Torpeza en el caso Oropeza enoja al gabinete

**Artículo de Alejandro Salmón Aguilera/ ahoramismo.com.mx


Torpeza en el caso Oropeza enoja al gabinete

La Crónica de Chihuahua
Junio de 2011, 16:54 pm

Otra vez, el estado de Chihuahua ocupa las primeras planas de medios de comunicación de todo el país y hasta fuera de él, y no necesariamente por las buenas nuevas que se anunciaron ayer.

Buena nueva, ni hablar: mil empleos de un solo jalón, con la apertura de tres naves industriales, dos de las cuales están vinculadas a un gigante industrial sueco , líder en fabricación de electrodomésticos, que ya lleva seis años de crecimiento sostenido en Juárez.

Ni hablar que a cualquier gobernante le ayuda aparecer en las primeras planas cortando el listón de un lugar donde unas 500 personas se ganarán el sustento diario. Buen esfuerzo del gobierno de César Duarte, ni para qué regateárselo, pero eso no es motivo para voltear la cara y dejar de ver la desgracia que cae sobre su gestión un día tras otro.

Este miércoles, el Gobierno del Estado se vio titubeante, descabezado, dando tumbos ante un hecho que le pegó en la cara: el homicidio de Fernando Oropeza Oaxaca, a dos días de que estuviera plantado en la Plaza Hidalgo, denunciando una serie de actos que bien merecían la atención de la Fiscalía General del Estado.

Casi seis horas tardó el Gobierno estatal, sin Duarte en la ciudad, para sacar un posicionamiento, y más valía no haberlo hecho, porque salió con un documento de una cuartilla y párrafos, pletórica de datos, cifras y aclaraciones con las cuales básicamente salían a “desmentir” a un hombre que yacía muerto.

Este miércoles, no pocos integrantes de la administración estatal lucían molestos por la torpeza con la que se manejó todo el “affair” de la Unidad de Bajo Riesgo: primero, la tardanza en salir al quite; las evasivas del fiscal Carlos Salas y de la secretaria Graciela Ortiz, que dieron la imagen de un gobierno titubeante y no el de mano firme que gusta exhibir el gobernador Duarte; la desatención hacia las denuncias de Oropeza.

Ayer, no pocos miembros del gabinete se preguntaban por qué la gestión de Duarte se ha visto trompicada por hechos que ocurren frente al Palacio de Gobierno y que bien pudieron evitarse con una hábil operación político-policíaca.

Horas después del asesinato del ex encargado de la UBR, dos o tres se preguntaban por qué no lo pusieron bajo resguardo, incluso militar—el señor era un efectivo del Ejército—en tanto corrían las investigaciones de las graves acusaciones que hizo.

Nadie hizo caso. Se recurrió al viejísimo recurso de dejar correr las protestas. “Que grite hasta que se desacredite”, decían en los 80as. El problema es que en esta época, los que gritan dejan de hacerlo cuando ya no tienen aliento, porque algo o alguien les quitaron la vida.

Ni hablar: el gobernador se merecía un día afable, con su corte de listón y todo. Sus colaboradores debieron regalárselo.

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