Terror a la crítica

**Por el bien de México es necesario poner un alto a las manifestaciones de despotismo y terror que han acompañado los primeros meses de gobierno de AMLO.


Terror a la crítica

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2019, 14:39 pm

Por Abentofaíl Pérez

“La crítica es la cortesía del filósofo”, manifestó en una ocasión uno de los filósofos más claros e, injustamente, poco reconocido en nuestro país, Adolfo Sánchez Vázquez. Su referencia se centraba principalmente en el papel que juega la crítica filosófica, muy distinta a la crítica vulgar, que solo pretende descalificar una opinión o un fenómeno por conveniencia o interés. La crítica a la que se refiere Sánchez Vázquez es la crítica hegeliana, entendida y mejorada por Marx al trasladarla a los fenómenos sociales, políticos y económicos. Este tipo de crítica pretende acercarse a las contradicciones existentes en cada fenómeno y rescatar aquello que sea de utilidad, deshaciéndose a su vez de los elementos negativos e inservibles. Gracias a ésta, la ciencia, por ejemplo, se ha desarrollado a niveles inimaginables, aunque también ha exigido sus víctimas, porque son pocos los que se atreven a anteponer la verdad al interés propio. Hipatia de Alejandría, Giordano Bruno, Nicolás Copérnico, Galileo Galilei, etc., son solo algunos de los mártires que hoy la ciencia reconoce como grandes próceres pero que en su momento fueron perseguidos, calumniados y vituperados por criticar las verdades tenidas entonces por absolutas por el status quo.

En las ciencias sociales, el fenómeno es el mismo y la crítica filosófica ha sido la antesala de las transformaciones más radicales de la historia mundial y nacional que hoy celebramos y reconocemos, pero que nos negamos a emular. El terror que hoy se percibe en el gobierno mexicano a ser criticado es alarmante, y las secuelas del autoritarismo con el que lo pretenden combatir comienza a preocupar a más de uno que, como en los tiempos más oscuros de la inquisición, debe cuidar bien sus palabras si no se quiere hacer merecedor de un escarmiento público por parte del grupo en el poder. No es mi intención defender aquí a los “enemigos del presidente”, por muchos de los cuáles no pondría nadie la mano en el fuego, ni contraatacar con la misma falacia “ad hominem” que el gobierno actual utiliza para descalificar los argumentos de todos sus críticos.

El objetivo es poner sobre la mesa la necesidad de reconsiderar las opiniones y argumentos, sobre todo de los movimientos de izquierda a los que dice representar el señor presidente, por el propio bien de su gobierno. Una de las grandes tragedias de la izquierda a nivel mundial ha consistido precisamente en descalificar y perseguir a los críticos de su misma corriente por radicales o dogmáticos, sin entender que con ello le abren la puerta de par en par a los movimientos de derecha, que al ver cómo son destruidos y atacados por su “radicalismo” o por su actitud crítica estos grupos, no pueden más que aplaudir y festejar los atropellos, a sabiendas de que eso les allana el camino al poder. Si se quieren ejemplos, solo es preciso voltear a Brasil, Argentina o Chile en estos momentos.

La crítica debe ser, pues, despojada de prejuicios e intereses personales. El presidente tiene la obligación de escuchar a todos los movimientos sociales porque, en teoría, es el representante de los más de ciento treinta millones de mexicanos, y no solo de los treinta millones que votaron por él. Aunado a eso, no puede, no debiera, ateniéndonos a la lógica expuesta —como representante de un partido de autoproclamada izquierda— que descalificar los argumentos sin evaluar su viabilidad y utilidad en beneficio de las grandes mayorías. Hoy son ya legión los críticos que desagradan al presidente y a quienes desautoriza y agrede con calificativos como conservadores, fifís, mafia del poder, deshonestos e insensibles, corruptos, “intermediaristas”; y descalifica cualquier opinión discrepante de la suya propia, en lo que prefigura un síndrome de autismo político estremecedor.

Por el bien de México es necesario poner un alto a las manifestaciones de despotismo y terror que han acompañado los primeros meses de gobierno de AMLO. Los agraviados ante su prepotencia no son los individuos que deciden criticar y defender la verdad, sino los cientos de miles, en ocasiones millones, de mexicanos, que son representados por ellos y a quienes se les da la espalda porque se parte de la premisa de la infalibilidad presidencial, y también de que quien ose exponer así sea tímidamente una opinión diferente, sólo busca destruir la 4T. La crítica es necesaria para el desarrollo y mejora del país, y rechazarla por necedad y soberbia no resuelve el problema; todo lo contrario, lo agrava. Si se quiere salvar al país del abismo al que está siendo precipitado, es urgente aceptar la crítica con humildad y enfrentar los problemas reales con acciones y no con descalificaciones, calumnias y ataques.