¿Por qué la protesta antorchista ante el cabildo poblano?

Aquiles Córdova Morán


¿Por qué la protesta antorchista ante el cabildo poblano?

La Crónica de Chihuahua
Noviembre de 2012, 21:07 pm

Nuestro país, no me cansaré de repetirlo, sufre graves problemas que, a primera vista, pueden parecer aislados, inconexos y sin ninguna relación entre sí, pero que, en realidad, tienen en común, en primer lugar, su idéntica naturaleza estructural y, en segundo, que casi todos ellos brotan y se nutren de la misma causa eficiente (Aristóteles dixit): la pobreza lacerante de las mayorías que, a su vez, es consecuencia directa del injusto reparto de la renta nacional, que nos ubica entre las naciones más inequitativas y desiguales del mundo.

De la misma matriz brotan problemas tan aparentemente disímbolos como el explosivo e indetenible crecimiento del crimen, organizado o no; la “plaga” del ambulantaje y sus hermanos gemelos, la “piratería” y el contrabando, que roban el sueño a los señores comerciantes “establecidos”; la dolorosa emigración de la flor y nata de nuestra fuerza laboral (que, si se ha contraído últimamente, es porque los norteamericanos cerraron su frontera, y no porque haya mejorado la situación del empleo y los salarios en el país); y de allí nacen también carencias sociales como la pésima atención de la salud de los pobres, los vergonzosos resultados del sistema educativo nacional, la deficiente y dañina alimentación, que nos tiene en el primer lugar de obesidad infantil en el mundo, el rezago en materia de vivienda, agua potable, energía en los hogares, drenaje, pavimento y un transporte barato, cómodo y seguro para quienes no tienen automóvil propio, entre otros.

Todo esto es innegable y evidente para cualquiera, pero por eso mismo resulta molesto, irritante, y altera la digestión de muchos que, por eso, quisieran que se callase, o, cuando menos, que se “atemperase” en el discurso “para no echar gasolina al fuego”, dicen. Y es justamente esta política del avestruz (que, dicen sus enemigos, entierra la cabeza en la arena para no ver a su perseguidor, creyendo que eso basta para conjurar el peligro), la causa de que tales problemas, que con todo y ser inmensos serían una desgracia a medias si los atacásemos con valor y en su verdadera raíz, se conviertan en una desgracia completa que pone en riesgo al país entero. Y lo peor es que a la numerosa familia de los aprendices de avestruz pertenece un buen número de gobernantes y de funcionarios ubicados en los tres niveles de gobierno, destacados gerifaltes de los llamados “poderes fácticos”, que mucho influyen en las decisiones del gobierno, y (ya sea por conveniencia o por convicción) lo más granado de los medios masivos de comunicación, que hacen eco a los poderosos y los alientan a perseverar en su soberbia y en su desastrosa miopía política. En tales circunstancias, los pobres, con toda su miseria a cuestas, se hallan absolutamente solos, desamparados y atacados desde todos los flancos por fuerzas muy superiores y mucho más pérfidas que las suyas.

Y no hay que ir a Roma por un ejemplo que ilustre a cabalidad lo dicho. Tengo a mano el caso de la protesta pública que los antorchistas poblanos vienen realizando, de pocos días a la fecha, ante el H. Ayuntamiento de la capital, encabezado por el joven político panista Eduardo Rivera, en demanda de que atiendan y den respuesta positiva a viejas peticiones que surgen, precisamente, de la extrema pobreza en que viven los solicitantes. ¿Qué piden? Pavimentos, electrificación, banquetas, mejoramiento a la vivienda, drenaje, mejores servicios de salud, mejor educación para sus hijos; es decir, apenas lo elemental para vivir como seres humanos. Pero, por increíble que parezca, en vez de una solución justiciera, lo que han recibido es una furiosa andanada de ataques mediáticos, a cual más falso e injurioso, basados todos en una intencionada y malévola distorsión de los hechos y de las intenciones de los inconformes y de sus dirigentes, atropellando sin rubor el más elemental decoro de su profesión y cualquier principio de racionalidad y coherencia discursiva, que dé validez mínima a sus señalamientos, críticas y acusaciones. Ninguno de tales ataques vale siquiera el papel barato en que está escrito, menos el esfuerzo serio para desmentirlo. Se trata de un inmundo montón de basura y detritus orgánicos de sus autores, bueno apenas para una antología de la venalidad y de la sumisión interesada y cobarde ante el poder, al mismo tiempo que del desdén y la arrogancia ante los humildes y sus modestos intereses. Y eso sin fijarse en la desvergüenza de algunos de sus autores, que pretenden dar lecciones de moral y de congruencia política a los demás, cuando el mundo entero sabe que de qué tamaño es el rabo que ellos vienen arrastrando desde siempre.

A la lluvia escatológica de los medios hay que sumar, todavía, las “declaraciones” del señor Presidente Municipal y de su Secretario de Gobierno, entre otros, que han salido a declamar el viejo y sobado cuento de que “no negocian bajo presión”, ni con marchas, plantones y “gritos callejeros”, pues “su gobierno siempre ha privilegiado el diálogo”. Y es curioso que, precisamente en este punto, coincidan los funcionarios mencionados con los señores de la prensa, lo que pone al descubierto el origen y la paternidad de los “argumentos” de estos últimos. Pero más curioso todavía resulta el hecho de que ninguna de ambas partes atacantes parezca interesada en documentar y exhibir la breve historia del conflicto, único camino válido para probar que los inconformes mienten cuando afirman que han salido a la calle sólo como último recurso, sólo después de haber agotado, hasta el hartazgo y la náusea, los recursos convencionales de las aburridísimas antesalas, las numerosas vueltas, las “mesas de diálogo” infructuosas, etc., que sólo arrojaron promesas incumplidas una y otra vez. Y no lo hacen porque saben bien que, en ese caso, quedaría al descubierto que el rollo de poner por las nubes “el diálogo” que ellos mismos han manoseado y desprestigiado es una simple muletilla hueca, una burda maniobra mediática para descalificar a los que protestan y para legitimar su negativa a resolver sus demandas.

Finalmente: ¿por qué nadie aborda de frente el carácter y la legitimidad de las demandas, salvo para mentir y burlarse de ellas y de quienes las enarbolan? ¿Son ciertas o falsas, justas o injustas, legítimas o ilegítimas? Y si son ciertas, justas y legítimas, ¿por qué no las resuelven? La respuesta es que la jauría mediática y quienes la tienen de la correa, saben que este no es el terreno más favorable a su “guerrita” mediática de engaños y falsedades; que son arenas movedizas en las que pueden naufragar y cubrirse de ridículo si lo intentan. Pero este silencio sobre los antecedentes del conflicto y sobre el carácter de sus demandas, grita más alto que toda la campaña de lodo que los antorchistas dicen verdad y tienen la razón y la justicia de su parte, y que quienes se niegan a tomarlos en cuenta y los atacan con tan innobles armas, son parte de la fauna imitadora del avestruz: no es necesario enfrentar y resolver los problemas; basta con ignorarlos y sepultarlos bajo una montaña de basura y excremento, para acabar con ellos. Los antorchistas, por eso, seguiremos luchando al lado del pueblo pobre, con todas nuestras capacidades, mientras nos queden fuerzas para hacerlo. No hay de otra.