¿Qué hay en el fondo del ataque a Siria?

Aquiles Córdova Morán


¿Qué hay en el fondo del ataque a Siria?

La Crónica de Chihuahua
Septiembre de 2013, 10:52 am

El presidente norteamericano, Barack Obama, dice que la decisión de su país y de algunos de sus satélites europeos de atacar militarmente a Siria, obedece a que el espíritu de justicia, libertad y humanismo que caracteriza al “mundo libre” no puede tolerar ni dejar sin castigo el crimen de lesa humanidad cometido por el “dictador” Bashar al Assad, al atacar con armas químicas a su propio pueblo. Esto, a despecho de que, en otros momentos (p. e., al conocer el voto en contra del parlamento inglés), ha hablado más claro: los Estados Unidos harán lo que juzguen necesario para la “defensa de sus intereses”, lo cual se aproxima más a la verdad. Mucha gente, en México y en el mundo, angustiada y asqueada por tanta sangre humana como han derramado impunemente los defensores “de la libertad” en Oriente Cercano y el norte de África, no se traga ese cuento y se pregunta qué es lo que se esconde realmente detrás de esta nueva embestida encabezada por EEUU. Muchos politólogos, especialistas y medios de comunicación influyentes (entre ellos varios mexicanos), al conocer la clara y firme oposición del presidente ruso Vladimir Putin, han comenzado a hablar de una “segunda edición de la Guerra Fría”, queriendo significar con ello que se trata, otra vez, de la “legítima defensa del mundo libre” frente a la amenaza del “totalitarismo comunista”, que fue la versión edulcorada que nos vendieron durante el largo periodo que va del final de la Segunda Guerra Mundial (1945) hasta el hundimiento de la Unión Soviética (1991).

Creo que se trata, no de una segunda edición, pero sí de una reactivación de la “Guerra Fría” que, en realidad, nunca se ha ido por completo. Sólo que ahora hay una circunstancia nueva, un mundo en el que el lobo feroz del “comunismo” que pretende engullirse a la inocente Caperucita Roja, que es el capital monopolista, ya no existe, ya no está aquí para explicarla y “justificarla”. Se trata de una “Guerra Fría” unilateral, llevada adelante por uno solo de los antiguos contendientes (el capitalismo mundial, principalmente norteamericano), que ya no se libra contra el “comunismo ateo” sino contra aquellos países que, en alguna medida y por razones distintas en cada caso, se han resistido y se resisten a convertirse en un mercado abierto a las mercancías y a los capitales sobrantes de Occidente; a su ideología, estilo de vida y cultura; a ser fuente generosa y gratuita de recursos naturales, minerales y energéticos, para saciar el voraz apetito del capitalismo consumista. Se trata, en suma, de consumar, de llevar hasta sus últimas consecuencias, traduciéndolo en hechos contantes y sonantes, lo que siempre fue el verdadero “sueño americano”: el dominio mundial indisputado que el socialismo soviético retardó y obligó a esconder en un discurso mentiroso, pero agradable a los oídos de mucha gente.

La nueva situación mundial desenmascara la falacia oculta en la intensísima y costosa campaña ideológica y mediática de Occidente contra la Unión Soviética y sus aliados; pone al descubierto que el discurso de la “defensa del mundo libre” contra la amenaza del “totalitarismo soviético” fue siempre una colosal mentira, un cuento para niños cuyo propósito verdadero (bastante bien logrado, por cierto) era aterrorizar al planeta entero y arrancarle su apoyo incondicional para los intereses de dominación mundial del capital monopólico. Hoy. p.e., se ha documentado que George Kennan, ex diplomático norteamericano en la Unión Soviética y uno de los “padres de la Guerra Fría” con su famoso “telegrama largo” (ocho mil palabras) enviado por partes desde allá, escribió, en fecha tan temprana como febrero de 1948, lo siguiente: “Tenemos alrededor del 50% de la riqueza del mundo, pero sólo el 6.3% de su población (…) En esta situación no podemos evitar ser objeto de envidia y resentimiento. Nuestra real tarea en el periodo que se aproxima es la de diseñar una pauta de relaciones que nos permita mantener esta posición de disparidad sin detrimento de nuestra seguridad nacional”. Por otro lado, en su discurso de asunción a la presidencia de los EEUU pronunciado el 20 de enero de 1953, el general Eisenhower dijo: “Pese a nuestra fuerza material, incluso nosotros necesitamos mercados en el resto del mundo para los excedentes de nuestras explotaciones agrícolas y de nuestras fábricas. Del mismo modo, necesitamos, para estas mismas explotaciones y fábricas, materias vitales y productos de tierras distantes”. Para asegurarse todo esto se requiere, dijo, “la unidad de todos los pueblos libres” y “para producir esta unidad (…) el destino ha echado sobre nuestro país la responsabilidad del liderazgo del mundo libre”. He aquí, manifestado con inusual franqueza, el interés del capital norteamericano sobre el planeta entero, y el verdadero propósito de la “defensa del mundo libre” con las armas de este país y de sus aliados.

Y que esto no es cosa del pasado, lo demuestran otras citas más recientes. Robert McNamara, Secretario de Defensa de EEUU, dirigiéndose al presidente Johnson, sostenía que el liderazgo norteamericano “no podía ejercerse si a alguna nación poderosa y virulenta (¡sic!) -sea Alemania, Japón, Rusia o China–se le permite que organice su parte del mundo de acuerdo con una filosofía contraria a la nuestra.” Es decir, los intereses norteamericanos exigen, según esto, no sólo el dominio del mundo, sino su total rediseño a imagen y semejanza de su único dueño, con absoluta exclusión de cualquier otra “filosofía” contraria a la del imperio. Recién “terminada” la Guerra Fría, en 1992, un documento secreto decía: “Nuestro primer objetivo es prevenir la emergencia de un nuevo rival”. Esto “exige que nos esforcemos en prevenir que ninguna potencia hostil domine una región cuyos recursos pudieran bastar (…) para engendrar un poder global (…). O sea que la seguridad de un mundo unipolar sólo puede garantizarse a condición de que se evite, por los medios que sean necesarios, el surgimiento de un nuevo foco de poder, de que se elimine a tiempo cualquier amenaza en este sentido. Otro Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, dijo a los tripulantes de un grupo de bombarderos el 19 de octubre de 2001: “Tenemos dos opciones. O cambiamos la forma en que vivimos o cambiamos la forma en que viven los otros. Hemos escogido esta última opción y sois vosotros los que nos ayudareis a alcanzar este objetivo”. Dicho con brutal franqueza: el mundo debe adoptar, por la fuerza de las armas si fuese necesario, el modo de vida norteamericano. Y no hay otra alternativa. Finalmente, en agosto de 2011, Stephen Glain aseguraba que, para esa fecha, el Pentágono, ya se preparaba para la campaña contra el siguiente “enemigo”, China, con el fin de frustrar sus pretensiones de dominio del Mar del Sur, una zona rica en recursos naturales.

Así pues, no cabe duda razonable de que hay una reactivación de la “Guerra Fría” para consumar los objetivos geoestratégicos y económicos del capital mundial, y no ante una nueva lucha en defensa de “la democracia, la libertad y los derechos humanos”. Siria, hoy se sabe bien, junto con Egipto, Líbano y Qatar, posee la más grande reserva de gas del mundo, y el gas está llamado a ser el energético del siglo, por encima del petróleo. Además, tiene firmado un acuerdo con Irán para la construcción en su territorio de una gigantesca estructura de almacenamiento del gas iraní, para de ahí sacarlo al mercado por el mediterráneo; y el comprador más firme y ventajoso es Rusia. Siria es, además, la puerta de entrada al corazón de Asia, o sea, a las fronteras de Rusia y de China. Así, la conquista militar de Siria lograría dos colosales objetivos: 1.- adueñarse de sus recursos energéticos y obligar a Irán a entregar los suyos; 2.- impedir el desarrollo de un “rival” poderoso, Rusia, y amenazar directamente a China.

La paz del mundo corre grave peligro, y no por culpa de la “dictadura comunista y atea”.