Peña Nieto, la excepcional impunidad

Javier Corral Jurado / Columna Rotafolio


Peña Nieto, la excepcional impunidad

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2013, 19:49 pm

Tras las elecciones de 2012, Enrique Peña Nieto, ya declarado Presidente Electo, comprometió su palabra de impulsar un auténtico sistema de rendición de cuentas en el país y propuso tres reformas en esa dirección: la consolidación del IFAI como órgano garante del acceso a la información, la creación de un organismo nacional anticorrupción y regular la publicidad oficial. El discurso daba seguimiento a promesas de campaña y enmarcaba un compromiso para el futuro, el de ejercer una "presidencia democrática".

El PRI, su correa de transmisión en el Congreso, presentó las iniciativas en materia de transparencia y anticorrupción, y hasta ahora no ha llegado la que tendría por objeto poner fin a la discrecionalidad y gasto excesivo de recursos públicos en la contratación de medios de comunicación. PAN y PRD empataron los temas de IFAI y anticorrupción con iniciativas propias y sin lugar a dudas con mayores alcances. Del combinado de las tres visiones políticas emergió - en materia de derecho a la información - la más profunda reforma de la década para garantizar el acceso a la información pública; así reconocido por muchos especialistas y activistas sociales, y reivindicada por los legisladores como el gran fruto de una pluralidad que era capaz de ponerse de acuerdo en temas trascendentales.

En el centro de esa celebración plural estaba la transformación del IFAI en un órgano nacional y no sólo federal, esto es, con facultades para conocer recursos de revisión sobre resoluciones de los órganos locales, incorporados como sujetos obligados los partidos políticos, los sindicatos y las cámaras del Congreso, dotado de plena autonomía constitucional y por fín, el carácter vinculatorio, definitivo e inatacable de sus resoluciones. En efecto, todos festejamos el paso, firme a la modernidad y de cara a la consolidación de una conquista ciudadana en el perfeccionamiento de nuestra democracia.

Pero pocos meses después del festejo anticipado - porque la reforma sólo era minuta del Senado, aunque votada por unanimidad-, Enrique Peña Nieto se echó para atrás. Literalmente se arrepintió del tamaño de la reforma y midió los alcances que para su gobierno, su política de seguridad y procuración de justicia podría tener una reforma así. Mientras la minuta se asentaba en la Cámara de Diputados, lanzó primero una andanada mediática contra los actuales comisionados del IFAI, a partir de la denuncia contra una sola de sus integrantes, para buscar una recomposición a modo de todos los integrantes del órgano garante. Luego, por la misma vía del PRI pero en la otra cámara, introdujo cambios regresivos y modificaciones que disminuían la mayoría de las figuras logradas.

La intentona de contrarreforma no pudo prosperar en todos sus objetivos; una alerta social visibilizó los mayores despropósitos, pero al final la Cámara de Diputados le inflingió las dos puñaladas peñistas: dotar al Presidente de la República de un recurso extraordinario de impugnación de las decisiones del IFAI y la remoción total de los actuales comisionados.

La "presidencia democrática" ofrecida no sólo no apareció por ningún lado, sino que hay un regreso a la presidencia imperial, exacerbada en sus influencias y funciones dentro de los otros dos poderes de la unión, de una presencia omnímoda en la opinión pública mediante nuevos y reconstruidos métodos de control de medios, llena de nuevo de protocolo, pompa y forma, pero vacía de contenido, cumplimientos, resultados. El pronto fracaso de Peña Nieto en lo económico, en lo social y en seguridad pública lo hicieron arrear la bandera de la rendición de cuentas. Se restaura la vieja fórmula de que entre más autoritario sea el Presidente, se vuelve más eficaz. Se consagra la impunidad del poder del presidente como principio de eficacia política frente a la realidad adversa y un ambiente social cada vez más crispado. La modificación consolida un régimen de excepción al Presidente; todos pueden ser sujetos directos de la acción sancionadora en definitiva del IFAI, menos el Presidente de la República. A Peña nadie lo toca, se pretende constitucionalizar una zona de impunidad.

Lo más desesperanzador no es la retractación de Peña en el tema del IFAI, que lo ha hecho también en el de la anticorrupción y la publicidad oficial, sino el aval que diputados del PRD y del PAN le han brindado a esta vergonzosa excepción. Infiltrados buena parte de nuestros partidos de "peñismo", más cuidadosos algunos de nuestros dirigentes y legisladores de quedar bien con el Presidente que con los militantes y los ciudadanos, han cercenado el principio fundamental de la autonomía del órgano garante del derecho de acceso a la información. Se nos quiere imponer como regla general de aceptación que frente a reformas mutiladas, lo único posible es la complicidad con el autoritarismo o nada. Debemos oponernos.