Siria, cuarto año de guerra civil

**Ya no queda mucho de los sueños de los revolucionarios que hace tres años salieron a las calles en Damasco y en la ciudad de Daraa para reclamar reformas


Siria, cuarto año de guerra civil

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2014, 17:30 pm

Damasco, Siria.- "Esta revolución aún vive, pero el precio que pagamos es más alto de lo que jamás nos habíamos imaginado", escribió Fais Sara. En las palabras del opositor sirio está el dolor de un padre que acaba de perder a su hijo. Wissam Sara, de 27 años, fue torturado hasta la muerte en los sótanos del régimen del presidente Bashar al Assad. Su destino es sintomático de la crueldad con la que se lleva adelante la guerra en Siria.

Ya no queda mucho de los sueños de los revolucionarios que hace tres años salieron a las calles en Damasco y en la ciudad de Daraa para reclamar reformas.

En Alepo, la Fuerza Aérea aterroriza a la gente con bombas-barril lanzadas sobre las zonas residenciales.

En el campo sitiado de refugiados palestinos de Yarmuk, que está a sólo 15 minutos del palacio presidencial de Damasco, en las últimas semanas murieron de hambre decenas de personas. En el norte luchan brigadas islámicas de diferente color.

Muchos de los activistas de 2011 hoy están muertos, en prisión o en el exilio. No sólo huyeron de los esbirros del régimen, sino también de los terroristas árabes, para los que Siria es una etapa más en la "yihad global".

"El régimen caerá, pero aún pasará mucho tiempo", dice el crítico Jalid Jodsha. Fawas Sakri, que en 2011 organizó las primeras manifestaciones contra el régimen junto con Jodsha y otros exiliados, espera que Assad pierda el control en el cuarto año del conflicto. "Su capacidad de tomar decisiones disminuirá, porque la influencia de las milicias chiitas y de los asesores rusos crece".

El 15 de marzo de 2011, una manifestación en la capital siria, Damasco, puso en marcha una ola de protestas contra el régimen de Assad. Tres años después del comienzo del levantamiento, Siria es, de hecho, un país dividido.

En la capital, en Al Suwaida, así como en las ciudades costeras de Latakia y Tartus, el régimen aún gobierna sin límites. En Al Rakka se estableció el grupo Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS), dominado por combatientes extranjeros.

Con la tolerancia del régimen, grupos kurdos establecieron en varios distritos una especie de autonomía. En Alepo y en Idlib, dominan brigadas islámicas. El Ejército Libre Sirio, fundado por desertores, controla zonas más amplias en el sur del país desde que las tropas del gobierno redujeran allí sus ataques.

El Ejército regular, más allá de algunos oficiales leales de la Fuerza Aérea, apenas participa ya en los combates. Pero aún protege la capital. Sin embargo, en las poblaciones en combate en torno a Damasco luchan en primera línea del frente casi exclusivamente milicianos. La mayoría de ellos pertenecen a la milicia libanesa Hizbollah apoyada por Irán y a grupos chiitas de Irak.

El primer intento serio de hallar una solución política a esta guerra, que ya dejó sin hogar a 8,5 millones de sirios, fracasó a comienzos de este año. Las conversaciones de paz entre la oposición y los representantes del régimen de Assad, bajo mediación del enviado de la ONU Lakhbar Brahimi, no arribaron a ningún resultado. Aún no hay fecha para la siguiente ronda de conversacioens.

Los opositores al régimen lograron una victoria moral en las negociaciones en Ginebra, porque Brahimi dijo claramente que no fueron ellos los que impidieron el acuerdo, sino la dirección en Damasco. Pero el derramamiento de sangre continuó durante todas las conversaciones.

Tampoco una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU de febrero pasado, que reclamó a ambas partes que garanticen a las organizaciones humanitarias el acceso a las ciudades sitiadas, cambió en algo la situación.

Las posibilidades para un acuerdo político son bajas en este momento. Por la crisis en Ucrania se volvió aún más improbable que Estados Unidos y Rusia desarrollen una visión común para Siria.

Los que apoyan a los opositores al régimen están peleados entre ellos. Qatar y Arabia Saudí financian a diferentes grupos de la oposición y suministran armas a distintas brigadas.

William Young, un ex colaborador de la CIA y experto de Rand Corporation, instó al presidente estadounidense, Barack Obama, a despedirse de la estragegia de "Assad debe irse", dadas las circunstancias. "Assad debe ser visto como parte de la solución", argumenta.

La directora de la sección para Cercano Oriente de la Fundación Carnegie, Lina Khatib, opina diferente. Ella considera la integración de los oficiales del Ejército sirio el camino correcto para lograr la caída de Assad sin sumir a todo el país en el caos.
Por Anne-Beatrice Clasmann/DPA