Refugiados, una amenaza para Angela Merkel

**El escándalo de Colonia puede acabar con la carrera política de la canciller alemana, que sigue creyendo que la solución a la crisis de migrantes es su reubicación en países de la UE


Refugiados, una amenaza para Angela Merkel

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2016, 11:30 am

BERLÍN.- El 31 de diciembre del año pasado y cuando Berlín se preparaba para despedir el año en medio de severas medidas de seguridad adoptadas ante el temor de un ataque terrorista, la canciller Angela Merkel, como es tradición en ese día, envió un mensaje a la nación para a buscar el apoyo de sus compatriotas al gran desafío al que está enfrentado el país por la llegada de más de un millón de refugiados.

Merkel destacó con una sóla palabra, la gran gesta de solidaridad que vivió el país cuando una marea humana logró llegar a la tierra prometida. “Esta noche sólo quiero pronunciar una palabra. Gracias”, dijo Merkel.

Consciente de que la llegada masiva de refugiados puede provocar una peligrosa división en la sociedad germana, la canciller también pidió a sus compatriotas que no se dejaran contaminar por los mensajes de odio que han echado raíces en el país. “Es un momento profundamente difícil en el cual vivimos, pero también es cierto: lo podemos lograr, porque Alemania es un país fuerte”, dijo.

Esa noche, Merkel se fue a la cama consciente de que había recuperado el control en el peligroso debate sobre los refugiados, que ya había comenzado a envenenar la cultura política del país.

La canciller tampoco podía saber esa noche que su país ya no sería el mismo el 1 de enero de 2016 y que la posibilidad de que la sociedad alemana se fracturara a causa de la llegada de los refugiados cobraría una peligrosa actualidad en la ciudad de Colonia.

Poco después después de la difusión de su mensaje de fin de año, cientos de hombres, que fueron descritos por la policía como originarios árabes y del norte de África comenzaron a llegar a la estación de ferrocarriles de la ciudad y a la plaza de la famosa Catedral. Alrededor de la medianoche, la fiesta de Nochevieja se convirtió en una tragedia cuando la muchedumbre comenzó a hostigar, manosear y robar a las mujeres que pasaban por el lugar.

Pero, algo raro en un país donde los medios suelen reaccionar casi al instante cuando se produce una tragedia: la noticia de lo sucedido esa noche en Colonia tardó cuatro días en ser conocida por la opinión pública. Inexplicablemente, la policía, en un primer informe, calificó el desarrollo de la fiesta como “relajada”.

La ausencia de informaciones sobre lo que ocurrió esa noche alimentó la sospecha entre un vasto sector de la población de que la prensa había intentado ocultar los hechos para evitar alimentar el molino de la conspiración de algunos sectores, como el movimiento xenófobo Pegida y el partido Alternativa para Alemania (AFD), que ya habían tachado a los medios como “prensa mentirosa”.

Pero, cuando los medios comenzaron a hacerse eco de los relatos de las mujeres indefensas que fueron ultrajadas, nació en el país una ola de indignación que identificó la generosa política de asilo impulsada por la canciller, como el origen de la tragedia. Peor aún, en menos de una semana, la tensión que nació en Alemania a causa de la ola de agresiones sexuales, supuestamente cometidas por inmigrantes africanos y árabes, además de cuestionar la autoridad de Merkel, derivó en una de sus vertientes más peligrosas: la violencia xenófoba.

El domingo pasado, seis paquistaníes y un sirio fueron golpeados cerca de la estación de ferrocarriles de Colonia. La policía prontó descubrió que grupos de ultraderecha se habían puesto de acuerdo para agredir a personas de apariencia “no alemana”. “Han intentado hacer justicia por su propia mano. Es una señal muy alarmante que nos tomamos muy en serio”, admitió un portavoz de la policía.

El peligro de un brote xenófobo también tiene en estado de alerta a la numerosa comunidad musulmana que vive en el país, unas cuatro millones de personas, una realidad que fue denunciada por Aiman Maziek, presidente del Consejo de Musulmanes, quien denunció que el organismo había recibido una avalancha de
e-mails y cartas con amenazas.

“Estamos viviendo una nueva forma de odio”, dijo Maziek a la prensa alemana. “Los incidentes de Año Nuevo hicieron que la ultraderecha viera confirmados sus prejuicios y diera rienda suelta a su odio hacia los musulmanes, los extranjeros o cualquier persona de aspecto o ideas diferentes”.

Aunque la participación de refugiados en la noche trágica de Colonia aún no está demostrada –sólo hay 13 acusados, ocho marroquíes, cuatro argelinos y un tunecino-, la opinión pública está convencida de que el drama de Colonia se habría podido evitar si el país no hubiera aceptado a más de un millón de refugiados en 2015. Más peligroso aún, los alemanes creen que el Estado fracasó en su función de proteger a los ciudadanos.

Esta inquietud quedó reflejada en la prestigiosa revista der Spiegel, que ilustró la portada con un coche de policía sin ruedas y con una leyenda que lo dice casi todo. “El Estado impotente”.

“Los ataques de Colonia aumentaron las dudas sobre la política de refugiados de la canciller. Merkel apuesta por una solución europea, pero ya no le queda tiempo. En la Unión (CDU y CSU) crece el deseo de una política diferente, incluso sin Merkel”, señala la revista.

Varios medios germanos creen ahora que Merkel fracasó en controlar el flujo de refugiados y que tampoco tuvo éxito en repartir a los migrantes en países de la UE. En otoño pasado, la Comisión Europea aprobó repartir 160 mil refugiados entre sus socios, pero hasta el 7 de enero pasado, sólo 272 personas fueron reubicadas.

“La política de refugiados de la UE es un fracaso y los asaltos sexuales de Colonia representan el último clavo en el ataúd”, admitió Dimitris Avramopoulus, el comisario europeo de Migración. “El programa de reubicación no ha dado los resultados que esperábamos, añadió al admitir que no estaba optimista sobre el futuro de la UE.

El alto funcionario de Bruselas también puso el dedo en la llaga de otro problema aún mayor y que está echando raíces en varios países europeos: congelar el Acuerdo de Schengen, que entró en vigor en 1995 y que permite la libre circulación de personas, una medida que desean aplicar varios países comunitarios.

“Si el acuerdo colapsa será el comienzo del fin del proyecto europeo. Si las fronteras se cierran, la economía estará en juego”, afirmó el comisario.

Pero la peor amenaza para Europa se encuentra en Alemania y tiene rostro de mujer. El escándalo de Colonia puede acabar con la carrera política de Angela Merkel que aún sigue creyendo que la única solución a la crisis de refugiados es su reubicación en los 28 países miembros y buscar un consenso con los países de tránsito.

Pero Merkel, después de Colonia, se está quedando sola y ahora recibió un ultimátum de su aliado, Horst Seehofer, que le amenazó con presentar una querella ante el Tribunal Constitucional si Merkel no ponía orden, en los próximos 14 días, en las fronteras alemanas. Sigmar Gabriel, el líder del SPD y vicecanciller, echo un poco más de leña a la hoguera al insinuar que si Merkel no lograba asegurar las fronteras exteriores de la UE, las fronteras comunitarias corrían peligro.

El destino de Merkel al frente del gobierno alemán se definirá en marzo próximo, cuando se realicen elecciones regionales en tres estados federados. Según los pronósticos actuales, el partido euroescéptico y enemigo de la política de refugiados, Alternativa para Alemania, podría obtener resultados de dos dígitos y con ello impedir que los candidatos democratacristianos formen gobierno.

“Si eso sucede, nos tendremos que plantear su permanencia en el cargo”, dijo un líder democratacristiano, citado por der Spiegel.