Prepara Putin su regreso al Kremlin

**El actual jefe de Estado de Rusia, Dmitri Medvédev, renunció a competir, aduciendo que el índice de popularidad de Vladimir Putin es más alto que el suyo.


Prepara Putin su regreso al Kremlin

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2012, 09:55 am

El todavía jefe del Estado, Dmitri Medvédev, se quitó de en medio en septiembre del año pasado aduciendo que el índice de popularidad de Vladimir Putin es más alto que el suyo. Tiene prometido, no obstante, el cargo de primer ministro. Putin llegará con fuerza al Kremlin en un mandato presidencial, esta vez de seis años.

Este intercambio de papeles, después de cuatro años dando falsas esperanzas de que Medvédev continuaría como presidente con un programa modernizador y aperturista, fue precisamente lo que provocó la indignación general y condujo a las multitudinarias protestas que se desencadenaron en diciembre y que van a continuar en los próximos días.

Y es que el monolítico entramado que Putin edificó tras aparecer en escena hace ya casi 13 años amenazaba con derruirse. El atípico montaje bicéfalo de su tándem con Medvédev estaba causando un peligroso desdoblamiento en la Administración y en el conjunto de la sociedad. Pero lo más grave de los últimos años, a juicio del director del Centro Carnegie de Moscú, Dmitri Trenin, ha sido el aumento de la corrupción.

«Nunca antes había llegado a los niveles actuales», reconoce Trenin. Esta lacra es responsable de las enormes diferencias sociales existentes en Rusia y de que la población se reduzca cada año en un millón de personas.

Rusia, estancada

La mayor parte de los expertos sostienen que Rusia está estancada y necesitada de una renovación en profundidad de su sistema político y su economía. También de su legislación. Los problemas se han acumulado y, por lo que se ve, Putin no está dispuesto a dejar que los solucione Medvédev. Ni siquiera manteniendo el tándem en su versión actual, ya que cuando el zar recupere el cetro su delfín pasará a ser una pieza más supeditada a su mecanismo. Incluso si cumple la promesa de ponerle al frente del Gobierno.

Putin recibió a finales de los 90 de la mano de su predecesor, Borís Yeltsin, un Estado en quiebra, debilitado, desmoralizado y avasallado por las tropelías de los comandantes militares del islamismo checheno. Fue promovido por la llamada «familia», el círculo de poder formado por Tatiana, la hija de Yeltsin, y varios oligarcas, entre ellos Borís Berezovski, exiliado actualmente en Londres.

Su misión era poner orden en Rusia, pero permaneciendo fiel al núcleo yeltsinista y sin tocar sus privilegios. Cumplió el encargo sólo en parte y se rodeó además de sus antiguos camaradas del KGB, personas para quienes la palabra democracia es sinónimo de desorden. Llegaban ávidos de poder y riquezas porque en la época Yeltsin había permanecido en un segundo plano mientras muchos participaban en la bacanal de las privatizaciones.

Gracias a su imagen de hombre duro y a la reanudación de la guerra en Chechenia, la popularidad de Putin se disparó. La mantuvo pese a la mala gestión de oscuros episodios como el hundimiento del submarino nuclear «Kursk» o las tomas de rehenes en el teatro Dubrovka de Moscú o en la escuela de Beslán.

El entonces presidente de Rusia aprovechó el enorme apoyo que tenía para acometer la tarea de desmontar el sistema de libertades surgido en la época del último líder soviético, Mijaíl Gorbachov, perfeccionado después durante los dos mandatos de Yeltsin. Los principales medios de comunicación del país fueron puestos bajo el control de empresas afines al Kremlin, la Justicia dejó de ser independiente, fueron suprimidas las elecciones de gobernador y se crearon condiciones leoninas para la legalización de partidos políticos y su participación en los comicios.