Michoacán: lo grande y lo pequeño

Por Omar Carreón Abud


Michoacán: lo grande y lo pequeño

La Crónica de Chihuahua
Junio de 2014, 12:51 pm

Nadie duda que en el estado de Michoacán existen muy graves problemas. Hay una deuda pública gigantesca cuyo monto no está muy claro porque las versiones oficiales y cuasi oficiales difieren, pero ninguna de ellas baja de 25 mil millones de pesos, no hay, pues, dinero suficiente para el gasto público básico (en un momento, en la administración saliente, se llegó a declarar que el problema urgente del gasto estaba por atenderse ya que se esperaba un nuevo préstamo de 4 mil millones de pesos) y, nadie dice cómo ni cuándo se va a pagar esta deuda. Nadie debería dudar, tampoco, porque es absolutamente cierto, que esa deuda monumental la contrajo la llamada clase política que ha gobernado el estado y que la va a tener que pagar sin falta el pueblo michoacano. En esto, como en toda la justicia de este sistema, (si es poderoso) el que la hace no la paga.

Michoacán no es, ni con mucho, la entidad federativa que tiene menos recursos, ni naturales ni humanos. Esa es la verdad sin chovinismo barato, sólo hace falta recordar que varios estados son más pequeños en extensión y en población y que no tienen las costas ni el puerto (de los más importantes del mundo) que tiene Michoacán. Aún así, en producción anual de riqueza, en el Producto Interno Bruto, Michoacán ocupa el lugar número 29, en Índice de Desarrollo Humano, el lugar 30 y, en Inversión Extranjera Directa, el 32, o sea, el último, sólo destaca el estado, en un primer lugar, en expulsor de sus hijos al extranjero, ninguna otra entidad federativa destruye tantas familias enviando padres o madres o hijos en edad de trabajar -y ahora, hasta menores de edad solos- a buscar una forma de ganarse la vida en un país extraño, ese podría ser el orgullo de quienes han gobernado a los michoacanos.

¿Y los que se han quedado porque no han querido marcharse y abandonarlo todo o no han podido? El 72 por ciento de los trabajadores, lo que constituye aproximadamente un millón 296 mil personas, carece de acceso a la seguridad social porque labora en empresas informales o a que las empresas formales a las que vende su fuerza de trabajo, no lo dan de alta en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). "Bueno -podría decir un desinformado habitante de Mongolia- pero ganan buen salario". "Juzgue usted", habría que contestarle: según datos oficiales, el 45.4 por ciento de la población, es decir, casi la mitad de los michoacanos, no tiene acceso a la canasta básica y, la llamada canasta básica, son los bienes y servicios indispensables para que una familia pueda satisfacer sus necesidades mínimas. ¿Catalogaría usted cómo justo a un estado o a un país que no proporciona ni lo indispensable a su población?

¿Y qué opinan de ello los michoacanos? El 92.2 por ciento de los de 18 años y más -según encuesta del INEGI- dice que la corrupción en el estado es "muy frecuente y frecuente". Nótese que cada vez es menos efectiva la labor que realizan todos los días y a todas horas los medios de comunicación que hablan de logros, progresos y avances, en los anuncios pagados que presentan a los funcionarios públicos, trabajando, haciendo giras, presentando programas, todos con apariencia pulcra, sincera, respetable y, el pueblo, a cuestionamiento del INEGI, declara que no lo cree, que hay corrupción y, si la pregunta la formulara en privado un familiar o amigo de confianza, la censura popular llegaría al 100 por ciento y sería más enérgica y contundente.

A todo ello hay que agregar obligadamente la violencia que desde hace años azota al estado. Hay algunas declaraciones que sostienen que ya es menos, otras que es mucho menos, que la paz y la tranquilidad han regresado al estado. No quisiera involucrarme en dar por buenas unas cifras u otras o en alegrarme apresuradamente con alguna mejoría, simplemente debo decir –repitiéndome- que mientras no se acabe con las causas últimas de la delincuencia y su fiel acompañante, la violencia, no habrá paz duradera ni tranquilidad para los michoacanos. Tanta gente de la ley, delinquiendo un día sí y otro también, no se explica porque por estas tierras se haya concentrado el espíritu del mal o los elixires del diablo, tampoco por una debilidad o ineptitud de los órganos del estado, ya que, sin descartar otras causas más locales y más inmediatas, hay que decir que son la pobreza, la falta de trabajo, la falta de los satisfactores básicos, por una parte, y por la otra, la propaganda feroz que empuja a vivir en el lujo consumiendo de todo, los que trastornan la conducta del hombre y producen las devastadoras consecuencias sociales que tanto nos preocupan. Así es de que mientras no cesen las agresiones manipuladoras y consumistas de los medios de comunicación, mientras no haya pan y trabajo, no habrá paz ni tranquilidad.

Hasta aquí, los problemas grandes y muy grandes que habrá de enfrentar el nuevo gobierno del Doctor Salvador Jara Guerrero. Sería absurdo pensar que en 15 meses acabaría con todos ellos. No obstante, es cierto que el camino más largo empieza siempre por el primer paso, así de que todas las medidas que se tomen para empezar a resolver en firme los problemas ancestrales de Michoacán serán reconocidas y hasta aplaudidas. Pero eso es lo que se refiere a los grandes problemas estatales ¿Y los pequeños? ¿Los que se han acumulado y han irritado a la población sólo por maniobras políticas e intereses particulares de políticos, tales como los que ya casi desde hace un mes, tienen en plantón a los campesinos, colonos, maestros y estudiantes que pertenecen al Movimiento Antorchista?

Esos problemas relativamente pequeños que sólo requieren de sensibilidad y voluntad políticas se refieren a: 1) un burócrata con poder que no les quiere dar fertilizante subsidiado a los campesinos porque lo quiere entregar a otros burócratas con poder; 2) un funcionario que se colude con charros sindicales para expulsar de un plantel del Colegio de Bachilleres a maestros que no aceptan poner la cerviz bajo el yugo del control charril; 3) otro más, éste del área de la salud, que se voltea para otro lado cuando se le exige que castigue a médicos corruptos que esconden aparatos para mandar a los pacientes a sus negocios particulares porque se siente solidario con ellos y no con el público afectado y que cuando se le insiste para que actúe, arremete con declaraciones en contra de los inconformes; y, puesto que no cabe la lista completa de irregularidades en este espacio, 4) funcionarios estatales y municipales que desvían recursos federales y, a pesar de reiteradas denuncias públicas en la prensa por parte de los afectados, nadie, ningún funcionario, ni estatal ni federal, ha expresado preocupación, menos aún intervenido para detener un muy probable peculado.

Estos problemas, relativamente pequeños, si los comparamos con la obligación ineludible del Estado de procurar paz, pan y trabajo para todos, pueden y deben atenderse a la brevedad posible; será un buen mensaje de que ahora se trata, no sólo de un nuevo gobierno, sino de una nueva política pensada y practicada para beneficio de los que menos tienen ¿Será?