Una más: otra mujer 
da a luz en la calle

**Sucedió el pasado martes en San Antonio de la Cal, Oaxaca.


Una más: otra mujer 
da a luz en la calle

La Crónica de Chihuahua
Noviembre de 2013, 22:56 pm

Manuel Ajenjo/ El Economista

Tengo, lo reconozco, una cierta deformación hacia el humor que me hizo pensar redactar el encabezado de esta colaboración así: “Otra vez, una mujer da a luz en la calle”, para enseguida comentar: ¡Qué necedad de señora! Pero, aunque cruel por naturaleza, el humor al hacerse público no permite este tipo de comentario. Más aún si se trata de un asunto que mueve a la rabia y a la indignación social.

Sucedió el pasado martes en San Antonio de la Cal, Oaxaca. Otra vez, este estado donde, por lo visto, las personas sin recursos económicos no son dignas de ser tratadas como seres humanos.

Era la 1 de la madrugada cuando Ruth Mendoza Hernández, que presentaba dolores de parto, llegó al Centro de Salud de la localidad, acompañada de su esposo y de su madre, Adriana Adela Hernández. Una enfermera y un vigilante despertaron al médico de guardia, Adán Hernández -extraoficialmente se supo que soñaba con que llegaba a su consultorio Pamela Anderson: “Quítese la ropa”, le ordenaba. “¿Dónde la dejo?”, preguntaba Pamela. “Ahí, junto a la mía”-. Comprenderán ustedes que ser despertado en un momento así causó el malhumor del facultativo que, de mala gana, someramente, examinó a Ruth. “Por unos simples cólicos vienes”, le expresó con cierto enojo. “Doctor -intervino Adriana Adela, madre de la parturienta-, mi hija tiene el antecedente, cuando parió a su primer hijo, de tener un trabajo de parto rápido”. “Y yo -comentó el galeno- tengo el antecedente de tener el sueño pesado. A Ruth no le toca todavía el trabajo de parto -explicó el médico con suficiencia-. Regrésense a su casa -remató su exhorto con la siguiente frase-: Yo sé lo que hago”.

La madre de Ruth considera que únicamente para seguir durmiendo, “el doctor les dijo que regresaran a casa”. A pesar de que los dolores continuaban, madre, hija y esposo, salieron del Centro de Salud. A las 3:30 de la madrugada tuvieron que regresar porque los dolores eran más intensos. El niño estaba por nacer.

A unas decenas de metros del precitado lugar, Ruth manifestó “ya no aguanto”. Adriana Adela corrió “para que viniera una ambulancia por ella, pero el chofer estaba dormido” -soñaba que una estrella de la tele le pedía que la recogiera en su vehículo y él lo hacía con re-mucho gusto-. La señora Hernández informó que en el susodicho Centro de Salud, sólo no dormían la enfermera y el vigilante -soñaban despiertos que les aumentaban el sueldo por cumplidos-. Aquélla le pidió a éste que llevara una silla de ruedas para trasladar a la futura madre. En eso, el esposo de Ruth gritó que ya había nacido el bebé.

El griterío -imagino- hizo que el médico de guardia -el mismo que sabía lo que hacía- despertara. La abuela de la criatura que nació en la calle “estaba morado y no lloró nada, mi yerno y yo hicimos que respirara” cuenta que el doctor Adán Hernández, condescendiente, declaró: “Ya la vamos a atender”. (Muchas gracias tenga su merced por ser tan generoso, hijo de su pinche madre)

La madre de Ruth ha considerado interponer una queja ante Derechos Humanos por el trato que recibió su hija, aunque ésta no quiere hacer nada porque le da pena que se enteren que tuvo a su hijo en la calle. (Una de las características de los gobiernos despóticos es procurar que sus gobernados tengan baja autoestima)

Tanto a Ruth como a su pequeño los reportan estables de salud. El niño se llamará Mateo (sugiero que a éste nombre le agreguen el de Adán, en honor del médico que, de manera tan profesional, se pasó por el arco del triunfo el juramento hipocrático: “La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones”).

Cuatro y contando

Con el caso de Ruth, son cuatro las mujeres -indígenas e indigentes- que paren como si fueran animales. Un caso sucedió en Tehuacán, Puebla, apenas el pasado 10 de octubre. Los otros tres, en Oaxaca; entre éstos, el ocurrido hace un mes, cuando Irma Aurelio López dio a luz en el patio del Centro de Salud de San Felipe Jalapa de Díaz, la fotografía de este suceso le dio la vuelta al mundo.

Aquí me pongo a pensar que muchos ciudadanos de a pie no saben de órdenes de gobierno. Ignoran si tal caso pertenece al ámbito federal, al estatal o al municipal. Para ellos, cualquier ineficiencia como las aquí reseñadas es imputable al gobierno -así, en abstracto-, que permite que los indigentes den a luz a sus hijos en las peores condiciones de salud mientras que los legisladores ganan cientos de miles de pesos al mes; los ex presidentes le cuestan al erario 40 millones de pesos al año y, sólo de diciembre a agosto, las dependencias federales gastaron 35 millones de pesos en remodelar sus oficinas.

Por ignorancia, omisión o acción, ¡qué país tan injusto hemos creado!