Sin justicia, Miriam Cristina Gallegos, 11 años después

**Su caso se incluyó en la oleada de las llamadas “desaparecidas de Chihuahua”. **Su expediente era, y es raquítico, y nadie investigó a fondo nunca.


Sin justicia, Miriam Cristina Gallegos, 11 años después

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2011, 16:10 pm

Por Froilán Meza Rivera

Chihuahua, Chih.- Miriam Cristina Gallegos Venegas tenía algo menos de 17 años el 4 mayo del 2000, cuando desapareció. Su cumpleaños se celebra los días 8 de mayo. El caso de su ausencia fue conocido apenas en abril del 2001, casi un año después, cuando se ventiló en público, junto con los casos de las otras cuatro jovencitas que desaparecieron en circunstancias similares y que fueron conocidas en su momento como “las desaparecidas de Chihuahua”.

Por supuesto que ese grupo de infortunadas se nutrió después con el conocimiento de más casos como los de ellas.

La madre dejó de buscar a Miriam, porque sus restos fueron encontrados en noviembre de 2003, al norte de la ciudad y fueron guardados en una gaveta dentro del Complejo Estatal de Seguridad Pública (conocido como el C4), sin que las autoridades hubieran tenido nunca la iniciativa de realizar ninguna investigación forense ni de ningún tipo. Ahí estuvieron sus despojos, hasta que el Equipo Argentino de Antropología Forense realizó un estudio genético y determinó su identidad en diciembre de 2005.

RAQUÍTICO EXPEDIENTE, NULA INVESTIGACIÓN

Su caso nunca se distinguió porque se le hubiera puesto atención. Se sabe, por ejemplo, que en 2002, su expediente contenía tenía sólo 21 hojas, pero nada “duro” ni esencial, sólo oficios y hasta carteles de búsqueda de otros casos de jovencitas desaparecidas también. La búsqueda de Miriam Cristina la iniciaron diez días después de que sucedió su desaparición, y fue mínima, de acuerdo a la madre, Carmen Venegas.

La ausencia de Miriam revistió siempre para su familia, características inquietantes porque, aunque ya en una ocasión había intentado irse de casa, ella tenía una cuenta de nómina en la que estaba todavía el último pago de su trabajo, casi mil pesos, mismos que permanecieron intactos, a pesar de que en el momento de su ausencia llevaba la tarjeta con ella. Sus familiares se preguntaron, extrañados, por qué no había usado ese dinero, si es que se fue por propia voluntad.

Su tía, Micaela Gallegos, se quejó en 2001, de que los agentes que traían el caso de su sobrina, Ordóñez y Tarango, descuidaron la investigación, y que se dedicaron a sembrar puras suposiciones para desalentar a los padres de seguir buscando a la hija perdida. Que les decían, por ejemplo, sin ninguna base real en qué sustentar su dicho, que la muchacha había sido vista con el cabello teñido de rubio, que se quitó el lunar que tenía en la cara, y que en una ocasión la vieron en una discoteque, de donde se les escapó al querer atraparla.

TIMBRAZOS Y ANGUSTIA

El 4 de mayo del año 2000, Miriam había salido de su casa rumbo al trabajo (era capturista en una empresa de la avenida de Las Américas), y ya no se volvió a reportar ni al trabajo ni a su casa con sus padres.

Antes de que sus restos fueran identificados por el equipo argentino, a la madre de Miriam Cristina, a la señora Carmen Venegas, se le saltaba el corazón cada vez que timbraba el teléfono en casa, porque se le agolpaban en ese instante todas las angustias sufridas en todo el tiempo transcurrido sin la presencia querida de la hija de sus entrañas.

¡Riiinggg! La llamada telefónica sin voz que se prolongaba por varios minutos, le daba a la madre la certeza de que la innombrada presencia que permanecía muda del otro lado de la línea, era la de su retoño ausente.

Nunca supo ella quién le marcaba y se quedaba mudo. O muda.

“Espérate, hija, no cuelgues, déjame ir a bajarle a la estufa”, le decía Carmencita, y la mano del otro lado del cordón sostenía firme el auricular. Quien quiera que haya sido, no colgaba, pero tampoco decía palabra. La madre le platicaba, trataba de platicarle como si ella hubiera estado dorando la pasta y moliendo los tomates, y como si la hija hubiera estado sentada junto con ella en la cocina, hojeando una de aquellas revistas que tanto le gustaba leer, o viendo las fotos del álbum sacado de la recámara.

A Carmen se le antojaba que ésas eran algunas de tantas ocasiones cotidianas, llenas de tantos detalles al parecer insignificantes, pero que, con la ausencia de Miriam, se agrandaban y la llenaban de profunda tristeza. El lunar de la mejilla de su niña, que tan bonita le hacía verse pero que a ella nunca le gustó, los cuadernos llenos de su letra, sus vestidos que aún cuelgan como esperando a que su dueña los vuelva a enfundar, las ocasionales discusiones que siempre acababan, tarde que temprano, por superarse por obra y gracia del filial amor...

El próximo 8 de mayo, Miriam Cristina cumpliría ya 28 años de edad.