Un papa encapsulado

**Temas a los que el papa sí se animó, pero ya desde el vuelo al Vaticano y cuando ya no tenía la atención político-mediática de las cúpulas del poder que lo encapsularon en su visita.


Un papa encapsulado

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2016, 22:26 pm

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Darwin Franco/ Buzos de la noticia

El México que se le mostró al papa Francisco en su primera visita a este país es igualmente proporcional al México que producen y reproducen todos los días las dos grandes televisoras mexicanas: un país apto para “todo público”.

La manera en que el pontífice fue “encapsulado” por los grandes dispositivos de seguridad alrededor de los espacios públicos y privados donde éste se presentó le impidió tener un contacto más amplio con la realidad lacerante que viven muchas familias mexicanas.

“El papa del Pueblo”, como se le conoce a Jorge Mario Bergoglio, se quedó sin conocer directamente al pueblo mexicano que sufre los estragos de una guerra que se inició en 2006.

Sin embargo, ésta fue también su decisión; porque el líder de la Iglesia Católica, aunque decidió romper los protocolos en las presentaciones multitudinarias, después mantuvo un discurso “políticamente correcto” en el que sólo tocó de manera tangencial algunos de los problemas vitales que agobian a este país (corrupción política, narcotráfico, violencia, exclusión, víctimas de la guerra, migración, por citar algunos), pero tan precavidamente que no mencionó hechos sino temas.

Este guiño medianamente crítico sirvió mucho a las televisoras que decidieron edificar alrededor del papa la figura de un hombre asertivo capaz de cuestionar en Palacio Nacional a la cúpula del poder político y económico del país, a quien invitó a dejar atrás los privilegios para buscar “el bien común”.

No obstante, después saludó a todos, incluso a quienes gobiernan estados donde se ha despojado a los ciudadanos de la paz y el derecho a la existencia.

El espectáculo desde la presidencia y el montaje mediático de las televisoras tampoco daba espacio para más, pues los asistentes a Palacio Nacional fueron debidamente seleccionados y la edición fue finamente ejecutada para mostrar que el verdadero México es el de las cúpulas del poder y no el país convulso en que vivimos todos los que no salimos en la televisión.

Quizás por ello la cobertura mediática alrededor de la visita papal se construyó en torno a la figura del hombre y no en virtud de la figura político-religiosa que representa, y mucho menos alrededor de lo que se esperaba de ella. El centro fue el personaje mediático, pero no el líder de una Iglesia Católica que debería estar a la altura de las exigencias y dolencias de su feligresía.
La visita del papa a México fue, sin dudarlo, un hecho de relevancia y pertinencia periodística; estamos hablando de uno de los líderes políticos más carismáticos y más importantes del mundo.

Cubrir su estancia en nuestro país era un deber de los medios, lo que sobrepasó esto fue la exacerbada cobertura; si uno revisa la programación televisiva del 13 y 14 de febrero, toda la parrilla programática se enfocó a dar cuenta, minuto a minuto, de lo que el papa decía y hacía en nuestros país.

Esto, sin embargo, trasgredió el derecho de la audiencia no católica y también de 93 por ciento de mexicanos, principalmente jóvenes, que respondieron a una encuesta de Parametría en la que expresaron su nulo interés por la llegada y la estancia del papa.

Situar de manera hegemónica la presencia del pontífice en los canales de televisión abierta podría considerarse como un incumplimiento de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión que establece que uno de los criterios para la explotación del espectro radioeléctrico debe sustentarse en el respeto a la pluralidad.

Pero, ¿con qué argumentos el Gobierno mexicano puede exigirle a las televisoras si en la atención al líder de la Iglesia Católica violentaron el Artículo 130 de la Constitución mexicana que da cuenta del “principio histórico de la separación del Estado y las iglesias”?

Ni Televisa ni Tv Azteca ocultaron su vocación católica, que desde hace varios años difunden diversos contenidos, principalmente ficcionales, en los que la fe y la devoción católicas son los supuestos motores del cambio social.

En La Rosa de Guadalupe (Televisa) basta con hacerle una petición a la virgen morena para que ésta “nos haga el milagro”. Tv Azteca hace lo mismo con A cada quien su santo, que igualmente enarbola los milagros de la fe como el único camino para la conseguir la paz social.

Esto explica que su discurso alrededor del papa se haya centrado en el personaje mediático y dejado de lado la importancia política de la visita.

La visita del papa a México terminó, para muchos, por no cumplir las expectativas de quienes esperaban de su líder moral y religioso una reacción más firme ante hechos como Ayotzinapa, la pederastia, las desapariciones y la muerte de 11 sacerdotes católicos a manos del crimen organizado.

Temas que el papa sí se animó a platicar pero ya desde el vuelo que lo regresó al Vaticano y cuando ya no tenía la atención político-mediática de las cúpulas del poder que lo encapsularon en su visita a México.

Sin embargo, hacerlo desde el aire y no de cara a las víctimas fue también una elección que tomó el propio Jorge Mario Bergoglio.