Una chihuahuense, adalid de los migrantes en Florida

**Guadalupe Grajeda de Félix asesora y defiende a los jornaleros del valle de Dover. **Unos 400 mil compatriotas trabajan en Florida en condiciones de semiesclavitud.


Una chihuahuense, adalid de los migrantes en Florida

La Crónica de Chihuahua
Septiembre de 2011, 13:50 pm

Por Froilán Meza Rivera

Dover, Florida.- Acá, una mexicana de Chihuahua es profeta, y no precisamente en su tierra. Su trabajo la ha colocado en una posición de influencia, y aunque vive bien y gana bien en su oficina de asesoría legal y administrativa, ella no olvida quién es ni de dónde viene, por lo que cuando la causa lo amerita, ella ejerce la defensa de los débiles, incluso a sus expensas.

La chihuahuense María Guadalupe Grajeda de Félix saltó a la fama en los Estados Unidos cuando hace ocho años fue nombrada como Co-chairman honoraria (el cargo equivale a la presidencia adjunta) en el Congreso de los Estados Unidos, y recibió una medalla de oro de esa representación, por 18 años de servicio a la comunidad en la orientación y apoyo a migrantes indocumentados. Ese servicio se eleva hoy en día a los 26 años.

Guadalupe Grajeda, conocida más como María Félix, reside en Dover, Florida, donde tiene un despacho de servicios múltiples y donde es presidenta y fundadora de la Oficina del Migrante.

María Guadalupe Grajeda asesora y defiende a los jornaleros de los valles agrícolas de la Florida, donde la existencia de unos 400 mil compatriotas transcurre en medio de una explotación que recuerda en muchos de sus rasgos al trabajo de los peones acasillados de la época porfirista en México.

Acá llegan mexicanos que sólo hablan idiomas indígenas propios de sus lugares de origen, y el español es un tercer idioma, para los hijos que nacen en aquellas tierras, que no siempre lo aprenden.

Hacinados en casas-tráiler en donde la necesidad imperiosa hace que quepan hasta 12 ó 13 individuos que comparten un excusado y un piso exiguo, estos mexicanos son los que levantan la fresa de los campos, en una región donde también se cosecha y pizca pimiento morrón, pepino, lechuga, repollo y chile jalapeño.

La vida de María Guadalupe Grajeda de Félix está unida a la vida de esos paisanos. Su dedicación a denunciar esas injusticias, su dedo, que nunca quita del renglón de la lucha y de la asesoría, es una parte de la vida de esta chihuahuense que, simplemente, no se puede quitar como se quita una prenda de vestir, sino que la lleva como una segunda piel, con ella hasta la muerte, según lo concibe ella misma.

En estos valles de la Florida que rodean a Tampa, “somos unos 400 mil mexicanos en los condados de Hillsborough, Pinellas, Polk, Manati, Pasco y Sarasota”, calcula doña María.

Acá, los niños faltan mucho a la escuela, desgraciadamente atados a los patrones migratorios de sus padres, quienes terminan la cosecha aquí y se van siguiendo los trabajos estacionales de Carolina del Norte y Carolina del Sur, Georgia y de otros estados del sureste.

Los niños, al cumplir los 11 años, son despegados súbitamente de la escuela y se integran al trabajo que reditúa a cada familia un cheque colectivo.

Las leyes que prohíben el trabajo de los menores son letra muerta en la Florida, a pesar de los escándalos que la exposición de estas condiciones se han desatado a partir de denuncias públicas. Las leyes son letra muerta, también, a la hora de encubrir situaciones rayanas en la esclavitud que son conocidas por todos, pero toleradas en aras de conservar el único trabajo que hay, y que es el que permite a las familias sobrevivir.

SUS INICIOS, EN LA LABOR UNION

María Guadalupe, quien tiene 61 años de edad, es originaria de esta ciudad de Chihuahua, donde vivió en el barrio del Pacífico y un poco en San Felipe Nuevo.

“Pero en el Pacífico está mi corazón y mis recuerdos más queridos”, dice. Recuerda: “Vivíamos en la calle 16, y todos nos queríamos, nunca se me va a olvidar la jugada con el bote, ni mi orgullo de ser de Chihuahua y de México”.

En México se sentía una persona “común y corriente”, pero aquí conoció la discriminación.

“Sentí la diferencia de color. Sentí el dolor de la discriminación, y quería luchar contra eso”, expresó.

Optaron por continuar aquí y hacer frente a las adversidades.
“Después nos enrolamos como voluntarios de Farm Labor Organizing Committee, la unión que representa a trabajadores migrantes del campo, y ahí anduvimos muchos años”, señaló.

Primero como voluntarios y después como trabajadores de esa organización, su esposo y ella visitaban los campos de cultivo e iban casa por casa para hablar con la gente y ayudarla a conocer el entorno en que vivían.

“En la unión [Farm Labor] nos enseñaron cómo era la ley, quiénes podían calificar, qué documentos se necesitaban y todo lo necesario para ayudar a los inmigrantes”, relató.

A partir de ahí, decidió fundar La Oficina del Migrante, con objetivos similares, y que poco a poco fue siendo reconocida por la gente como La Oficina de María Félix.

A mediados de los años 80, con la reforma de inmigración del entonces presidente Ronald Reagan, ellos lograron legalizar su estatus migratorio.

Su negocio consiste en ofrecer ayuda de todo tipo: cómo llenar documentos, cómo encontrar trabajo, declaración de impuestos, traducción de textos, casamientos, etc.

“Somos como un puente, el intermediario para que la gente encuentre lo que busca”.

Contó que, junto con otros líderes de organizaciones de la Florida, se pidió y se logró que “pusieran un consulado de México en Orlando, ya que había mucho problema con gente a la que le cobraban $300 sólo por transportarla al consulado de Miami”.

No obstante, en el 2001 le diagnosticaron cáncer y desde entonces se le ha dificultado atender su negocio con más constancia. Actualmente, su esposo y sus tres hijas lo administran. La Oficina de
María Félix, ubicada en Dover, ha cumplido 25 años, los cuales fueron festejados en público el pasado sábado, 19 de marzo.

“Dios me regaló cáncer terminal, y lo veo como un regalo porque me enseñó humildad”, dijo.

El primer médico le diagnosticó tres meses de vida. Pero ella empezó a buscar ayuda para saber si podía continuar viviendo.

“Encontré un médico, que me lo envió Dios. Me quitaron un riñón y un tumor, y aquí estoy, viva todavía”, comentó.

EL DESPACHO

Ahora, cuando todos en la familia tienen preparación suficiente como para dar asesoría legal en migración y en asuntos civiles y penales, a Dover, a verla a ella y a recibir consultas en el despacho, viene gente de Georgia, de las dos Carolinas (norte y sur). “A Florida vienen a verme como consejera”.

Ella tiene licencia de notaria, y está registrada también como paralegal. En Dover, ella y su esposo levantaron de la nada una oficina de asesorías legales, que con el tiempo se convirtió en una empresa multinegocios, donde los migrantes mexicanos concurren para recibir no sólo asesorías, sino incluso para hacer envíos de dinero a México, entre otras muchas opciones, como la elaboración de oficios, la certificación notarial de cartas para diversos trámites legales...
“Aquí la gente me dice doña María, porque en Estados Unidos me quitaron el Guadalupe, porque no cabía en el espacio de las credenciales... querían ponerme María G., y mi apellido desapareció para que me pusieran el de mi esposo”.

Al principio sacábamos a la gente de la cárcel, recuerda. Yo empecé a trabajar con unas monjas que resolvían casos de migración.

Hubo un momento en que las monjas se enojaron con la unión de trabajadores con la que trabajábamos, y me quedé yo sola. Fundé un periódico, El Campesino Newspaper, que alcanzó un tiraje de 10 mil ejemplares. La compañía familiar se inició a finales del año de 1987, pero ahora están en él las dos hijas del matrimonio de María Guadalupe y su esposo, Jesús Félix Ayala, mexicano también, chihuahuense de Batopilas:

 La mayor, Ileana Félix, ahora de 37 años de edad, tiene dos negocios: Una compañía como la mía, Servitodo, y otra, una casa de novias, regalos y artículos religiosos.

 La otra, Yadira, de 35 años, es gerente de envíos en mi oficina. Es madre de Nadia Luz, mi nieta.

 Claudia Félix de Trejo, la menor de las hijas, es casada. A sus 34 años es gerente general de la oficina. Es notaria también, y es paralegal, que en México es el equivalente a litigante. “De hecho, todos somos notarios”, aclara doña María. Luis Trejo, el yerno, es mexicano de Zacatecas.

María Guadalupe Grajeda de Félix, mexicana fecunda, resume así su forma de pensar: “El ideal en nuestra vida será fecundo en la medida que hayamos alcanzado a soñarlo, amándolo antes de vivirlo”.