Venezuela ganó

Por Brasil Acosta Peña


Venezuela ganó

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2017, 15:36 pm

(El autor es Doctor en economía por el Colegio de México (COOLMEX) con estancia en investigación en la Universidad de Princeton, fue catedrático en el Centro de Investigación y Docencia económica y articulista en la revista económica Trimestre Económico.)

Como fue predicho en un artículo anterior, el pueblo venezolano tenía en sus manos la posibilidad de decidir su futuro y lo hizo. Más de ocho millones de venezolanos salieron a aprobar la Asamblea Constituyente.

Las voces que se lanzaron contra Maduro y su política renovadora se alzaban a favor de la “democracia” y criticaban duramente los más de 100 muertos que de enero a la fecha han sido resultado de las “protestas”, cada vez más mermadas y orientadas hacia la violencia tipo anarquista.

Se escandalizaban aquellos que se oponen a que el pueblo aprenda a tomar sus propias decisiones, pues “cómo es posible que un exchofer de autobuses del metro de Caracas sea el presidente de la República Bolivariana”, eso es para las clases poderosas del capitalismo mexicano y las clases medias desorientadas o desinformadas, un sacrilegio.

Pero para los desvalidos de México debe ser una lección, un ejemplo a seguir: los pueblos deben tener la capacidad de autodeterminar su futuro sobre la base de la conciencia y no sobre la base de la manipulación o de la imposición de políticas ajenas a sus propios intereses.

Muy parecido es el caso del pueblo cubano, contra el que se lanzó, cuando tomó las riendas del poder oficial en 1959, una andanada de ataques, críticas, denostaciones, injusto e inhumano bloqueo económico (que a la fecha persiste) e, incluso, la seria amenaza de invadirle y lanzarle bombas atómicas; sin embargo, el gran Fidel pudo sostener al pueblo a pie firme y con la conciencia revolucionaria suficiente para no arredrarse, tomar en sus manos el futuro y construir la patria de uno de los pueblos más educados, deportistas y saludables del mundo actual.

Pues bien, los venezolanos demostraron, contrario a todas las declaraciones de los opositores a Maduro en el sentido de que iba a caer y que el pueblo “odiaba” al gobierno, que están con su presidente y con la Asamblea Constituyente.

Lo que se mostró fue que el pueblo de Venezuela ha tomado conciencia y no permitirá que le arranquen de las manos el poder de la Asamblea como sucedió la vez pasada, de lo cual se deduce que es un pueblo que ha aprendido de su historia y que no está dispuesto a repetirla.

Todas aquellas voces que atacan a la República Bolivariana de Venezuela lo hacen en nombre de una supuesta “democracia” que solo ha beneficiado a las clases poderosas; si no, veamos el caso de México, que siendo un país “democrático” es uno de los más desiguales del mundo y la “democracia” no alcanza a los más desvalidos, sino que concentra los capitales en unas cuantas manos y democratiza la pobreza entre millones; estos falsos defensores d ela democracia muestran su error o su tendenciosa inclinación hacia un sistema basado en la creación de la riqueza sujeto a la explotación del trabajo ajeno; son los mismos que por desconocimiento o deliberadamente, que el fondo de la oposición partía de las oficinas de gobierno de Estados Unidos (EE. UU.) en la medida en que pretendían hacerse del petróleo de Venezuela y, sobre todo, de un nuevo material mineral llamado Thorium, que tiene una potencia 90 por ciento mayor que el uranio para la creación de bombas atómicas cuya mayor reserva en el mundo está en Venezuela.

Vistos los acontecimientos desde esta perspectiva, se explica la furia del gobierno estadounidense, que no está dispuesto a perder su hegemonía mundial conquistada a sangre y fuego; por eso ven como un gran riesgo que los aliados de Venezuela tengan acceso a este material, particularmente Rusia, pues de caer en sus manos se generaría un gran contrapeso a su dominio del mundo.

Éstas son las verdaderas razones detrás de su apasionada defensa de la “democracia”. En realidad, no se trata más que de un plan de las clases poderosas del mundo, lideradas por los halcones norteamericanos, para engañar al ciudadano desinformado y hacerle creer que en Venezuela (y en Cuba, o en China, o en Rusia, o en todos los países que son enemigos de los intereses norteamericanos), se violan los derechos humanos y la democracia, cuando en el fondo se busca mantener el control del petróleo y del Thorium.

No dicen tampoco estos sicofantes que Venezuela, medida por el coeficiente de Gini, resulta ser la nación con menor grado de desigualdad de los países de Latinoamérica, cuando México está entre los cinco países más desiguales del mundo. El índice de desarrollo humano (IDH), que establece el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ubica a Venezuela con 0.748, mientras que el mismo índice mundial se encuentra en 0.694.

Finalmente, el escándalo en torno a las muertes derivadas del conflicto que apenas rebasan la centena, pero no dicen que en México, solo en mayo de 2011, durante el sexenio de Felipe Calderón, habían muerto dos mil 131 personas; y de enero a mayo de ese mismo año nueve mil 446; en la actualidad esa cifra no es mejor, por el contrario, en mayo de 2017 murieron dos mil 456, es decir, 325 personas más que en el sexenio anterior; de enero a mayo de 2017, es decir, solo en cinco meses murieron nueve mil 916 personas, es decir, 470 personas más que hace seis años, de manera que antes de lanzar voces atacando las decisiones del pueblo venezolano y sus consecuencias, deberían aquellas voces “críticas” voltear a ver su propio ombligo, es decir, seguir el dicho popular que señala que “suele verse la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.

El mundo debe respetar la decisión del pueblo venezolano, le guste o no al capital norteamericano. Tanta es la miseria, incluso en EE. UU., que los pueblos del mundo están cansados de mentiras y están buscando la tan anhelada unidad de los pueblos de Latinoamérica para la conformación de una fuerza social basada en la educación, la cultura, el deporte y la economía comunes; en la cooperación y la amistad.

Ha sido la política norteamericana la que nos ha dividido, la que ha destruido nuestros lazos metiéndose en nuestras decisiones y obligándonos a que hagamos lo que conviene a los megamillonarios de Norteamérica y no lo que nos conviene e interesa a todos nosotros.

Por eso debo decir que, pese a todo, Venezuela ganó, pues demostró al mundo que es un pueblo capaz de tomar sus propias decisiones y de construir una nación más justa, más equitativa, más democrática, más soberana y más libre, por el bien de todos.