Polvo y soledad campean en Misión de San Pedro de Conchos

**Aunque San Pedro de Conchos fue una de las misiones más importantes en el estado a mediados del siglo XVII, hoy en día el pueblo está casi despoblado, con apenas unos 55 habitantes.


Polvo y soledad campean en Misión de San Pedro de Conchos

La Crónica de Chihuahua
Febrero de 2011, 19:15 pm

Froilán Meza Rivera

Rosales, Chih.- Hoy, aquí, la soledad y el polvo son los signos de identidad de este pueblo, donde ni siquiera los escasos perros, imbuidos de una rara depresión, se levantan para ladrar a los visitantes. El tiempo está detenido, tal vez en espera de mejores días, anhelando quizás que regresen los hijos que emigraron en busca de lejanas oportunidades en lejanas tierras.

Las casas son de adobe y de piedra, y muchas de ellas se encuentran deshabitadas, prohijando goteras y arañas, ecos y humedad.

Se ven hornos de pan por doquier, aunque deslavados y pidiendo a gritos una reparación. Redondos hornos de barro como iglúes en medio de los patios.

Algunas casas tienen contrafuertes de piedra con amalgama de tierra, y el paisaje es el de un pueblo viejo de siglos.

De primera impresión, semeja éste en todo a un pueblo fantasma, pero al mismo tiempo llama la atención que no habiendo postes ni cables de electricidad, se vean antenas de televisión en todas las casas.

Aunque la de San Pedro de Conchos fue una de las misiones más importantes en el estado a mediados del siglo XVII, hoy en día el pueblo está casi despoblado, con apenas unos 55 habitantes.

Hoy en San Pedro de Conchos, las escasas personas que lo habitan apenas recuerdan el sitio exacto en donde estuvo localizada la población original, porque se sabe que, debido a las frecuentes inundaciones que padecían, la Misión fue trasladada a su actual ubicación.

La antigua Misión tenía 11 pueblos bajo su jurisdicción, incluido Santa Cruz (actual cabecera municipal, Rosales), y debido a los ataques que sufrieron de manos de los indios rebeldes, ya para 1736 sólo le quedaban tres pueblos. Algunos de esos pueblos desaparecieron, y otros fueron asignados a otras misiones, conforme San Pedro fue perdiendo importancia.

Allá, en una de las casas de la orilla, se ve a dos hombres que platican al amparo de la sombra montados en sillas de cocina. Son don Pablo Lozoya y don Hexiquio Calderón, quienes explican que queda aquí ya pura "gente mayor".

Don Pablo, por ejemplo, tiene a dos hijos y dos hijas viviendo en Delicias, a uno en Rosales y a dos en Estados Unidos: uno en Columbus y otro más en Phoenix. "No se crea que no estamos en contacto, aquí tenemos teléfono, que tenemos conectado con los celulares, y tenemos celdas solares que, aunque no aguantan para un refrigerador, sí nos dan luz para los focos".

El pueblo fantasma, sin embargo, revive los sábados, cuando "recalan" los sanpetrinos que viven en las ciudades cercanas.

 Oiga, ¿y qué se hicieron los indios conchos, que eran los habitantes originales de la Misión?

 Nosotros somos todos mestizos ya, pero nuestros abuelos eran "aindiados", descendientes de los indios conchos que habitaban aquí antes que llegaran los españoles, y de otros, como los tarahumaras que llegaron después.

Es éste un pueblo por cuyas calles deambula el polvo que no halla dónde asentarse, igual que han de deambular los fantasmas de todas las generaciones que caben en 350 años.