Vida y muerte bajo la sombra del Hospital Central

**Sucede de todo acá, y la vida es como un pequeño mundo que gira alrededor de los filos de cantera del antiguo Hospital Porfirio Díaz.


Vida y muerte bajo la sombra del Hospital Central

La Crónica de Chihuahua
Junio de 2011, 06:57 am

Por Froilán Meza Rivera

Chihuahua, Chih.- “Huy, mano, si tú supieras todo lo que pasa por aquí, te espantarías, o te maravillarías...” Así lo dijo “El chilango” -así le dicen, aunque es de por Toluca, el vendedor de frutas y aguas frescas-, y su dicho es sabio, según se deduce por el relato que hace de algunos de los detalles que le ha tocado presenciar aquí.

Bajo la sombra fresca del gigante de la Colón, las personas trajinan, van, vienen, visitan enfermos, algunos buscan diagnósticos, otros estudian Medicina. Pero todos en absoluto, todos, comen burritos, tortas o tacos o, ya de perdida, compran un refresco, un agua, un elote o uno de esos engendros de la modernidad chatarrera conocidos como dorinachos. El Hospital Central es, como su nombre lo indica, el centro de la acción en este vecindario de la colonia Obrera, y en efecto, su sombra literalmente cobija todas estas actividades, y más.

Sucede de todo acá, y la vida es un microcosmos que gira alrededor de los filos de cantera del antiguo Hospital Porfirio Díaz.

Cuenta “El chilango”: Acá vino, hace ya como ocho años, una señora que traía algo en la panza, algo que la molestaba mucho, dicen que venía de un rancho de por allá de Satevó, y que sentía que se moría. Pues para no hacértela cansada, aquí merito en la entrada le empezó a salir, porque se le reventó el vientre, un bicho como una viborita que sacó la cabeza por entre la carne de la señora. Yo ya no supe si vivió, si se salvó, porque por más que preguntamos, ya nadie nos quiso dar razón.

Acá, en la plaza dedicada a la memoria de los Niños Héroes, vienen los familiares de los enfermos del hospital a descansar, a estirar las piernas y a refrescarse, literalmente a refrescarse a la sombra de un árbol, o se recorren hacia la banqueta del mismo hospital, que tiene sombra hasta las dos de la tarde.

La doña de la tortería del otro lado, cuenta que la vez que le robaron el puesto, la han de haber despojado de más de tres mil pesos, entre mercancía y bienes que tenía ella adentro, y que desde entonces se lleva todas las cosas que puede y le pone tremendos candadotes al changarro cuando cierra.

En la sección de Urgencias, que se queda abierta toda la noche, el suelo es felizmente aprovechado por muchas personas que vienen a traer y cuidar enfermos al Central y que, por venir de fuera y por no traer dinero para el hospedaje, pues se acomodan aquí por docena y en hilerita en el suelo. Nadie los molesta, ¡faltaba menos! Hay incluso personas y familias sin casa que, siendo residentes de esta capital, encuentran también conveniente venir a dormir acá, al amparo del calorcito que, sobre todo en invierno, despiden tantos cuerpos alineados en las Urgencias.

Cada cara, cada caso de cada persona que transita bajo la sombra protectora y bienhechora del Hospital Central es, muy seguramente, una historia digna de conocerse y de contarse.