Opinión: Una defensa del Guerrero

**Y tal vez, porque todo puede suceder, el odio oscurantista, fascista, logre derribarlo y enterrarlo como ocurrió con Coatlicue, pero en su momento, el guerrero surgirá de nuevo de las entrañas de su madre la tierra.


Opinión: Una defensa del Guerrero

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2014, 22:09 pm

Por Mario García Castillo

Después de acudir al estadio Azteca, a la celebración del 40 aniversario del Movimiento Antorchista Nacional, el grupo de bajacalifornianos y sonorenses que integrábamos la comitiva, pudimos hacer un recorrido guiado por el municipio de Chimalhuacán y pudimos constatar los avances logrados por los gobiernos Antorchistas, en materia de infraestructura deportiva, educativa, de salud y entre otras; infraestructura recreativa como es el caso del corredor donde se encuentra la escultura del Guerrero Chimalli.

El recorrido comenzó como a las 9 de la mañana y terminó pasadas las tres de tarde. Todos quedamos gratamente sorprendidos por el gran desarrollo del municipio, sobre todo quienes conocimos Chimalhuacán catorce años atrás cuando era un basurero. Al llegar donde se encuentra el Guerrero, todavía estaban haciendo algunos arreglos para poder inaugurarlo en unas semanas más. Ya casi estaba todo concluido, de tal manera que tomamos varias fotos y aunque lamentablemente muy de prisa, pudimos apreciar la obra. Por mi parte subí a un puente peatonal y quedé frente a la escultura por unos breves minutos.

Al ver frente a mí al Guerrero Chimalli, recordé inmediatamente a Coatlicue, cuando una tarde de la época estudiantil la conocí en su sitio del Museo Nacional de Antropología y sentí lo que muchos dicen haber sentido al mirar a la diosa de la falda de serpientes, la sensación de estar frente a un ente sobre natural, estremecedor; sentí algo parecido al terror. Posteriormente Octavio Paz, me dio sus palabras para describirla y entenderla: “Coatlicue está cubierta de espigas y claveras, de flores y garras. Su ser es todos los seres. Lo de adentro está fuera. Son visibles al fin las entrañas de la vida.” Y es que el artista escultor de la diosa, logró captar y transmitir en formas precisas y a la vez poéticas, toda la vida del pueblo azteca. En la enorme piedra tallada, de 2.50 metros de altura y 3 toneladas, lo que se representa no es un solo ser, es todo el panteón Azteca, están ahí los dioses principales y las dos deidades que son el origen de todo. Se aprecia en la escultura la vida y la muerte, el día y la noche, “espigas y calaveras”; la paz y la guerra, “flores y garras”. Para los aztecas, el universo se mantenía en equilibrio, pero mediante una lucha constante; ellos mismos para vivir tenían que hacer la guerra, lo mismo que sus dioses. Cuenta la leyenda que Coatlicue (La Tierra), estando en el templo quedó en cinta porque guardó en su seno una pluma de colibrí que cayó del cielo. Entonces Coyolxhauqui (la luna) arengó a sus hermanos los Centzonhuitznahua (las estrellas) para que mataran a la madre que les había deshonrado al quedar en cinta. Coatlicue se siente afligida por la crueldad con que la trata su hija, pero escucha una voz que desde el vientre le dice que no tema y cuando la Coyolxhauqui y los Centzonhuitznahua llegan para matar a la diosa Coatlicue, nace su hijo Huitzilopochtli (el sol), ya ataviado para el combate, empuñando el Xihuacoatl, una antorcha semejante a una serpiente de fuego. Huyen los Centzonhuitznahua llenos de pavor mientras Huitzilopochtli persigue a su hermana, la decapita, la descuartiza y hace rodar su cabeza hasta las faldas del cerro del Coatépec (más o menos por donde hoy está la Basílica de Guadalupe), y así se explica el fenómeno del día y la noche.

Pues bien, en la escultura de la diosa de la falda de serpientes, se encuentra contenida toda la cosmovisión del pueblo Azteca. Es una deidad subyugante y aterradora porque es la fiel representación de un pueblo que para vivir tiene que practicar la guerra. Desde el punto de vista de la simbología esa escultura es una obra de arte pues capta la esencia de la realidad de su tiempo con imágenes llenas de pasión, es decir poéticas. Y como es una obra de arte, se le puede estudiar también desde el punto de vista de la forma y aquí también vemos que el artista logró armonizar formas distintas, en un todo uniforme y compacto, logrando la proeza de detener el movimiento sobre el duro cuerpo de la roca y transmitirlo como una acción telúrica a través de muchas generaciones. Es tan conmovedora esa escultura, tan inspiradora, tan estimulante de los instintos, que por mucho tiempo permaneció enterrada y luego escondida en algún claustro oscuro y logró volver a ver la luz, hasta mucho después que el país dejó de llamarse Nueva España, así son de peligrosas las obras de arte cuando le pertenecen al pueblo. El escultor de la Coatlicue logró ensamblar armónicamente distintas formas, formas geométricas, pues las artes plásticas se basan en las formas corpóreas y el espacio para poder expresarse. Una estudiosa del arte prehispánico escribió: “En estricta geometría, el volumen de la escultura Coatlicue es un prisma triangular. Las envolventes de sus caras laterales son triángulos rectángulos; sus envolventes anterior y posterior son rectangulares, lo mismo que la envolvente de la base o cara donde se apoya. El prisma triangular se forma entonces de dos caras triangulares iguales (caras laterales de la escultura) y tres caras rectangulares de diferente superficie, las cuales son adyacentes y perpendiculares a los triángulos rectángulos (la base, el frente y la cara posterior de la escultura).” Esto en cuanto al volumen, pero en cuanto a la simbología también vemos cómo diferentes formas geométricas se entrelazan y forman un todo armónico, como un discurso elaborado con palabras precisas y sencillas: corazones, manos, bocas, ojos, cabezas, garras, fauces, espigas, calaveras, flores. Y las formas se entrelazan para dejarnos ver imágenes: serpientes, jaguares, águilas. Vemos plasmadas en la piedra como si un rayo las iluminara, dos imágenes estrechamente unidas: la vida y la muerte.

Es fácil entender que solamente una sociedad desarrollada puede generar tales artistas y tales obras. Por eso las artes plásticas desde su origen están relacionadas con la geometría. Prueba de ello son la escultura y la arquitectura de la antigua Grecia, prueba de esto son las pirámides egipcias, aztecas, mayas, etc. El importante papel que ha jugado la geometría en el arte, ha sido ya muy estudiado, solamente diré que la actual escultura geométrica ha caminado un largo camino, pasando en tiempos más recientes (ya que en pintura y escultura las fronteras a veces se pierden), por el cubismo de Pablo Picaso, el surrealismo con su estrella de tres picos y de la mano del poeta Paul Valéry ha llegado a la simplificación de la forma, (“pues para Valéry, creación humana es igual a construcción, y construcción implica simplificación, ordenación de lo confuso”) y se ha consolidado usando simples formas geométricas en obras como las del escultor mexicano Sebastián. Cuando me vi frente al Guerrero Chimalli, recordé con nostalgia a nuestra diosa madre, pero solamente por los pies del guerrero pues en ellos conservadas como en un hijo están las garras de Coatlicue. Se le asemeja en los pies, en las raíces. Todo lo demás es otro ser, con un ligero parecido a la madre pero con rasgos propios. Es guerrero pero no transmite el vértigo y la furia de la guerra, transmite la serenidad del nuevo gladiador que lucha por la paz, su escudo como una estrella nos transmite confianza (no zozobra) en el futuro que vendrá. Se levanta vigoroso, esbelto, atlético y elegante, como un enorme pino en busca de la luz del sol. Por lo tanto es un guerrero defensor de la verdad y la justicia y para que no haya duda de ello, el hacha de guerra que porta durante el día, de noche se transforma en Xihuacoatl, la antorcha o serpiente de fuego. Entonces como Coatlicue, es varios seres en uno, es guerrero hombre y es deidad, su color es el del sol que nace y del sol que muere. Las formas geométricas simples se combinan entre sí y el volumen de los cuerpos geométricos entra en íntima relación con el espacio, con la luz y proporciona la sensación de movimiento sereno, firme, ascendente, progresista. El Guerrero Chimalli se levanta con los pies que le dio Coatlicue, orgulloso de su pasado histórico y dominando desde su altura todo el valle, anuncia el advenimiento de un mejor futuro. En resumen, como obra de arte, desde el punto de vista del simbolismo nos plantea un mensaje bien elaborado, desde el punto de vista de la forma, de la perspectiva, del dibujo, es una pieza armónica y correcta, es pues una buena obra de arte.

Pero un guerrero como el Chimalli, no necesita que alguien lo defienda, la crítica insidiosa y mezquina no le hace daño, más bien lo fortalece. Y tal vez, porque todo puede suceder, el odio oscurantista, fascista, logre derribarlo y enterrarlo como ocurrió con Coatlicue, pero en su momento, el guerrero surgirá de nuevo de las entrañas de su madre la tierra, ya ataviado para el combate y entonces la noche huirá y surgirá el radiante día, de una nueva era de paz y progreso social para el pueblo mexicano.