“Tiren las armas, que al cabo al que quieren es a mí”

**El asesinato del líder agrario Socorro Rivera, a 72 años.


“Tiren las armas, que al cabo al que quieren es a mí”

La Crónica de Chihuahua
Febrero de 2011, 22:26 pm

La lucha por la tierra en la Babícora

Froilán Meza Rivera

Era el día 14 de abril de 1939. La tensión en el ambiente se podía casi tocar, con los ánimos tan estirados que, en cualquier momento, podía desencadenarse la tragedia.

El enfrentamiento era inevitable. Había algunas pistolas fajadas en los cinturones de los hombres que seguían a Socorro Rivera. Estaban silenciosos, nerviosos, por lo que se estaba gestando en aquel momento.

El jefe de los matones, viendo a Rivera directamente, gritó a los campesinos y les ordenó que salieran del terreno. Socorro, quien estaba cerca de Crescencio Macías y Manuel Jiménez, se dirigió a este último, cuyo nerviosismo era evidente y sin voltear a verlo, para que no hiciera ningún movimiento:

“Tiren las armas”.-Dijo, y luego en voz baja agregó: “Al cabo al que quieren es a mí”.

 No Socorro, eso no, nos matarán a todos como a perros -protestó Jiménez.

Cuentan que, con expresión burlona, el jefe Isaías Álvarez se pegó una acomodada en la silla de montar.

 Traigo órdenes de mister Kelly Simons de abrir fuego contra los que se nieguen a salir del lote -dijo con voz más ronca y amenazante y aflorando maliciosa sonrisa.

El caballo de Álvarez avanzó hasta quedar como a diez metros de ellos (Rivera, Macías y Jiménez). Fue cuando Jiménez sacó dos pistolas y, de un solo tiro, dejó fuera de combate al matarife. Los caballos se encabritaron, y los campesinos corrieron hacia unos matorrales a protegerse de las balas.

MUERE RIVERA

Al instante, los demás matones abrieron el fuego y mataron a Crescencio Macías y a Manuel Jiménez. Mientras tanto, Socorro Rivera se desplazaba hacia donde estaba su bolso de lonche, en el que traía una una pistola; pero no tuvo tiempo de llegar, pues uno de los guardias lo alcanzó con una bala expansiva, destrozándole los intestinos y muriendo al momento.

(Así describe los hechos Miguel Ángel Parra en su obra “Historia Política de Madera”)

Corrían los tiempos del gobernador Gustavo L. Talamantes, sucesor de Rodrigo M. Quevedo y quien rompió relaciones con éste. El incidente lamentable del asesinato de Socorro Rivera, quien encabezaba la lucha por la afectación del enorme latifundio de Babícora, del magnate del periodismo norteamericano Randolph Hearst, se dio en medio de un ambiente de gran agitación social.

SOCORRO RIVERA, LA LEYENDA

Por entonces, el presidente de la República, General Lazaro Cárdenas, confirmó la ampliación de ejidos a Madera por resolución definitiva de fecha 19 de mayo de 1937, habiendo ampliado hasta 12 mil 568 hectáreas. En el año de 1938 llegó a esta región de Madera, conocida también como la Alta Babícora, el líder agrarista Socorro Rivera, quien se puso al frente de la lucha campesina por la tenencia de la tierra. Hay versiones de que Rivera, originario de San Luis Potosí, había sido miembro del Ejercito Nacional, y de que venía con todo el apoyo del General Lázaro Cárdenas, presidente de México, para organizar a los campesinos y solicitar la expropiación del latifundio de la Babícora.

El latifundio del rancho ganadero de la Babícora tenía más de 300 mil hectáreas, y su nombre oficial era The Babícora Ranch and Cattle Co.

Los guardias de la antigua hacienda eran mercenarios del gatillo, asesinos despiadados.

De Socorro Rivera se decía que era originario de San Luis Potosí, y que aunque era más bien bajito de estatura, eso no le quitaba lo “entrón”.

Mucho se comentó entre los labriegos que Socorro Rivera fue enviado por el General Lázaro Cárdenas para que los organizara, ya que tenía formación militar, puesto que había sido miembro del Ejército Nacional. Era también hombre de muchas agallas; y de él se cuenta que en varias ocasiones escapó de celadas y emboscadas que le tendieron, como fue el caso de Yepómera, municipio de Temósachi, donde fue emboscado en casa de otro campesino.

SU SANGRE FERTILIZÓ LA TIERRA

Desde 1938 los miembros de la unión de veteranos de la revolución, representados por José León Morales, Toribio Argüelles, José López y Genaro Ramos, mismos que habían logrado que les fuera cedido el predio Las Varitas conforme a la ley federal de tierras ociosas, no pudieron tomar posesión porque los matones de la Babícora no se los permitían.

El 14 de abril de 1939, los campesinos, convocados por Socorro Rivera, tomaron posesión de Las Varitas; que era buen sitio para sembrar, y empezaron a trabajar la tierra abriendo surcos en el lugar donde fueron masacrados.

Los cadáveres de los tres mártires de la Babícora fueron enterrados en el panteón municipal de Cd. Madera, donde permanecen hasta la fecha, y donde cada año acuden campesinos que les rinden homenaje como los héroes que fueron.