Mescaleros provocan fuertes descalabros a las fuerzas españolas

** "Los mescaleros estaban armados, además de con arcos y flechas, con bastantes mosquetes, con los que abatieron uno a uno a la mayoría de los soldados."


Mescaleros provocan fuertes descalabros a las fuerzas españolas

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2020, 06:04 am

Gorka Alonso/
Apaches. EL CORAZON DE LA APACHERIA

El 25 de julio de 1795, el Presidio de San Carlos (situado en la actual Chorreras, municipio de Aldama, Chihuahua) fue alertado de que dos pequeños grupos de apaches, de cuatro a seis guerreros cada uno, se habían llevado 20 cabezas de ganado del rancho de Santa Cruz y del Pueblo de la Joya, cerca de la Ciénega de los Olivos (la actual Valle del Rosario, municipio de Rosario, Chihuahua),situada a más de 100 km al sur. El comandante del presidio, el capitán Antonio García de Tejada, estaba al mando de los 73 soldados de su guarnición y temporalmente de dos destacamentos de la 3ª y 4ª Compañías Volantes estacionados allí. Inmediatamente envió a dos grupos tras los incursores, uno con 20 hombres de la 3ª Compañía Volante, y otro con 44 soldados presidiales y de la 4ª Compañía Volante. Éste último estaba al mando de Cayetano Limón y Juan Fernández (1º y 2º alférez respectivamente), quienes encontraron unas huellas que iban paralelas al curso del río Conchos, al este de San Carlos, pero luego giraron hacia el noroeste, por la zona de patrullaje del Presidio del Príncipe (municipio de Coyame del Sotol, Chihuahua), y directamente hacia el Río Grande. El primer grupo de 20 hombres de la 3ª Compañía Volante perdió el rastro cuando se dirigía hacia el noroeste, también cerca del Presidio del Príncipe, a unos 97 km al suroeste del Presidio de San Carlos. Rápidamente enviaron un mensaje al comandante del Presidio del Príncipe, el capitán José de Tovar.

El domingo 2 de agosto, Tovar, ordenó al alférez José Urías partir con 50 soldados presidiales y de la 1ª Compañía Volante a patrullar la zona por donde podían pasar los incursores. Enseguida descubrieron el rastro de seis apaches, siguiéndolo durante unos 75 km por el oeste del Presidio del Príncipe. El lunes 3 de agosto, llegaron a las proximidades de la Sierra del Carrizo, donde se veían claramente las huellas de seis hombres penetrando en las montañas. A pesar de eso, Urías tomó precauciones, dividiendo su destacamento. Dejó a 22 hombres cuidando las mulas con las provisiones mientras él entraba con 28 soldados al interior de las montañas. Con Urías iba Nolasco Medina, un veterano soldado de 34 años, con 14 años de servicio.

No pasó mucho tiempo cuando cayeron en una emboscada preparada por unos 150 apaches mescaleros. Al ser muy superiores en número, pronto rodearon al destacamento, el cual ofreció una fuerte resistencia durante al menos una hora. Los mescaleros estaban armados, además de con arcos y flechas, con bastantes mosquetes, con los que abatieron uno a uno a la mayoría de los soldados. Cuando su número empezó a reducirse, la batalla se convirtió en un “sálvese quien pueda“.

A pesar de resultar herido por un disparo, Medina siguió combatiendo, aunque luego montó en su caballo, picó espuelas y se alejó de allí (no se sabe si por propia iniciativa o por alguna orden). Según el informe: “… rompió el cerco del enemigo… y fue el primero en alcanzar la reata“. Otros cuatro soldados fueron tras él, llegando al lugar donde estaban los 22 soldados cuidando las mulas. Pero no fueron los únicos, los mescaleros les habían seguido, atacando al resto del destacamento. Medina fue alcanzado varias veces, sumando otras cuatro heridas pero todos los españoles pudieron huir dejando atrás varias mulas (quizás toda la reata) en poder de los mescaleros.

Al cabo de un día pudieron avisar de lo ocurrido a Tovar en el Presidio del Príncipe, quien rápidamente envió correos a la Villa de Chihuahua para informar a Pedro de Nava, Comandante General. Después envió un fuerte destacamento a la Sierra del Carrizo para recuperar los cuerpos de Urías y sus hombres. El 8 de agosto, Nava ascendió a Nolasco Medina a cabo de escuadra.

Pero el mismo día que Urías y sus hombres caían abatidos, el otro destacamento del Presidio de San Carlos y la 3ª Compañía Volante estaba siguiendo las huellas de otros cuatro apaches. En el curso de una semana y media, los 44 soldados españoles habían cubierto unos 320 km, al mando de los alféreces Cayetano Limón y Juan Fernández. El miércoles 5 de agosto, el destacamento alcanzó las orillas del Río Grande, en un lugar donde había un vado llamado Los Pilares junto a unas ruinas pertenecientes al antiguo Presidio del Príncipe. Construido en 1773, 15 años después fue reubicado en la situación actual, para proteger mejor los asentamientos españoles de las incursiones apaches. El destacamento español acampó en sus ruinas.

Al día siguiente, vadearon el río siguiendo las huellas de los cuatro apaches que les llevaba hasta la Sierra de los Ojos Calientes (Quitman Mountains, Hudspeth County, Texas) siendo palpable que su presa eran mescaleros que se dirigían a su ranchería, lo que no pareció preocuparles demasiado ya que varias de las rancherías de los mescaleros al norte del Río Grande pertenecían a mescaleros de paz; así llamados por los españoles a aquellos que accedieron a asentarse varios años antes entre dos presidios, el Presidio del Norte (Ojinaga, Chihuahua) y el de San Elizario (El Paso County, Texas). Pensaron que si los cuatro mescaleros pertenecían a una de esas rancherías serían castigados por sus líderes.

Al atardecer del 6 de agosto, Limón dejó a 10 hombres para proteger las mulas con los suministros mientras él y Fernández iban con los 32 hombres restantes a internarse en las montañas. No se sabe hasta donde llegaron pero de repente fueron atacados por un gran número de mescaleros, estimados entre 300 y 400 guerreros. Según parece participaron mescaleros que habían emboscado al destacamento de Urías tres días antes en la Sierra del Carrizo. De nuevo los mescaleros tenían la ventaja de la sorpresa, el número, y el terreno, disponiendo además de una gran cantidad de mosquetes. Pedro de Nava escribiría más tarde: “A pesar de que los alféreces Don Cayetano Limón y Don Juan Fernández, que comandaban nuestras tropas, hicieron la más enérgica resistencia, imitados por sus hombres, resultaron muertos con 31 soldados, habiendo sostenido una acción de cuatro horas desde la tarde hasta la llegada de la noche, según un soldado que llegó a donde estaba la reata con ocho serias heridas, siendo el único que pudo escapar“.

Cuando ese soldado llegó a donde estaban los suministros, los otros 10 soldados se prepararon para un ataque que no se produjo. Los mescaleros se dedicaron a desnudar a los 33 soldados muertos, haciendo acopio de su ropa, mosquetes, pistolas, espadas, lanzas, sillas de montar y de sus caballos. La noche del 6 de agosto fue muy larga para los 11 soldados supervivientes pero al día siguiente fueron encontrados por un destacamento del Presidio de San Elizario, al mando del alférez José Ygnacio Carrasco (no está claro si estaban allí en una patrulla rutinaria o si previamente los alféreces caídos habían solicitado refuerzos e iban a unirse a ellos). Carrasco rápidamente envió varios correos a San Elizario para informar de lo ocurrido.

El teniente Antonio Vargas, temporalmente al mando en San Elizario, recibió la noticia de lo ocurrido el 8 de agosto. Los mensajeros habían cabalgado duro, cubriendo los 160 km en menos de 36 horas. Rápidamente Vargas envió un correo a El Paso, a 32 km al norte, con una carta para el teniente gobernador de la provincia de Nuevo México, Francisco Javier de Uranga: “Sobre la una y media de hoy recibí el informe que me entregó el alférez Don José Ygnacio Carrasco, que él había encontrado en la Sierra de los Ojos Calientes, convertido en cadáveres, el grupo de 27 hombres, incluidos los oficiales Don Cayetano Limón y Don José Fernández, que comandaban, recuperado un herido (hombre), y un pequeño número de ellos que él encontró con la reata. Dicho informe, lo envié a las dos de la tarde al señor Comandante General“.

Luego Vargas informó a Uranga que iba a reunir sus tropas para salir inmediatamente hacia la Sierra de los Ojos Calientes para contactar con el alférez Carrasco y reconocer el terreno y recuperar los cuerpos. Dado el reducido número de soldados que permanecían en el presidio, Vargas pidió a Uranga refuerzos de El Paso, quien envió al Presidio de San Elizario 70 hombres pertenecientes a las cuatro compañías que servían en El Paso. Uranga también envió mensajeros a la ranchería de un jefe apache situada en la parte inferior del Río Grande. Los españoles llamaban a ese jefe Francisco, cuya gente se había asentado en paz en las cercanías del Paso del Norte hacía algún tiempo. Uranga sabía que la autoridad de Francisco no iba más allá de su propia ranchería pero necesitaba respuestas para evaluar lo ocurrido. En esos momentos ni Uranga ni Vargas tenían conocimiento del desastre ocurrido al destacamento de Urías en la Sierra del Carrizo el pasado 3 de agosto.

El 13 de agosto, Vargas volvió a San Elizario llevando los cuerpos de Cayetano Limón y sus 32 hombres. Después de interrogar a los supervivientes, estaba claro para él que los autores del ataque habían sido mescaleros, temiendo que el resto de rancherías se unieran para lanzar un ataque coordinado contra los asentamientos españoles. Pedro de Nava ya tenía conocimiento de lo ocurrido a los dos destacamentos pocos días después. Analizando la situación, observó que los ataques habían tenido lugar en Nueva Vizcaya, en una zona entre el Presidio del Norte (en la confluencia del Río Grande y el Río Conchos), y el Presidio de San Elizario (un tramo de territorio de 320 km de largo). Al no haber ataques en otras zonas, ordenó desplazar tropas no sólo de Nueva Vizcaya sino de Sonora y Coahuila para concentrarlas en lugares estratégicos para emprender una campaña, poniendo al mando al más experto oficial, el teniente coronel Antonio Cordero y Bustamante.

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