparán en algún empleo que no exija mayor preparación escolar. Lo difícil es aceptar que todos esos reprobados volverán a la calle y se pueden convertir—al menos una parte de ellos—en mano de obra disponible para la delincuencia.

Todo lo anterior se circunscribe únicamente al sistema medio-superior. Falta analizar las cifras de eficiencia terminal en las universidades públicas, donde también se abrieron las puertas de par en par a todo el que quisiera estudiar, tuviera o no los méritos académicos. Por lo pronto, más vale empezar a diseñar un programa de gobierno para atender a jóvenes que ya no pudieron seguir estudiando pero que necesitan ingresos. Hay que hacerlo antes de que llegue alguien a ofrecerles dinero “fácil”.