TPP: Pan con navaja

Opinión de Omar Carreón Abud. Dirigente del Movimiento Antorchista en Michoacán


TPP: Pan con navaja

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2015, 08:17 am

No debe exagerarse, pero el tema de hoy es trascendente, puede afectar gravemente a varias generaciones y debe ser atendido por todos los mexicanos responsables, no sólo por el pueblo, sino por muchos otros ciudadanos a quienes les preocupen la libertad, la democracia y la soberanía nacional que no son sólo conceptos sino formas de vivir en sociedad. Desde hace cinco años por lo menos, se cocina en secreto un gran pacto con Estados Unidos y otros diez países mediante el cual, decisiones esenciales, trascendentes, que ahora, con todas las limitaciones que existen, tomamos los mexicanos, van a quedar fuera de nuestro alcance y serán decididas por las más grandes corporaciones del mundo atendiendo a intereses particulares relativos a la maximización de sus ganancias.

El pasado 5 de octubre, se anunció en una conferencia de prensa celebrada en Atlanta, Georgia, la firma de un importante avance en la celebración de ese pacto entre Estados Unidos, Japón, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Singapur, Brunéi, Malasia, Vietnam, Perú, Chile y México, que impactará al 40 por ciento del Producto Interno Bruto del mundo, al 12 por ciento de su población y a un tercio de los intercambios de mercancías en el planeta. Se llama Trans-pacific Partnership (TPP) y, calculadamente, su denominación no lleva la palabra pacto ni acuerdo, que tendrían implicaciones jurídicas incómodas para su aprobación en varios países, sino “partnership” que válidamente puede traducirse por “asociación”, una palabra mucho menos comprometedora y más aceptable en Estados Unidos mismo, ya que un “tratado” tendría que contar con la ratificación de las dos terceras partes del Senado para ser aprobado.

El acuerdo está impulsado por Estados Unidos. Obviamente. El pasado 24 de junio, el Senado estadounidense le otorgó poderes al presidente Barack Obama para que acelere los trámites, el ya conocido fast track, lo cual obliga a los mismos congresistas de ese país a aprobar las propuestas del presidente en paquete, sin la posibilidad de introducir cambios. Estados Unidos que ha sido durante muchos años, la economía dominante del mundo, enfrenta graves problemas internos y una competencia avasalladora en el exterior, no sólo por parte de China, sino por varios otros países, problemas internos y competencia que están poniendo en peligro su hegemonía y lo tienen sumido en una crisis que muchos catalogan como terminal. Al firmar el documento, el presidente Barack Obama declaró, por tanto, que se trataba de un acuerdo estratégico que tenía como propósito evitar que China controle el grueso de los flujos de mercancías y servicios y evitar que sea ese país el que escriba las reglas del comercio mundial. “Incluye –añadió- los compromisos más sólidos en materia de trabajo, medio ambiente y comercio en toda la historia y la falta a esos compromisos es, a diferencia de otros acuerdos pasados, sancionable”.

Se trata de un documento muy voluminoso de treinta capítulos en el que, según se ha sabido, sólo cinco se refieren al comercio propiamente dicho -“el TPP no gira alrededor del libre comercio”, es más, “instrumentaría una agenda que en los hechos funcionaría en contra del libre comercio”, ha escrito el Premio Nobel, Joseph Stiglitz- los otros 25 capítulos tendrán un impacto decisivo en las vidas de millones de seres humanos como trabajadores y como consumidores, en el aire, el agua, los alimentos y las medicinas, entre otros. Es, a no dudarlo, un pacto de dominación geopolítica y económica.
El TPP ha sido considerado, pues, como una solución definitiva a los riesgos que corre la hegemonía de EU y busca garantizar el abastecimiento constante, barato y sin restricciones de materias primas para sus industrias; la eliminación de todas las barreras al comercio sin importar los daños a la seguridad alimentaria (“eliminará más de 18 mil impuestos que varios países aplican a nuestros productos”, dijo Obama); la ampliación de los sectores económicos para invertir, mediante una mayor privatización de los servicios que hasta ahora prestan los gobiernos; la eliminación de obstáculos para el otorgamiento indiscriminado de créditos a los países para dar salida al exceso de liquidez de los grandes bancos; el cambio de las leyes internas para incorporar mayor protección a los derechos de propiedad intelectual en beneficio de las empresas productoras de medicinas (sobre todo en lo que se refiere a tratamientos biológicos) lo cual prolongaría los monopolios y retrasaría la entrada de la competencia de genéricos para bajar los precios con severos daños a la vida humana. En síntesis, el TPP trata de asegurar la obtención permanente y creciente de ganancias fabulosas para las más grandes empresas.

Si se aprobara el TPP quedaría también bajo dominio imperialista, el propio conocimiento universal al extender los derechos llamados de copyright a más de 70 años para aumentar las ganancias de las grandes empresas que detentan dichos derechos y que complicaría y encarecería el trabajo de bibliotecas y archivos, así como de investigadores y periodistas o simples usuarios que deseen usar documentos que de otra forma serían del dominio público. La privacidad de la información de los ciudadanos no escapará tampoco al duro control. De acuerdo con lo estipulado en el TPP, según señala el director editorial del periódico El Economista: “una empresa que distribuya servicios de telecomunicaciones, internet, por ejemplo, podría ser responsable del mal uso de programas de software o del tráfico de programas piratas”, lo cual implica, en pocas y resumidas palabras que, con este pretexto, la compañía proveedora del servicio podrá intervenir nuestros trabajos y comunicaciones a fin de garantizar que no se hace “mal uso de programas de software” o que no existe “tráfico de programas piratas”; estamos, por tanto, ante el fin ya abierto y descarado de la privacidad sin que sea necesario recurrir al espionaje que hasta ahora es ilegal.

Ahora bien, en el TPP que presumiblemente deberá firmar México en los próximos meses, quedará asentado que en caso de violación de alguno de los aspectos comprometidos que ocasione una controversia entre el gobierno y alguna empresa transnacional, la solución del diferendo, el jurado que dictaminará quién es culpable y qué castigo deberá recibir, será un jurado internacional privado y vinculante, bajo la jurisdicción del Banco Mundial o la Organización de las Naciones Unidas –hay quienes afirman que estos tribunales serían secretos- lo que se denomina en el convenio “arbitraje de diferencias inversor-estado” mediante el cual las gigantescas corporaciones podrán demandar a los gobiernos y exigir indemnizaciones millonarias.

Quienes comentan este aspecto del tratado dan ejemplos en los que una acción gubernamental para normar o limitar las acciones de una transnacional –por caso, para proteger el ambiente o la salud- derivarían en una sanción multimillonaria contra el país porque supuestamente se dañaría la rentabilidad esperada de las empresas, lo cual sería en realidad una doble extorsión, por una parte el gobierno tendría que pagar con dinero de los contribuyentes, por la otra los contribuyentes mismos, como ciudadanos, tendrían que pagar el costo con su salud o las alteraciones de su vida. Los congresos tendrán, pues, que pedir permiso antes de legislar. ¿Puede esto interpretarse de otra forma que no sea ceder la soberanía?

No debe haber ninguna duda de que no faltara quien nos quiera presentar el TPP como una panacea, la medida que estábamos esperando y necesitando para salir de nuestros problemas, se dirá que se abrirán nuevos mercados, que habrá mayor crecimiento económico pues será la región con un mayor crecimiento en todo el mundo, etc., etc., nos van a ofrecer un pan…pero con navaja. Pero “si usted lee, escribe, publica, piensa, escucha, baila, canta o inventa; si usted es productor o consumidor de alimentos, si usted está enfermo o puede estar enfermo algún día, el TPP lo tiene en sus redes”, dijo tajante el fundador de Wikileaks Julian Assange. Aterrador ¿no? En consecuencia, mientras que el NAFTA o TLC era un gozquecillo, el TPP será para los pueblos un auténtico rottweiler. Ya verá que sí.