PAN y Pacto, dos visiones

Javier Corral Jurado/ Columna Rotafolio


PAN y Pacto, dos visiones

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2013, 20:18 pm

Desde que se discutió por primera vez en el Comité Ejecutivo Nacional, el Pacto por México ha configurado dos visiones dentro de los órganos de decisión del panismo en torno de su suscripción. Por un lado quienes ven al pacto como un instrumento de acuerdo político inédito que puede sacar las reformas pendientes y consolidar la democratización del país, precisamente en los temas más peleagudos, los que más han enfrentado la resistencia de los poderes fácticos, porque son los que realmente emparejarían la competencia política, económica y social de México. Por otro lado hay quienes ven al Pacto como el reconocimiento de un fracaso de los gobiernos panistas, "de lo que no hicimos", y en su extremo, un voto de confianza inmerecido al nuevo gobierno de Peña Nieto, pecando de ingenuidad mayúscula.

La primera visión parte de una ecuación muy sencilla: hoy, ninguna fuerza política puede, por sí sola, imponer su propia visión ni un programa único. Las reformas que el país necesita no pueden salir adelante sin un acuerdo ampliamente mayoritario. La segunda postura se ancla en reprochar la mezquina actitud que tuvo el PRI durante los gobiernos del PAN al boicotear éstas mismas propuestas y pareciera recomendar que esa ruta de regateo y obstrucción debe practicarla ahora desde la oposición, lo que seguiría dilatando mayores oportunidades para todos.

Particularmente quienes estuvieron cerca del gobierno del Presidente Calderón, o son afines a eso que llaman "Calderonismo", se han lanzado contra el pacto. Ofrecen más argumentos sobre la forma, el momento y los mecanismos de la negociación del pacto, que sobre sus contenidos. Esto último sería un despropósito hacerlo, pues una simple comparación entre las plataformas legislativas y de gobierno que hemos presentado en la década reciente nos demuestra que más del 80% de los 95 compromisos suscritos por Peña, el PRD y el PRI, son de manufactura panista. Y en efecto, entre el PAN y el PRD existe una amplia coincidencia en la agenda democratizadora del Pacto, lo que incluso nos permite hacer coaliciones electorales desde hace 15 años.

En algunas de las críticas sobre el método de negociación, he coincidido; lo que por cierto se ha solucionado con mecanismos más incluyentes en la elaboración de las iniciativas tanto de legisladores como de especialistas en los tres partidos que participamos en el Pacto. Lo que me parece un verdadero error es traducir este acuerdo como corte de caja o crítica a nuestros gobiernos, cuando lo que se pone de manifiesto es lo que no nos permitieron hacer, lo que se nos regateó pues muchos de las acciones planteadas son continuidad de políticas públicas iniciadas durante los gobiernos del PAN.

El Pacto mismo tiene antecedentes al inicio de la transición democrática: Vicente Fox lo hizo y se suscribió por los principales actores políticos, en aquella época se denominó Acuerdo Político Nacional, pero de inmediato el PRI incumplió y se salió; no dudo que Felipe Calderón le hubiera encantado lograrlo, pero tampoco tuvo condiciones ni siquiera para proponerlo, el nivel de polarización y radicalismo que planteó la izquierda entonces bajo las órdenes de López Obrador imposibilitó cualquier acuerdo amplio, y terminó echando en los brazos del PRI al PAN.

También he escuchado absurdos a propósito del Pacto dentro de nuestras filas, sobre todo ese que insiste en que ser parte de él nos silencia, que nos desdibuja como oposición, que nos limita y nos mete en una civilidad hipócrita. En ninguna parte de sus contenidos el pacto condiciona nuestro deber de contrapeso y de crítica al gobierno de Peña Nieto, mucho menos limita o restringe el deber opositor que tenemos frente a abusos o excesos.

Tampoco suponemos que ya impera la civilidad y que los Gobernadores se volvieron buenos sólo porque Peña Nieto firmó; al contrario, éstos son los principales destinatarios del pacto, precisamente porque sabemos que en los estados gobernados por el PRI se dan las peores regresiones autoritarias y es donde se producen las peores prácticas en relación con el manejo de los recursos públicos, de los medios de comunicación, de las elecciones locales y del acceso a la información. Precisamente por eso, había que firmar el Pacto y comprometer la voluntad de Peña Nieto - su nuevo Jefe y guía -, en temas como "reducir y transparentar el gasto de los partidos; disminuir el monto de los topes de campaña, anular una elección cuando se rebasen los topes de campaña, cuando se utilicen indebidamente recursos públicos o cuando se compre cobertura informativa en cualquiera de sus modalidades periodísticas, con la correspondiente sanción al medio de que se trate", compromisos todos incorporados dentro del capítulo "Acuerdos para la Gobernabilidad Democrática".

Celebro que el Consejo Nacional de Acción Nacional haya avalado y ratificado la suscripción del Pacto por México en su pasada sesión del fin de semana, y que por una amplia mayoría haya prosperado la visión que hace del pacto un mecanismo para el futuro, confirmándonos como un partido responsable y comprometido con el interés de México, lo que en definitiva nos diferencia de nuestros adversarios.

Abiertamente milito en la defensa del Pacto y de sus posibilidades de transformación, lo hago desde la esperanza que significa su concreción, no desde la confianza ingenua o la creencia a ciegas porque no es un asunto de fé, participo con el riesgo incluso de que incumplan su palabra, pero consciente de que cada nueva etapa del país abre una oportunidad para reformas importantes que hay que aprovechar; estoy con el Pacto no porque crea que Enrique Peña Nieto se transformó en demócrata de la noche a la mañana, o porque el PRI y sus gobernadores experimenten una conversión paulina hacia la decencia política, sino porque precisamente la necesidad de crecimiento económico, de credibilidad política y legitimidad democrática de la nueva etapa obliga a realizar las reformas planteadas.