Se inaugura en Pekín el Museo del Marxismo

Encaminado a concienciar a los jóvenes despolitizados


Se inaugura en Pekín el Museo del Marxismo

La Crónica de Chihuahua
Julio de 2014, 16:40 pm

En pleno siglo XXI, acaba de abrirse en Pekín el primer museo dedicado íntegramente al marxismo. Es el más grande del mundo y cuenta con ocho secciones, tantas como los periodos en los que sus responsables han dividido la historia de la ideología de Karl Marx. La Oficina de Traducción y Compilación Central de China (CCTB), en cuya sede se encuentra el museo, se encarga de la presentación de los documentos marxistas traducidos al chino nada menos que en los últimos cien años. Además, se exponen fotos, esculturas, reproducciones de documentos originales, antiguos periódicos, ediciones históricas de “El Capital”, y archivos fundamentales para dar a conocer cómo fueron traducidos y difundidos por toda China estos materiales. “Nuestro objetivo -ha dicho Yang Jinhai, secretario general del CCTB- es formar en los valores marxistas, sobre todo a los jóvenes”.
Llama especialmente la atención la idea subyacente en todo el museo de que la mezcla de marxismo y confucianismo es lo que ha hecho posible el despegue económico de China, mientras que un marxismo a secas no ha podido levantar la economía soviética y ha fracasado en otros países.

El Partido Comunista de China (PCC), que acaba de cumplir sus primeros 90 años de edad, es actualmente la agrupación política más grande del mundo, con más de 80 millones de miembros y la más exitosa con 62 años ininterrumpidos de gobierno.

Hu Jintao, el actual presidente de la República Popular China, forma parte de la “cuarta generación” de dirigentes comunistas de China. La primera fue la de Mao Zedong, el revolucionario que dirigió el país con mano de hierro durante 27 años (el “Gran Timonel”) sin salirse de la estela marxista. La segunda fue la de Deng Xiaoping, arquitecto de las reformas económicas y autor de frases tan celebradas como la del gato cuyo color no importa con tal de que cace ratones (pragmatismo) o la de que enriquecerse “es glorioso” (capitalismo). En lo político, el “Pequeño Timonel” Deng fue continuista. La “tercera generación” fue la de Jiang Zemin. Entretenido en ver como se peinaba el tupé o cantaba karaokes por Elvis, Occidente no supo valorar que Jiang fue el autor de la decisiva teoría de la “Tres Representaciones” según la cual, a partir del 2002, el PCC ya no representa sólo a los obreros y campesinos, sino a “las fuerzas productivas avanzadas, la cultura innovadora y a las amplias masas”. Es decir, el partido todavía llamado “comunista” acogía ya a los empresarios, a los financieros y a la clase media: los antiguos “enemigos del pueblo”.

Hu Jintao, que será sustituido como secretario general del PCC a finales de 2012 y como presidente del país en marzo del año siguiente, heredó en noviembre de 2002 un partido claramente escorado a estribor (a la derecha, para los que no dominen los términos náuticos), que ya había abandonado definitivamente la economía planificada para sustituirla por otra de mercado, lo que la ha convertido en la segunda potencia económica mundial.

Pero mientras la economía (el nivel de vida) de los chinos mejora, también sube de forma exponencial el desinterés por la política, especialmente entre los más jóvenes. Para recuperarlo, el propio Hu Jintao presentó hace tiempo una especie de “catecismo cívico” titulado “Ocho honores y ocho deshonras”. En él se enumeran de forma muy didáctica ocho virtudes capitales y sus respectivos pecados: Amar a la patria, en vez de perjudicarla. Servir al pueblo, en vez de apartarse de él. Preocuparse por aprender, en vez de permanecer en la ignorancia. Trabajar duro, en vez de holgazanear. Solidaridad en vez de egoísmo. Honestidad, en vez de inmoralidad. Disciplina, en vez de delincuencia. Y sencillez, en vez de ostentación. Un intento desesperado por volver a la «recta senda» y que sin duda tendrá un lugar de honor en este vintage Museo del Marxismo que se acaba de inaugurar