Postergación: una enfermedad emocional

estas emociones se suman problemas en el rendimiento y capacidad que pueden dar lugar a repercusiones a nivel social, laboral y familiar, por lo que postergar puede generar un alto nivel de insatisfacción en nuestro día a día.


Postergación: una enfermedad emocional

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2012, 10:38 am

(CIMAC).- Postergar es “dejar las cosas para mañana”, es aplazar, posponer y retrasar; es una actitud que si se repite con frecuencia en nuestras vidas, corremos el riesgo de que se convierta en un gran obstáculo para alcanzar nuestros objetivos, metas y sueños.

Cuando postergamos nos engañamos a nosotros mismos, es algo que puede convertirse en lo que en psicoterapia Gestalt llamamos “retroflexión”, es decir, en una forma de autoagresión.

Mujeres y hombres postergamos; sin embargo las mujeres somos más vulnerables ante esta enfermedad emocional resultado del conjunto de actividades diarias que realizamos, que no son reconocidas o pasan desapercibidas, desde los esfuerzos, capacidades y talentos implícitos, hasta las pocas o nulas horas destinadas a la diversión, el descanso y/o el placer, cuando dedicamos nuestra vida a más de una jornada de trabajo.

Adentrarnos y observar la vida cotidiana de las mujeres, significa identificar y reconocer las “insignificancias” que nos enferman y hacen que posterguemos nuestras metas y objetivos. He aquí algunas de esas “insignificancias” que nos enferman a las mujeres y que señala Ana María Daskal, con quien coincido totalmente.

Nos enfermamos por “presiones y sobre exigencias no reconocidas, por escasa o nula autoestima, por acumular malestares que no se expresan y reclamos que no se hacen, por el esfuerzo de conciliar entre el mundo laboral y el familiar, por el sometimiento a situaciones violentas, por la dedicación a otras y otros sin poder constituir un proyecto personal propio, por frustración, insatisfacción, falta de estímulos, y/o desvalorización (como en el caso de muchas amas de casa)”.

Todo esto que sucede en la vida cotidiana de las mujeres podemos imaginarlo como una “olla exprés” donde se cocinan juegos de poder, prejuicios, sacrificios y mandatos de género, que en su momento contribuyen a que posterguemos no sólo nuestros proyectos sino nuestra vida misma.

Posponer interminablemente implica un gran desgaste emocional pocas veces perceptible que, según vaya progresando la situación, puede generar en las mujeres emociones negativas como culpa, angustia, frustración e incluso depresión.

A estas emociones se suman problemas en el rendimiento y capacidad que pueden dar lugar a repercusiones a nivel social, laboral y familiar, por lo que postergar puede generar un alto nivel de insatisfacción en nuestro día a día.

Por lo general las mujeres postergamos más aquellos objetivos que tienen que ver con nosotras mismas, que aquellos que otras personas nos piden que hagamos para ellas.

Y es que la vida de las mujeres gira en torno a la maternidad, al cuidado de la casa y la pareja, y al cuidado de las y los hijos como resultado de los mandatos de género impuestos por la sociedad, porque la tendencia es ver y estar para las y los otros y nuestras necesidades quedan en último plano o, peor aún, no tienen lugar.

Desafortunadamente la postergación de las mujeres es una situación muy arraigada en nuestra cultura, que lastima profundamente nuestra autoestima y que puede dar lugar a la pérdida de la propia confianza y a generar dudas acerca de nuestras capacidades y talentos.

Sin embargo, esta enfermedad social tiene posibilidad de contrarrestarse cuando las mujeres nos damos un tiempo y hacemos un alto en el camino y dejamos de ver al o a la otra, para mirarnos a nosotras mismas, cuando empezamos a recordar nuestros sueños de niñas, adolescentes y adultas.

Cuando le damos valor y lugar a nuestras metas y sobre todo a nuestros deseos, y cuando decidimos que todo lo que pensamos, sentimos, queremos y deseamos es valioso por el simple hecho de que surge de nosotras mismas.

Cuando decidimos darle el mismo o mayor valor a lo nuestro que a lo que hacemos por las y los demás, cuando nos damos cuenta que postergar nuestros deseos es postergar nuestras vidas, y que cuando lo hacemos sufrimos lo que nombro “el retraso de nuestra existencia”.

Finalmente dejamos de postergar cuando nos damos cuenta que verdaderamente nunca es tarde para empezar a vivir, a vivir sin culpas aprendidas, y como dice la cantante española Bebé “rompiendo las reglas marcadas”.

*Directora del Centro de Salud Mental y Género, psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial y especialista en Estudios de Género.