Pancho Villa ¿descansa en Parral o en el Monumento a la Revolución?

**Afirman que está en una tumba secreta en el Panteón de Dolores, en Parral, Chihuahua.


Pancho Villa ¿descansa en Parral o en el Monumento a la Revolución?

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2012, 22:53 pm

Por Froilán Meza Rivera

Parral.- El general de División Francisco Villa, jefe de la Revolución en el norte del país, está enterrado en Parral, sus restos descansan en una tumba hasta ahora secreta en el panteón de Dolores, y no en el Monumento a la Revolución en la ciudad de México, como todo el mundo cree.

El minero don Pedro Alvarado Torres y una de las viudas de Villa, Austreberta Rentería, temerosos de que se repitiera un acto de profanación como cuando le cortaron la cabeza, decidieron sacar el cadáver del revolucionario. Lo mandaron colocar en una fosa propiedad de la familia de ella, y ordenaron sustituirlo con un cuerpo destinado a la fosa común, en la tumba de todos conocida como la del general.

Este es el secreto mejor guardado por Parral. La peregrinación del cuerpo de Villa, su profanación y su actual localización, tienen todos los ingredientes de una novela de intriga internacional y de misterio.

Pero ¿qué pruebas hay de que esto sea cierto? ¿Hay testigos? ¿Hay registros de la suplantación? Sí, sí hay registros, nombres, fechas, testigos, referencias al por mayor...

"El cuerpo decapitado que exhumó el periodista Óscar W. Ching Vega por órdenes del presidente Luis Echeverría y que se llevó el Ejército Mexicano el 18 de noviembre de 1978 al Distrito Federal para ser colocado en el Monumento a la Revolución, es el de una dama", revela Juan García Chávez, historiador, estudioso del villismo y guía de turistas en Hidalgo del Parral.

¿DÓNDE QUEDÓ EL CUERPO?

La versión de García Chávez es compartida por un sector de la sociedad de Parral, entre quienes existe la convicción de que los restos mortales de Villa nunca salieron del panteón de Dolores.

En una versión de José García, el mismo Ching Vega reveló a un pariente suyo, poco antes de morir, que "Yo tuve que obedecer, no podía negarme, yo no podía llegar al Distrito Federal y decir que los restos no eran del general. Ahora puedo decir que yo estoy seguro que aquéllos no eran los restos del general Francisco Villa".

Por supuesto, en una época de feroces persecuciones políticas y de represión, el periodista no quiso exponerse a decir la verdad, que quedó evidenciada con el examen del cuerpo que realizaron médicos parralenses. Aquel 18 de noviembre de 1978, cuando procedieron a la exhumación ordenada por Echeverría, estuvieron presentes médicos de la ciudad de Parral, el notario número Uno, Vicente Jaramillo, el empresario de pompas fúnebres don Octavio Cárdenas, varios funcionarios del Ayuntamiento, oficiales y tropa del Ejército Mexicano, el propio Ching Vega y personal del panteón de Dolores, que totalizaron casi 30 individuos. Los doctores señalaron a Óscar W. Ching Vega que "estos restos son de una mujer de entre 40 y 45 años de edad, quien al parecer falleció de cáncer".

El periodista procedió, en contra de todas las evidencias, a llevarse el cuerpo a México para enterrarlo junto con el de Francisco I. Madero.

"A mí me ordenaron llevarme esto, esto encontré, y esto me llevo", dijo tajante.

Según Juan García Chávez, "aquí en Parral, es un tema tan trillado, tan dicho, que se toma por sobreentendido, porque la gente está contenta con la presencia aquí del general Villa".

LA PROFANACIÓN

En el panteón de Dolores, de Parral, está la tumba oficial de Francisco Villa, que es a donde acude la gente a rendir honores y a manifestar sus respetos al revolucionario.

Pero está también la otra tumba, la original, a 120 metros exactos en línea recta hacia el oriente, por el mismo pasillo central. Ahí reposa, debajo de su cuñada Elpidia Rentería, de su cuñado Antonio, y del suegro del General, don Hilario Rentería.

¿CÓMO LLEGÓ VILLA A ESTA NUEVA TUMBA?

En 1926, tres años después de la muerte del general Villa, el famoso volante con el que los gringos anunciaban una recompensa de 50 mil dólares, llegó a manos del coronel Francisco Durazo Ruiz, quien estaba acantonado en el presidio militar de Parral. El panfleto estaba en inglés, y al parecer se lo tradujeron mal, porque él pensó que la recompensa estaba vigente.

Al coronel le entró la ambición, y envió al teniente coronel José Elpidio Garcilaso, al sargento Roberto Cárdenas Aviña, al capitán Sánchez Anaya, al cabo Miguel Figueroa, y a los soldados Daniel Cruz y Felipe Flores, así como a su chofer Ernesto Weissel, al panteón, a profanar la tumba y a cortar la cabeza de Villa. Ellos lo hicieron a hachazos.

Detalles más o menos, el coronel Durazo se dirigió a Jiménez con la intención de embarcarse en tren a Ciudad Juárez para de ahí pasar a Estados Unidos a cobrar su recompensa, pero con tan mala suerte, que antes de que llegara su tren hacia el norte, arribó a la estación el general Arnulfo R. Gómez, quien venía entregando las plazas militares del estado a Santiago Piña Soria.

Sorprendió R. Gómez a Durazo y le pregunta que por qué andaba fuera de su plaza y sin permiso, y a Durazo no le quedó otra más que mostrarle el panfleto y confesar que pretendía cobrar la recompensa que ofrecían los estadounidenses.

Durazo destapó la caja metálica de municiones donde traía el cráneo, y su superior lo amenazó: "Deshágase usted inmediatamente de estos despojos, o lo mando fusilar, porque está usted involucrando al Ejército Mexicano en un asunto altamente deplorable".

Francisco Durazo ordenó al cabo Miguel Figueroa deshacerse de la cabeza, y enterrarla en la hacienda del Cairo (hoy Salaices) propiedad del primero, lo que éste hizo puntualmente.

LA TUMBA DEL GENERAL

A raíz de estos sucesos, Austreberta Rentería y Pedro Alvarado Torres solicitaron la ayuda de dos sepultureros, los hermanos José y Guadalupe Amparán Quiñónez, y de Santos Vega, un lapidario y amigo de Villa, para que sacaran el cuerpo de Villa de su tumba original, y que lo trasladaran 120 metros al oriente.

"Y para que esta tumba no quede abandonada, traigan aquí los restos del primer desconocido que tenga que ir a la fosa común, decapítenle y sepúltenle ahí, y me avisan", les dijo don Pedro, en marzo de 1929.

En 1931, llegó a Jiménez una señora en el tren, con rumbo a El Paso, con la intención de atenderse allá de una enfermedad, pero como se puso grave, la bajaron ahí. En Jiménez no había hospital, por lo que fue trasladada a Parral para su atención, con tan mala suerte que murió a los tres días en el Hospital de Jesús, que está donde son ahora las canchas del Club Río de Janeiro. Sin papel alguno que la identificara, a la mujer sólo le encontraron una gran cantidad de dinero. Las autoridades mandaron oficiarle misas en cada uno de los templos de Parral, pagados con los recursos que tenía la difunta, y mandaron traerle un féretro de lujo de Chihuahua. Pero el cuerpo terminó en la sala de reposo del camposanto.

Los sepultureros avisaron a don Pedro Alvarado, quien los instruyó para que decapitaran este cuerpo y lo colocaran en la fosa vacía.

Al mes siguiente, Pedro Alvarado y Austreberta Rentería pagaron en la Tesorería del Estado la cantidad de 12 pesos por el derecho a perpetuidad del sepulcro número 632, que es y seguirá siendo la tumba oficial de Francisco Villa.

Pero por supuesto, el general de División se encuentra reposando en la otra tumba, 120 metros al oriente, por el mismo pasillo, donde comparte la tierra con su suegro y con dos de sus cuñados.