Reforma mutilada

Javier Corral Jurado/ Columna Rotafolio


Reforma mutilada

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2013, 20:56 pm

El próximo sábado 10 de agosto continuará la XVII asamblea nacional del PAN que, habiendo sido convocada para reformar los estatutos el 16 de marzo pasado, se suspendió al perderse el quorum de los cerca de diez mil delegados que la iniciaron.

Las reformas que hasta ese momento se habían aprobado quedaron en suspenso, y la mayor de ellas que pone en manos de la militancia la elección directa de los dirigentes municipales, estatales y del Comité Ejecutivo Nacional quedó amenazada en su viabilidad desde el momento mismo de su aclamación.

Los Jefes de los grupos que hoy determinan la vida del Partido y a los que la reforma descolocó sorpresivamente, se pusieron de acuerdo durante el transcurso de aquella asamblea para accionar dos medidas que la pudieran revertir en los hechos, desafiando la voluntad soberana de los militantes: por un lado se introdujo fuera de las reservas enlistadas e indebidamente se sometió a votación de la asamblea, una adición al artículo 28 de los estatutos para que los integrantes del comité ejecutivo nacional fueran designados por el Consejo, en franca contradicción con lo que horas antes había decidido la asamblea de darle también esa facultad a los militantes; en segundo lugar, aprobada la contradicción estatutaria, operaron la salida de varias delegaciones del recinto, con lo que se perdió el quórum.

Hubo varios intentos subrepticios y otros abiertamente expresados de echar abajo la reforma, a la que de inmediato descalificaron encontrándole la etiqueta de perredista. Debo reconocer que, con honestidad y colocando preocupaciones genuinas por delante, Germán Martínez fue el único que pública y directamente descalificó lo aprobado por la asamblea y recomendó embatirla en tribunales. El periódico Reforma nos propuso debatir el tema en sus páginas al ex-presidente panista y a mi; aceptamos gustosos cada quien en su papel: en mi caso como proponente de esa reforma y él como abierto impugnador, tarea no fácil, teniendo como base un ejercicio incuestionablemente soberano y democrático.

Esa y otras polémicas que se desataron, alertaron a los militantes del PAN de la intención de hacerles de agua su voluntad, y mostraron una respuesta vigorosa en las redes sociales que hizo a los grupos dirigentes medirle bien el agua a los camotes. En un primer momento, la dirigencia nacional alentó esas intenciones pero luego dio un viraje afortunado que hizo suyo el golpe de timón y apreció la oportunidad que en los propósitos renovadores y de mejora del partido podía provocar el nuevo método eleccionario. Se advirtieron también riesgos y peligros, ninguno mayor ni nuevo a los que ahora mismo acontecen, sólo que en el seno de no más de 350 distinguidos miembros del Consejo Nacional.

Bajo el principio general de derecho - en el que descansan ya varios antecedentes en el TRIFE -, "De conservación de los actos válidamente celebrados", recogido en el aforismo latino “lo útil no debe ser viciado por lo inútil”, las reformas aprobadas quedaron firmes aún habiéndose suspendido la Asamblea, pero la contradicción inducida entre el artículo 11 y el 28 del mismo estatuto también permaneció. Ello dio pie a que se abriera un proceso de "armonización" de normas y se nombrara una comisión para presentar un proyecto que "incorpore, armonice y enriquezca lo aprobado en la asamblea del 16 de marzo". Efectivamente, la reforma que otorga a la militancia el poder de elegir a sus dirigentes abrió otro rumbo no contemplado por quienes convocaron a la asamblea, lo cual provocaba adecuar el estatuto general al mandato esencial, al auténticamente debatido y votado por cerca del 90 por ciento de los delegados: la instauración de la democracia directa en la elección de los órganos directivos.

Fui miembro de esa comisión y vi como el proceso de "armonización" empezó tratando de honrar el mandato original de la asamblea y luego terminó mutilando una parte muy importante, la elección de todos los integrantes de los comités directivos estatales y del CEN mediante voto directo, que podría realizarse mediante la presentación de planillas, exactamente como se integran los ayuntamientos en México, incluso incorporando también la fórmula de la representación proporcional entre los contendientes. La decisión, de último minuto, fue la de reducir el alcance del voto directo, no ensancharlo, menos enriquecerlo.

Lo que se mantiene de la reforma es la elección directa de los Presidentes y una mini-planilla de candidatos al secretariado ejecutivo. No es poca cosa. Tanto los CDE´s como el CEN, serán integrados como hasta ahora por los Consejos correspondientes, dos terceras partes a propuesta de los Presidentes y la restante a propuesta directa de Consejeros, sólo que ahora se denominarán la Comisión Permanente. Los grupos volverán a ser decisivos en la integración de los órganos partidistas, pero tendrán un mandato electoral de la militancia que no podrán ignorar sin consecuencias.

¿Porqué se redujo la reforma?. La explicación es sencilla: los grupos no fueron capaces de asumir plenamente el mandato del panismo, ni entendieron un reclamo tan simple y tan trascendente a la vez, como es la exigencia de democracia interna, real y efectiva y no la parálisis y la falta de circulación de sus directivos y sus órganos. La misma democracia que exigimos en sindicatos y postulamos para los procesos constitucionales. La que tiene su base en la voluntad ciudadana, que es la suma de todos en un momento dado.

No se entendió porque no se sintieron ni destinatarios del mensaje ni reconvenidos por la militancia. Porque la determinación fue una respuesta a la problemática que ha venido padeciendo el partido desde hace tiempo y que se ha recrudeció durante las últimas presidencias nacionales. El cambio procedimental fue respuesta al tamaño del problema que enfrenta el PAN, le dieron dimensión y reconocieron que el problema es el diseño estructural, que la corrupción, la ambición, el rampante pragmatismo desvirtuaron y nos han hecho olvidar o dejar para otro día los motivos espirituales que nos han congregado.

En medio de todo ello, una realidad subsiste y ha de enfrentarse con sentido práctico y ética de la responsabilidad: la reforma vale y es un avance, aún mutilada. Tendrá consecuencias y efectos insospechados en una enmohecida burocracia partidista que se ha apoderado de decisiones fundamentales. Está inscrita además en un conjunto de adecuaciones e innovaciones normativas que sin duda ayudarán a renovar el rostro de Acción Nacional. Y quizá lo más doloroso, pero también indiscutible, ésta es la reforma posible, la que dejarán pasar los grupos, la que puede volver a reunir el quórum, a pesar de que hay quienes promueven no reunirlo con propósitos devastadores; y es mejor esta reforma, que ninguna, que mantener el estatu quo.