Viven juarenses otra guerra, a 100 años de distancia

**Cien años de la toma de Juárez por Pascual Orozco y Francisco Villa. **Fue la batalla que decidió la renuncia de Porfirio Díaz.


Viven juarenses otra guerra, a 100 años de distancia

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2011, 09:29 am

Chihuahua, Chih.- Para Felipe Talavera García, cronista de Ciudad Juárez y miembro de la Sociedad Chihuahuense de Estudios Históricos, la batalla por la toma de Ciudad Juárez en mayo de 1911 dejó más muertos de los que hoy ha dejado la guerra contra el crimen organizado, y por ello, asegura, los ideales de libertad, paz y prosperidad de los habitantes de esta frontera no han fenecido.

Es hora, dice, que como un Pancho Villa y un Pascual Orozco, hoy como revolucionarios urbanos, como en la batalla de hace 100 años, derrotarán sin duda la dictadura del mal, y como antaño Porfirio Díaz, luego de la batalla por la toma de Ciudad Juárez, el crimen organizado decidirá exiliarse de nuestro país, “porque hay más gente buena que mala”.

Esta visión es compartida por muchos de los habitantes de Ciudad Juárez, funcionarios públicos, empresarios, ciudadanos exiliados, quienes guardan la esperanza de que la violencia que sufren de manera exacerbada desde 2008 pueda ser vencida con la participación de ciudadanos revolucionarios. Eso sí, sin armas y sin enfrentamientos.

La rendición del 10 de mayo

Como cronista de la ciudad, Felipe Talavera García se entusiasma por el centenario de la batalla por la toma de Ciudad Juárez, y recuerda que desde hace cerca de dos décadas viene participando año con año en las celebraciones, rememorando los pormenores de esta lucha, que él la identifica como la rendición de Porfirio Díaz.

Como si hubiera vivido en esa época, Talavera recuerda: “La rendición fue el 10 de mayo. Firmaron el tratado a la luz de los faroles del carro de doña Sara Pérez de Madero, en el edificio de la Ex Aduana, pero ese carro ya no está, una berlina Mercedes. Ahí lo tenían antes en la Aduana, ahora ya no existe, nadie sabe dónde quedó. Durante toda la toma de Ciudad Juárez, doña Sara estuvo al pendiente de Madero para que no lo fueran a herir como en Casas Grandes, en marzo, que lo hirieron y por eso traía cabestrillo”.

Y define esta lucha como batalla, nunca combate: “Los Tratados de Ciudad Juárez son muy importantes en estos días, porque se festeja la caída de Porfirio Díaz, de una dictadura, de la opresión”.

Es cuando entonces relaciona el pasado con el presente, y lanza una frase que hace temblar a quien lo escucha en la biblioteca municipal, donde despacha cotidianamente: “Todavía andan por aquí muchos fantasmas de la Revolución. En la lavandería La Francesa se aparecen los muertos; en la calle Carmona, los fantasmas de los muchos que murieron ese día, el 9 de mayo; sobre la vía del tranvía que pasaba hasta el hipódromo y los que estaban defendiendo se parapetaron ahí en La Francesa. Donde más se aparecen es en la Escuela de Psicología. Los muertos eran revolucionarios”, y se ríe pensando en lo que su revelación podría desencadenar.

Luego hila sus recuerdos históricos con la situación actual de Ciudad Juárez, y sin insistirle mucho dice pausado: “Esta batalla la vamos a ganar de nuevo”.

—Pero ¿por qué le llama batalla y no guerra o combate? —se le pregunta y responde.

—Batalla es el nombre que se le da a un combate o serie de combates, cuyo resultado final viene a influir e influyeen un cambio total en la forma de gobierno civil y militar y en la posesión de un terreno o país, por eso tenemos una nueva batalla que vamos a ganar en Ciudad Juárez”.

Con cañones de Madera

En el Archivo Histórico Municipal de Ciudad Juárez se encuentra un ensayo escrito por Talavera García en 1994, titulado La batalla por la toma de Ciudad Juárez, el cual la ha ido actualizando cada año en los festejos de la rendición de Porfirio Díaz.

Humildemente y sin pretensiones más allá del propio interés de mostrar la historia de Ciudad Juárez, el cronista platica lo que ha dicho cientos de veces: “En la segunda quincena de abril de 1911, la inminente, inevitable y necesaria toma de Ciudad Juárez reflejaba la situación militar en todo el país, para que se diera fin al régimen que comandaba don Porfirio Díaz, Héroe del 2 de Abril, así que convocados por el presidente provisional de la República, Madero, después de su derrota en Casas Grandes, Chihuahua, fueron llegando contingentes de todas partes del estado a poner sitio a nuestra ciudad”.

Y se regocija de la astucia revolucionaria, ya que con todo lo que pudieron agarrar, como armas, palos, rifles, máuseres, y hasta “cañones de Madera” (por haber sido fabricados en Ciudad Madera, Chihuahua), derrotaron a un Ejército federal bien adiestrado y con un arsenal muy superior al de los “levantados”.

“Ni con los 17 puntos de defensa que levantó el general Juan J. Navarro con base en los mejores tratados militares, ya que sus defensores eran egresados del Heroico Colegio Militar, y ni siquiera les pasaba por la mente que un grupo de iletrados pudiera saber algo de esta estrategia militar, aunque les superaran en número”.

Y señala que el entusiasmo de los “levantados” era tal, que incluso se inició la batalla el 8 de mayo, sin el consentimiento de Francisco I. Madero, entusiasmo que a la postre, explica, sería el motivo para que la lucha se inclinara en favor de los revolucionarios.

“Todos los elementos rebeldes se encontraban desesperados por entrar en acción, pero como el presidente Madero tenía miedo de un conflicto internacional, porque si una bala perdida hiriera a alguien de Estados Unidos, éstos protestarían inmediatamente, según les aseguró, tanto a Navarro como a Madero, el coronel Steever, comandante de las fuerzas en Fort Bliss.

El día 8, el coronel Villa –porque todavía no era general– y el general Pascual Orozco se fueron a comer a un restaurante, una nevería de El Paso, Texas, y la mesera los veía con desconfianza por sus pistolas y carrilleras. Pero antes dejaron como instrucción a su gente para que iniciaran el asalto a la ciudad pasando por las órdenes de Madero.

Al oír los disparos, Orozco y Villa se regresan y les manda llamar el presidente Madero muy enojado, pero ellos insistieron en que el rompimiento del fuego fue sin su consentimiento, y ya no se pudo detener la batalla, pero es que ya tenían muchas ganar de pelear y los ánimos estaban muy positivos en el lado de los revolucionarios”.

De esto, como si lo hubiera vivido en carne propia, hace algunas memorias de hechos un tanto anecdóticos, como que en México se decía que se estaba tomando Ciudad Juárez con cañones de Madera, aludiendo a que los revolucionarios no tenían armamento, pero en realidad sí se trataba de tres cañones de hierro forjado, pero construidos por Rafael Mendoza (el inventor de los rifles de repetición) en Ciudad Madera, Chihuahua, en los hornos del Ferrocarril Noroeste de México.

Subestimaron a los levantados

Otro episodio lo narra muy solemnemente: “Cuando venían las fuerzas el día 9, de José de la Luz Blanco, a él le tocó defender los puentes Juárez, el de Lerdo y el Noroeste, pero Blanco entró con 900 hombres montados y armados con lo que hubiera, y cuando entraron por la plaza de toros, por la calle 25 de Marzo, y llegaron hasta la guarnición en la avenida Lerdo, y estaba el segundo de a bordo del general Navarro, el coronel Manuel Tamborrel, y se estaba rasurando.

“Cuando empezaron los balazos enfrente del Teatro Juárez, y le dice el que lo estaba rasurando vienen los insurrectos, los revolucionarios, y le contestó, qué van a hacer, contra las balas de don Porfirio no pueden, y se asoma, y una bala le pegó en la frente.”

Y concluye: “Luego del constante asedio revolucionario, de acciones heroicas de ambos bandos —los soldados no tenían luz ni agua por el anillo formado por los levantados—, ante esta dominante situación a Navarro no le quedó otra que el sacrificio. Tocó parlamento, explicó la situación y la resolución no se hizo esperar. A las 2:30 horas de la tarde del 10 de mayo de 1911 se rindió a discreción para evitar el sacrificio inútil de su gente. Entregó su espada al capitán orozquista Alejandro Aranzubía, quien a su vez la entregó al mayor villista Félix Terrazas”.

Talavera escribe para concluir su ensayo, y lo hace como si fuera en tiempo presente y él fuera uno de los espectadores: “Alegría sin límite inundó no solamente el campo de las tropas revolucionarias y de sus jefes, sino a toda la ciudad, que constató así el arrojo y la valentía de los revolucionarios en esta gloriosa acción de armas.

“El desfile de las tropas revolucionarias cruzaron las arterias del centro de la ciudad y sus contingentes se apostaron después frente a la jefatura política y el Monumento a Juárez, bajo el comentario de las opiniones y en espera de los acontecimientos.

“Madero pasó a la Aduana Fronteriza, recibió diferentes comisiones y despachó correspondencia. Así se epilogó una estrujante realidad, el triunfo maderista y la caída del dictador. Y en la Aduana Fronteriza, bajo las mortecinas luces de los faroles de los automóviles, perdidas las llaves de la puerta de entrada, bajo su frontispicio, se firmaron los tratados de paz, el histórico domingo 21 de mayo de 1911.”

Talavera concluye: “El tratado de paz contenía seis puntos: las renuncias del presidente Díaz y del vicepresidente Ramón Corral; el interinato como presidente de Francisco León de la Barra; una especie de referéndum con los mexicanos para indemnizar a los perjudicados por la Revolución; el cese de todas las hostilidades y la reconstrucción de las vías telegráficas y del ferrocarril”.

Sólo fantasmas de los caudillos

De la batalla de la toma de Ciudad Juárez el 10 de mayo de 1911, solamente quedan ruinas, recuerdos vagos, fantasmas y un millar de entusiastas seguidores que guardan fotografías heredadas por sus abuelos, pero que también hoy en día se pueden conseguir en “la Kodak del centro de la ciudad”.

El cronista de Ciudad Juárez, Felipe Talavera, se lamenta que muchos de los lugares históricos de esta batalla ya fueron derruidos y en su lugar se construyeron edificios y mercados populares, y otros sitios de plano desaparecieron.

Sin embargo, tanto en Ciudad Juárez como en El Paso, hay nietos de revolucionarios que guardan celosamente como recuerdo numerosas copias de fotografías que se venden en el centro de la ciudad a 200 pesos un paquete de cien fotos.

Uno de ellos, Víctor Reyna, quien reside en El Paso, Texas, donde se refugió ahuyentado por la violencia de su querida Ciudad Juárez, muestra con orgullo y emoción “sus tesoros” de la batalla de Ciudad Juárez.

Son dos libros donde se estampan cientos de fotografías de ese enfrentamiento, ediciones ya agotadas, a pesar de que en los últimos años su costo subió estratosféricamente.

Uno de ellos se titula 1911. La batalla de Ciudad Juárez. Las imágenes, de Miguel Ángel Berumen, editado por la empresa Cuadro X Cuadro, Imagen y Palabra, Berumen y Muñoz Editores.

El otro es un paquete de fotografías que le heredó su abuelo cuando murió hace tres años, el cual está cuidadosamente ordenado en un álbum.

Víctor se lamenta: “Quisiera ir a Ciudad Juárez, a recorrer con tranquilidad las calles que se muestran en estas fotografías, como donde estaba la destilería, el ferrocarril en el centro... pero ya no se puede, la violencia no me deja acercar a la tierra de mis antecesores revolucionarios”.

Y ante ello, en su residencia en El Paso, se contenta con mostrar los libros y las fotografías: “Puedes conseguirlas en la Kodak del centro, te las venden en paquetes”, comenta, pero desafortunadamente las ediciones se encuentran agotadas, sobre todo en estas fechas.

Pero muestra cuando entraron los revolucionarios, los puentes internacionales, que eran de madera; el famoso bar La Cueva, donde se reunían los generales; la antigua destilería, La Francesa, la acequia madre, y muchas más.

Nostalgia

Junto con su familia, Víctor vive en El Paso, donde su esposa e hijo disfrutan de la tranquilidad que no pudieron obtener en su natal Ciudad Juárez, donde vivió gran parte de su vida y donde tiene muchos amigos y parientes, pero a los cuales tuvo que dejar por huir del crimen de la frontera mexicana.

“Qué lastima que el gobierno no se interese por Ciudad Juárez, todos se enriquecen de esta frontera, pero no hacen nada para rescatarla”, comenta con tristeza, y asegura que sus familiares más alejados, como su abuelo, fueron revolucionarios que participaron en la batalla del 10 de mayo de 1911, pero no tiene más datos que una simple referencia oral.

Ahora los juarenses tomarán su ciudad

Entrevistado en su despacho privado, en el edificio de la Presidencia Municipal que se encuentra en pleno centro histórico de Ciudad Juárez, el alcalde Héctor Murguía Lardizábal se entusiasma por el centenario de la batalla de la toma de Ciudad Juárez y asegura, sin tapujos, que los festejos emblemáticos servirán para una nueva revolución en que los ciudadanos recuperarán los espacios perdidos ante la violencia y el crimen organizado.

Con ese arrebato que lo caracteriza como político y funcionario público, que lo ha llevado a ser alcalde de Ciudad Juárez en dos periodos (2004-2007/2010-2013) y senador por el Partido Revolucionario Institucional, Murguía Lardizábal adelanta lo que significa esta fecha histórica para la frontera:

“Queremos que a la par del festejo de 100 años de la toma de Juárez, los juarenses simbólicamente tomemos las calles como una acción de recuperación de espacios y mandar así una señal clara al mundo, de donde hemos recibido toda clase de lodo y de epítetos; que vean a la gente trabajadora, gente buscando el bienestar de su familia y comprometidos con el país.”

La referencia del alcalde se da porque Ciudad Juárez se ha convertido en un sitio donde desde 2008, en sus calles, a plena luz del día, han ocurrido varios enfrentamientos armados o ejecuciones (homicidios), que en los últimos tres años ha dejado más de 4 mil personas muertas.

Esta violencia es derivada principalmente de la guerra que protagonizan los cárteles de la droga, en un afán de apoderarse de esta frontera con Estados Unidos, pero también de la delincuencia local, que se ampara bajo la sombra de los grandes capos para evadir la justicia estatal.

Por ello, Ciudad Juárez ha sido considerada como la ciudad más violenta del mundo, ya que en promedio se registran ocho ejecuciones al día, cifra que llegó a 10 muertes diarias.