Rubén Carrillo Arenas, símbolo del barrio de Los Cuarteles

**Donde está su casa, antaño eran puros llanos, puro monte, chaparros y el arroyo…


Rubén Carrillo Arenas, símbolo del barrio de Los Cuarteles

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2018, 15:03 pm

Chihuahua, Chih.- Sumó los cien años pasaditos, puesto que nació en el lejano 20 de julio de 1908 y falleció el 28 de diciembre del 2008. Su vida se convirtió en una referencia para sus vecinos en el barrio de Los Cuarteles, pues era la memoria viviente de un Chihuahua que ya no existe.

Como muchos chihuahuenses de entonces, él fue originario de Zacatecas, para más señas, del municipio de Tepechitlán (lugar de peñascos, en náhuatl).

Casi toda su vida transcurrió en la tranquilidad relativa y por mucho tiempo suburbana de Los Cuarteles, donde formó un hogar y una familia con su esposa Manuela Rascón Vega. Con ella tuvo a sus tres hijos: Francisco, Ana María y Rubén, quienes con el ejemplo del padre se convirtieron a la postre necesariamente en personas de bien y de trabajo.

Trabajó en la milicia, en la que se dio de alta en 1936, y donde alcanzó el grado de Cabo de Caballería Comandante de Escuadra del Vigésimocuarto Regimiento de Caballería, para terminar años después en el Vigésimo Regimiento, de Caballería también. En pláticas con el profesor Antonio Becerra, le contó a éste que le había tocado combatir en San Luís Potosí contra la rebelión de Saturnino Cedillo.

Don Antonio tiene recuerdos de Rubén: “Parados en la esquina de la Ernesto Talavera y De la Llave, me platicaba Rubén ‘El Zapatero’ : Mire, Toñito, desde aquí se veía el Santuario de Guadalupe. Quiere decir que todo eso no existía. Las casas, el Seminario, la fábrica… era puro monte, chaparros y el arroyo… Ahí, donde está su casa no había nada, era puro llano; jugaban a la patada y al beis y así me fue dando pormenores de la fisonomía de un barrio que ya no existe”.

Sus andurriales eran la colonia Linss, la Rubio y lo que queda de Los Cuarteles.

El apodo de “Zapatero” se lo ganó a pulso Rubén Carrillo, ya que un tiempo abrió una peluquería con reparación de calzado en el mismo barrio, y resulta que el oficio lo había aprendido en Guadalajara. Era bueno, dicen, tanto, que podía fabricar zapatos haciendo él mismo las plantillas, y no sólo hacer remiendos.

En un tiempo se tuvo que ir de bracero a los Estados Unidos, de donde se regresó para acá a trabajar como conserje.