Semáforo rojo y daltonismo político

Por Brasil Acosta Peña


Semáforo rojo y daltonismo político

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2021, 15:50 pm

(El autor es Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton, fue catedrático en el CIDE.)

Paul Joseph Goebbels, el inescrupuloso publicista de Hitler, usaba la mentira para generar percepción a favor del régimen nazista. Por ejemplo, el ejército Nazi invadió Polonia utilizando la estrategia de lo que denominaron la guerra relámpago, Blitzkrieg; no había razón para invadir Polonia, salvo los afanes expansionistas basados en el principio del espacio vital, Lebensraum, que no era otra cosa sino el intento por hacerse de más territorio para seguir invirtiendo capital y para explotar a la mano de obra polaca y de Europa en favor de los grandes capitales alemanes; pues bien, los alemanes atacaron a los polacos so pretexto de un ataque polaco contra el ejercito alemán; sin embargo, eso fue un invento de Goebbels, una mentira. Los alemanes se creyeron el cuento del falso ataque y respaldaron la feroz e injustificada invasión.

Pues bien, algo parecido sucede con el actual gobierno mexicano, que se basa en la estrategia de Goebbels que consiste en repetir una mentira 1000 veces para que se convierta, en la percepción de la gente, en “verdad”. Se trata de un verdadero programa de manipulación. Por eso, quiero alertar a mis lectores, amables y pacientes, del juego mediático del presidente y de lo que realmente está detrás del “llueve, truene o relampaguee” que el presidente está usando para el inicio de clases presencial, aún cuando no hay condiciones materiales ni de salud por la pandemia.

Hay en el ambiente un doble problema en materia escolar: el primero de ellos es que las madres de familia ya están desesperadas por tener a sus hijos encerrados en sus casas y sin la posibilidad de que reciban clases en línea simple y sencillamente porque no tienen señal internet o dinero para adquirirla, computadora, teléfono, tiempo, paciencia, etc., como se observa en la siguiente encuesta que el Inegi publicó y que revela datos interesantes que se exponen enseguida: “Los motivos específicos asociados a la COVID-19 por los que no se concluyó (la escuela en todos los niveles desde preescolar hasta nivel superior) fueron: perdió el contacto con maestras/maestros o no pudo hacer tareas (28.8%), alguien de la vivienda se quedó sin trabajo o redujeron sus ingresos (22.4%), la escuela cerró definitivamente (20.2%) y carecía de computadora, otros dispositivo o conexión a internet (17.7%)”. En términos numéricos: “la cifra de 5.2 millones de personas entre los 3 y 29 años de no inscritos actualmente en el ciclo escolar 20/21 corresponde a la suma de dos causas: por motivo asociado a la COVID-19, y el otro por causa de falta de dinero o recursos. De esta población, aquella no inscrita por motivo de la COVID-19 o por falta de recursos en el nuevo ciclo escolar y que sí lo estuvo en el correspondiente al 2019-2020 fue de 1.8 millones de personas.”

El segundo problema consiste en el fracaso del modelo televisivo y por internet que demostró la improvisación de este gobierno que trajo consigo un problema adicional: el estrés intrafamiliar, la depresión y, peor aún el suicidio (“las problemáticas principales que podrían llevar al suicidio son estrés (39%), emociones (26%), pensamientos de autolesión (14%), crisis (15%), violencia (4%) y consumo de sustancias (4%).”).

Pues bien, esa es, en cierta medida, con base en las encuestas que le han de llevar al presidente y que muestran la desesperación de los padres por enviar ya a sus hijos a clases lo que hace que el presidente actúe con tal arrogancia en Baja California Sur: “ya no podemos tener a los niños encerrados, o dependiendo por entero, por completo del Nintendo (sic), eso es, deveras, muy tóxico… México junto con Bangladesh, son de los que más tiempo han tenido cerradas las escuelas. Ya no se puede, nos va a afectar hacia adelante…” y en otra mañanera dijo: “si no quieren que vayan sus hijos a las escuelas, pues que no los manden… pero si tenemos que pensar en la importancia de la educación”.

Pues bien, ¿y la pandemia? ¿y el semáforo rojo? Aquí se revela una nueva incongruencia de este gobierno. Se vuelve a elegir entre “inconvenientes” como ya aconteció en Tabasco: inundamos Dos Bocas o inundamos a los más pobres y AMLO prefirió inundar a sus paisanos pobres; pues ahora los inconvenientes, en medio del pico más alto de la pandemia, son: mandamos a los niños a la escuela y propagamos así el virus para generar más muertes y contagios; o mantenemos a los niños en sus casas para evitar mayores niveles de contagio. Desde el principio este gobierno ha desdeñado a la ciencia y, por ello, México es uno de los países que han manejado de la peor manera la pandemia y con eso de que el presidente parece tener daltonismo político, pues al semáforo rojo lo ve en naranja, mandará a los niños al contagio y no escuchará las voces de los legisladores, estudiantes de la FNERRR y padres de familia que consideran, como “La Unión Nacional de Padres de Familia (que) informó que cerca del 70 por ciento de los afiliados califican como desafortunado y riesgoso para millones de menores y adolescentes el regreso a las aulas”.

¿Por qué se empeña el presidente, entonces, en abrir las escuelas y se incrementen los contagios? Porque a él le interesa ganarse a los padres de familia con esas acciones mediáticas estilo Goebbels, le preocupa es la votación del 2024, no la vida de los mexicanos. Si quiere el presidente que haya clases en las escuelas, que consiga vacunas Pfizer, pues es la única que está estudiada como efectiva en menores, que vacune a niños y jóvenes y luego que abra las escuelas, tal como propone la FNERRR. De no hacerlo así, simplemente es una arbitrariedad, una maniobra para ganar allegados, pero a costa de la muerte del pueblo pobre, pues hoy los hospitales ya no tienen medicamento para el Covid y tampoco anestesia para intubar a los pacientes. Que el gobierno se preocupe por resolver de fondo el problema de la pandemia, es decir, que piense primero en la vida de los mexicanos y luego en sus intereses electoreros y en levantar su imagen con medidas goebbelianas.