Reportaje: La guerra por los energéticos

**ESPECIAL/ La Crónica de Chihuahua


Reportaje: La guerra por los energéticos

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2014, 22:37 pm

Martín Morales Silva

Una nueva guerra comercial, con tintes militares, se libra actualmente en el mundo por la posesión de fuentes de energía indispensables para mover económicamente a los países. Con las recientes reformas a su industria energética, México entró a esta conflagración alineado con Estados Unidos (EE. UU.). Ahora, como entonces, el país sigue esa ruta con una nueva promesa de crecimiento económico, en la que los estadounidenses se consolidaron como potencia internacional, y los mexicanos se quedaron a medias y lastrados por la inmensa pobreza de la mayor parte de su población. Después de sus alianzas con EE. UU. en la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría –en las que nuestros vecinos combatieron, primero contra Alemania y luego contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)– a los mexicanos les quedó al menos el petróleo y el gas. Pero ahora, una vez autorizada la privatización trasnacional de sus recursos energéticos, la nueva apuesta de los gobernantes del país pasa por entregar estos recursos al capital extranjero.

Con la consumación de la llamada reforma energética mediante la aplanadora legislativa (de los partidos Revolucionario Institucional, Acción Nacional, Verde Ecologista de México y Nueva Alianza), se avizora una explotación masiva e irracional de los recursos energéticos de México –gas natural, petróleo convencional, piedra lutita, electricidad, etcétera– que podría conducir al país a una dependencia económica mayor frente a EE. UU. y Europa y aumentar exponencialmente los riesgos de crisis ambiental que ya se evidencia en varias regiones de la República. Todo esto a pesar de que, a partir de 2015, la producción de petróleo convencional tocara “techo”, viniendo su declive definitivo, como lo prevén la Agencia Internacional de la Energía (IEA) y especialistas de la Universidad Anglia Ruskin de Reino Unido, por lo que las reservas petroleras convencionales se convertirán en tesoro codiciado por las superpotencias.

Desesperada búsqueda

Para aliviar sus necesidades, EE. UU ha buscado soluciones en donde sea. Por ejemplo, el ex presidente George W. Bush se lanzó a desarrollar gasolinas a partir de maíz, pero el proyecto resultó no sólo ampliamente condenado, sino financieramente inviable. No hay tanta producción de maíz en el mundo como para cubrir las demandas de su país. Otra opción fue el desarrollo de energías nuclear y eólica, pero el alto costo también las hizo imposibles por ahora. Otra alternativa ha sido la energía de fuentes no convencionales extraídas del subsuelo marino que, sin embargo, ofrecen mayores dificultades operativas y los estadounidenses apenas están en etapa de exploración en su área territorial del Golfo de México y pronto lo harán en la parte mexicana.

Una opción más es el petróleo del subsuelo terrestre a partir de arena bituminosa y la piedra lutita. Este último proceso es también muy caro, aunque los estadounidenses desarrollaron la técnica conocida como fracking (fractura), que es barata en dólares pero tiene un altísimo costo ecológico porque agota los mantos de agua y acaba con el medio ambiente del lugar en donde se usa.

Pronósticos opuestos Ante ese pronóstico, EE. UU. emprendió una producción de petróleo no convencional, hasta ahora aparentemente exitosa, a partir de la explotación de arenas de alquitrán llamadas bituminosas en el norte y del subsuelo de lutita en el sur de su propio territorio, que sin embargo esto no es suficiente para el abastecimiento interno futuro. No obstante, su presidente, Barack Obama, ha alardeado sobre la presunta capacidad estadounidense de llegar a ser productor “independiente”, e incluso exportador de energía hacia el año 2020, para contrastar con rusos, chinos y árabes, que tienen todavía fuentes de energía naturales.

Pero el actual boom petrolero estadounidense no va más allá de la expectativa de 2020, cuando nuevamente la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) retomaría el control de la producción y de los precios mundiales con su petróleo convencional. El 12 de noviembre de 2013, la IAE reportó que a pesar de su producción actual, EE. UU. está lejos de la abundancia permanente. Las cosas son al revés. “Para 2020 habrá pasado el mejor momento de los yacimientos de petróleo de Texas y Dakota, por lo que Oriente Medio recuperará su dominio”, indicó el informe sobre el mercado petrolero publicado por la IAE, el 29 de julio pasado.

“Está lejos de una nueva abundancia petrolera, la producción fuera de la OPEP caerá nuevamente y los países de Medio Oriente proveerán nuevamente la mayor parte del petróleo en el mundo. Oriente Medio es y seguirá siendo el corazón de la industria petrolera global por muchos años más”, señaló Fatih Birol, economista en jefe de la IAE. La realidad es que EE. UU. no vive en la jauja petrolera de la que habla su presidente y sus presunciones son sólo discurso, mera política. Por ejemplo, el 11 de marzo pasado, la Administración de Energía de EE. UU. (EIA) redujo su previsión sobre la producción de petróleo en ese país; estimó que ésta sería de 8.39 millones de barriles diarios en 2014, menor a los 8.42 millones calculados inicialmente.

Su objetivo de 9.6 millones de barriles diarios de petróleo en 2016 no se cumplirá. Las evidencias son muchas; en su análisis, la especialista internacional Deborah Rogers plantea que “tanto la EIA como la IAE prevén que los esquistos –petróleo y gas no convencional– toquen techo en breve y caigan en picado. Para la IAE, la revolución del esquisto será cosa del pasado en apenas una década”. Debido a ello, para reafirmar su poder EE. UU. no solamente tiene en mente su producción, sino que se propone obtener la de sus aliados incondicionales del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), México y Canadá, con el apoyo de los miembros del Acuerdo de Asociación Transpacífico o Trans-Pacífic Partnership (TPP); es decir, del bloque de países alineados que tiene en construcción, en el que fue incluido México hace dos años.

Para los fines estadounidenses es indispensable la explotación de las arenas bituminosas –arena con alquitrán, un hidrocarburo– existente en territorio canadiense, a partir del que se produce petróleo sintético, químicamente más pesado que el natural y que, por lo tanto, ofrece dificultades para la elaboración de petroquímicos, entre ellos las gasolinas. También tiene puesta la mirada en el petróleo y gas shale, extraíble de las profundidades de la tierra por medio de fracking, del que en el norte de México están las séptimas reservas más importantes del planeta, según la propia IAE, aunque dicho proceso de explotación representa altos costos en consumo de agua dulce y deterioro del medio ambiente.

De acuerdo con especialistas, con documentos del TPP y aun con diagnósticos del acuerdo México-EE. UU. para la explotación del petróleo ubicado en el subsuelo marino del Golfo de México, es completamente falsa la versión propagada por los impulsores mexicanos de las reformas energéticas en el sentido de que éstas eran indispensables, porque EE. UU. se estaría independizando y no compraría petróleo a México. Al contrario: hoy, más que nunca, esa nación necesita los recursos energéticos de México. Acerca de este último aspecto, debe señalarse que el lunes 14 de julio pasado entró en vigor el Acuerdo sobre Yacimientos Transfronterizos de Hidrocarburos entre México y Estados Unidos, firmado en febrero de 2012 que concerta la explotación conjunta y exclusiva de energéticos de corporativos estadounidenses e ingleses en el Golfo. Se considera que hay por lo menos 172 millones de barriles de crudo y 304 mil millones de pies cúbicos de gas natural.

Alineación mexicana

De ahí que EE. UU. haya metido de última hora a México al TPP, lo que sucedió el 2 de octubre de 2012, dos meses antes de que el panista, Felipe Calderón, entregara la Presidencia al actual mandatario, Enrique Peña Nieto. Esto se dio sin la supervisión del Senado mexicano, constitucionalmente responsable de supervisar los tratados internacionales firmados por México. Pero se hizo a pesar de que las negociaciones del acuerdo ya estaban prácticamente terminadas; es decir, se trató más de una adhesión mexicana a las condiciones impuestas por EE. UU. De acuerdo con el doctor Alejandro Villamar, especialista en el tema, quien tuvo acceso a los documentos oficiales, el acuerdo define la apertura del sector energético de los países integrantes: Australia, Brunei, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Chile, Singapur y Vietnam; Corea del sur analiza su ingreso y México fue metido ahí desde el 2012.

En contraparte están los bloques anti-estadounidenses: la liga de países árabes: Irán, Irak, Argelia, que dominan la OPEP, cartel petrolero al que pertenece Venezuela; el eje de naciones europeas lideradas por Alemania y la organización multinacional BRICS, integrada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, es la que puede salir más fácilmente a flote ante una escasez petrolera porque tienen aseguradas sus reservas de crudo convencional.

La entrega Las élites capitalistas mexicanas ponen ahora los recursos energéticos nacionales a los pies de EE. UU. a fin de ser explotados indiscriminadamente y ver qué parte de los mendrugos les toca. “De ahí esta lógica irracional de sacar todo el petróleo y gas mexicano, en lugar de decir, vamos a administrarlo de aquí a que podamos desarrollar otra energía renovable”, indicó Marco Antonio Velázquez Navarrete, secretario técnico de la Red Mexicana de Acción Frente al Libre Comercio (RMALC).

Ante la prisa, las iniciativas del Gobierno federal en materia energética pasaron por el Congreso con mínimas modificaciones; lo medular quedó plasmado en la apertura del mercado energético para su explotación por parte de los corporativos estadounidenses e ingleses, lo que coincide con lo exigido a México por la TPP. Bloques antiamericanos.

En contraparte, están los bloques de países que confrontan a EE. UU., entre los que resalta la OPEP que aglutina el 43 por ciento de la producción mundial y el 51 por ciento de las exportaciones de petróleo convencional; además, posee en conjunto el 75 por ciento de las reservas mundiales. Opera, asimismo, como un banco de petróleo porque en ella se depositan los excedentes de la producción. Entre los principales miembros de la OPEP figuran el primer productor africano que es Nigeria; los árabes Irak, Irán y Argelia; de América están Venezuela y Ecuador. EE. UU. siempre ha impedido que México se una como miembro activo de la OPEP por razones fácilmente comprensibles, que explican porqué México se ha desentendido de las varias invitaciones recibidas.

La OPEP fue fundada en Bagdad, Irak, el 14 de septiembre de 1960, poco después de emerger como propuesta del I Congreso Petrolero Árabe efectuado en El Cairo, Egipto, en enero de ese mismo año. Fue una iniciativa conjunta del entonces presidente venezolano, Rómulo Betancourt, su ministro de Minas e Hidrocarburos, Juan Pablo Pérez Alfonzo y el ministro de Petróleo y Recursos Minerales de Arabia Saudita, Abdullah Al-Tariki, con la finalidad de administrar el petróleo, en virtud de ser un recurso natural no renovable. La OPEP es un cartel económico de productores, quienes con base en acciones conjuntas pueden aumentar o reducir su producción y su exportación de petróleo convencional en el mundo, con lo cual dominan el precio internacional del hidrocarburo. Este hecho la convierte en pieza clave del ajedrez de la economía política mundial y la geopolítica.

Al finalizar la Guerra Fría surgió un nuevo conflicto entre Rusia y EE. UU. por el predominio de los energéticos en el mundo; la razón es que Rusia emergía como uno de los países petroleros independientes más importantes del mundo, pues produce el 70 por ciento del petróleo convencional y el 65 por ciento del gas que se consume en Europa. El presidente de la OPEP convocó a fines de 2008 a los gobiernos de Rusia, Noruega y México a sumarse a la OPEP o, al menos, solidarizarse con sus medidas con respecto a la producción para sostener el precio internacional del crudo. El entonces presidente ruso, Dimitri Medvédev, en respuesta a esta invitación dijo el 11 de diciembre de 2008 que analizaba la posibilidad de incluir a Rusia en la OPEP.

Los rusos han avanzado también por otra alternativa: la creación de un bloque económico y comercial que incluye operaciones con energéticos como la OPEP, constituida por los países miembros del BRICS, quien, por cierto, en su reunión de Fortaleza, Brasil, los días 15 y 16 de julio de 2014, decidió crear un Banco de Desarrollo que funcionará de manera similar al Fondo Monetario Internacional (FMI), que controla EE. UU. Las acciones de la OPEP y del BRICS se dan en respuesta a las agresivas acciones estadounidenses en contra de países no alineados como Venezuela, Egipto, Argelia, Siria e Irak; como las que ahora emprende contra Rusia mediante el conflicto en Ucrania; el ataque militar de Israel contra la Franja de Gaza y los bonos o misiles “buitre” contra Argentina.

Guerra por los energéticos

Marco Antonio Velázquez, sociólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especialista de la RMALC, señaló en conversación con buzos: “EE. UU. quiere despojar a los países que tienen reservas probadas de energías convencionales; controlar geopolíticamente esas regiones; en lugar de estar pensando en el bienestar de la humanidad, a más largo plazo, están con una visión de corto plazo, buscando la mayor rentabilidad, la energía más barata y eso es lo que explica la guerra actual del petróleo”. Coincidiendo con otros expertos, Velázquez expuso que esta guerra está relacionada con los ataques de EE. UU. a Irak, el hostigamiento a Irán, los embates contra Venezuela y los conflictos generados entre los países árabes, todos miembros de la OPEP, que controla entre el 75 y el 80 por ciento de las reservas de petróleo convencional y los precios del crudo en el mundo.

“Esta guerra por los energéticos también tiene que ver con el conflicto entre Ucrania y Rusia, y con el de Israel y Gaza, pues se trata de un ataque militar de Israel, socio estadounidense, contra Palestina, que es una nación protegida por la liga de países árabes. Es por el control del Medio Oriente, donde aún existen reservas importantes de petróleo”, refirió Velázquez. Con respecto a la presencia de México en este escenario, expuso: “Es el único país que no le opone resistencia, es uno de sus alfiles, donde sus gobernantes piensan con cerebro norteamericano y por eso no piensan en la soberanía nacional, de ahí la entrega tan absoluta e inaudita que están haciendo de los recursos energéticos con esta reforma. Le están apostando a EE. UU, a la peor opción, al país que va en decadencia. Sin embargo, entra a alimentar otra guerra de los estadounidenses”, aseveró Marco Antonio Velázquez.