Se asustan niños, y los vecinos batallan para dormir, por balaceras

**“Los niños vieron todo, desde cuando llegaron, dispararon y cuando estaban todos heridos o muertos, ensangrentados”, recuerda una habitante del lugar.


Se asustan niños, y los vecinos batallan para dormir, por balaceras

La Crónica de Chihuahua
Junio de 2018, 19:39 pm

El Diario

También hubo víctimas circunstanciales, como una adolescente que fue alcanzada por una esquirla de los proyectiles de arma de fuego que fueron disparados esa noche.

Ciudad Juárez, Chih.- Desde la noche del pasado sábado vecinos del cruce de las calles Acacias y Boro, de la colonia Niños Héroes, enfrentan serias dificultades para dormir.

El estruendo de los balazos, los gritos de las madres y padres de familia buscando a sus hijos, la confusión y el terror que experimentaron esa noche, cuando un tirador “muy joven” acribilló a un grupo de hombres, matando a tres e hiriendo al menos a seis personas más, se repite a la hora de tratar de descansar por las noches.

“Aquí siempre hacían fiestas en la calle, era cosa de todos los días, se la pasaban tomando cerveza, pero también había muchos niños jugando”, recuerda un testigo de lo que pasó a las 21:30 horas del 16 de junio anterior.

Era una noche normal en el barrio, coinciden los entrevistados, quienes piden que no se publiquen sus identidades por temor a represalias.

Los niños jugaban en los callejones que conforman ese sector ubicado en el norponiente de la ciudad, donde predominan las casas-habitación.

Justo a dos cuadras al sur de la secundaria Altavista, sobre la calle Boro en el cruce con Acacias, era normal que un grupo de hombres se juntara a beber casi a diario, pero la noche del sábado pasado esa rutina fue alterada por las detonaciones de un arma larga.

“Primero creí que eran cuetes, pero luego se escucharon más fuerte, las mamás y los papás comenzaron a correr para todos lados gritando para buscar a sus hijos que estaban jugando ahí, mire…”, señala hacia la esquina un vecino.

Los entrevistados coincidieron en que al sitio llegaron varios vehículos, no precisan cuántos, pero sí en que fue una sola persona la que descendió de uno para comenzar a disparar de forma indiscriminada en contra de quienes estaban en la esquina.

El sicario “era un chavalillo” de unos 20 años calculan, no utilizó capucha para cubrirse la cara y se veía como una persona normal, hasta que se dieron cuenta que empuñaba “un rifle o algo así”, menciona uno de los testigos.

En cuestión de segundos, o minutos para algunos, la escena cambió por completo de fiesta a los ayes de dolor y a la sangre que los muertos y los heridos regaron en banquetas y pavimento.

“Los niños vieron todo, desde cuando llegaron, dispararon y cuando estaban todos heridos o muertos, ensangrentados”, recuerda una habitante del lugar. “Mi niña no puede dormir, tiene miedo”.

También hubo víctimas circunstanciales, como una adolescente que fue alcanzada por una esquirla de los proyectiles de arma de fuego que fueron disparados esa noche.

Los entrevistados no se ponen de acuerdo en el número de balazos que escucharon, para algunos fueron 10, para otros como 20, para unos más resultaron incontables.

En lo que coinciden es que el sector es conocido porque se vende mucha droga y en que los compradores son estudiantes de primaria y secundaria, que la situación a nadie le importaba, ni siquiera a los habitantes del sector, menos a la policía, cuyos elementos protegen esa actividad ilícita.

“Aquí venía gente a todas horas, en la mañana, la tarde, la noche, la madrugaba, ya sabían que aquí encontraban lo que quisieran. También policías y les deban su cuota, ellos mismos los protegían”, asegura otra vecina mientras vigila si alguien que pueda verla está en la calle.

Del hecho, dicen los testimonios recogidos ayer, queda el miedo, también la certeza de que la venta de droga seguirá y, tal vez, la expectativa de otro ataque como el del sábado.

En la esquina queda una cinta roja que la policía utilizó para acordonar el área, está atada todavía a uno de los postes en un extremo, mientras el otro es arrastrado por el viento ligero sobre el pavimento.

“Nadie la quiere quitar, nadie quiere acercarse, creo que todos tenemos miedo”, menciona un habitante del sector. “Muchos ya no podemos dormir”.