MISTERIO DE LA DAMA DE AZUL

**Historia y leyenda de Sor María de Ágreda,


MISTERIO DE LA DAMA DE AZUL

La Crónica de Chihuahua
Junio de 2011, 18:24 pm

Por Froilán Meza Rivera

Una mujer joven, blanca y vestida de azul, apareció un día al pie de aquel grande árbol de huizache, como esperando la llegada de la partida de indios jumanos.

La visión de aquella europea, sola, ahí, a la vera del sendero polvoso, sin que aparentemente contara con provisiones y ni siquiera con agua para sobrevivir en el desierto, era toda una incógnita.

Como primera reacción de los supersticiosos jumanos que en aquel año de 1625 ya desconfiaban, como de la muerte, de la presencia de cualquier desconocido blanco, fue el miedo. Y en aproximándose como iban por el sendero, por sí o por no, echaron mano a sus lanzas y cuchillos, aunque de manera discreta, como no descartando una visita de buena voluntad.

El encuentro se dio en un punto deshabitado en las cercanías del Paso del Norte, en la margen izquierda del río Grande del Norte o Bravo.

Los pesados hábitos en la joven, semejantes en todo -menos en el color- a aquéllos de los de los frailes franciscanos que se habían visto vagando en la región, no sorprendieron tanto a los nativos, como que se tratase de alguien del sexo femenino.

Para mayor sorpresa de la banda de indígenas, la mujer de azul les habló en su lengua. Dominaba ella el idioma tiwa de los jumanos como su propia lengua materna, y les reveló que había sido enviada por el dios barbado que murió en la cruz, para traerles conocimiento de la nueva religión y para promover la salvación de sus almas.

NO ERA DE ESTA TIERRA

Aunque vivió entre ellos en temporadas, e hizo aun igual en otros muchos pueblos de tribus diferentes, fue para todos ellos como un ser divino, al que escuchaban con palabras de un mortal, pero al que no tenían como si fuera uno igual que los demás.

Hubieran jurado que la monja no tocaba el suelo y, cosa igual de asombrosa, que su cuerpo no producía sombra, como tampoco reflejaba la luz del sol.

Nunca nadie la vio comer, y bebía sólo agua clara, y cuando, solícitas, le ofrecían las tribus aquel pan de maíz, el celestial atole de elote tierno, el sabroso mezquitamal o el suculento guisado de conejo aderezado con epazote, con una sonrisa la mujer siempre negaba tener hambre.

“Ya comí, gracias”, les decía, usando el verbo en lengua tiwa “capobi” (“comer”) que se pronunciaba igual que el sustantivo “maíz”.

El fraile franciscano Alonso de Benavides escribió un reporte en 1630, sobre Nuevo México y sus misiones durante sus años en la colonia. Hacia el final del escrito, aparece uno de los más famosos misterios en la historia de la Iglesia en el Nuevo Mundo: el encuentro de los jumanos con “la dama de azul”.

Escribió el religioso: “Replicaron que una mujer vestida como la que nosotros teníamos aquí pintada -que era la madre Luisa de Carrión-, pero más joven y bella, les había predicado a cada uno de ellos en su propia lengua, diciéndoles que deberían venir a pedirles a los padres que les instruyeran y los bautizaran y que lo debían hacer sin dilación”.

LAS MUERTES MÍSTICAS

De regreso en España ese mismo año, el franciscano se enteró del misterio de la venerable Sor María Jesús de Ágreda, fundadora del Convento de la Concepción, de monjas franciscanas, quien era consejera de Felipe IV, y de quien sospechaba y recelaba la Inquisición. Se decía que ella escribía lo que le contaba la Virgen y que poseía el don de la bilocación, es decir, que se encontraba de misiones por las Américas a la vez que gobernaba el convento.

Benavides se entrevistó con María de Ágreda en abril. La madre María reveló la experiencia de sus visitas, las llamadas “muertes místicas”, que duraban varias horas, durante las cuales permanecía inmóvil e insensible, para seguidamente alcanzar el éxtasis que generalmente iba acompañado de arrobamientos y levitación.

“Exteriormente, tampoco puedo percibir cómo iba, o si era llevada -relató-... En una ocasión me parece, di a aquellos indios unos rosarios; yo los tenía conmigo y se los repartí, y los rosarios no los vi más. El modo a que yo más me arrimo que más cierto me parece, fue aparecerse un ángel allí en mi figura, y predicarlos, y catequizarlos, y mostrarme acá a mí el Señor lo que pasaba para el efecto de la oración, porque el verme a mí allá los indios fue cierto”.

De la entrevista con la extraordinaria monja, Alonso de Benavides salió convencido de que aquélla había estado físicamente presente en el Nuevo Mundo y de que sus visitas, más de 500, habían continuado hasta ese mismo año de 1631.

QUIÉN FUE SOR MARÍA

María Coronel y Arana, más conocida por su nombre religioso de Sor María de Jesús de Ágreda, nacida el 2 de abril de 1602 en el pueblo de Ágreda, provincia de Soria, y fallecida ahí mismo el 24 de mayo de 1665), fue abadesa del convento de las Madres Concepcionistas de Ágreda. Se le conoció también como La Venerable, Sor María, o Madre Ágreda, y fue una escritora y monja concepcionista.

Tuvo fama de santa por sus penitencias y mortificaciones corporales, y por sus actividades llegó a ser procesada pero absuelta por la Inquisición. Mantuvo una larga y nutrida correspondencia, entre 1643 y 1665 con el rey Felipe IV, de quien fue consejera en asuntos de Estado. En 1627 con tan sólo 25 años, fue nombrada abadesa del convento franciscano de Ágreda, fundado por sus padres. El convento del que era abadesa era de su propiedad antes de cederlo a la Orden de la Inmaculada Concepción.

En 1673 se inició su proceso de beatificación, dentro del cual llegó a ser declarada venerable por Clemente X. En el templo del convento se conservan su sepulcro y su cuerpo incorrupto. El convento alberga también el Museo Sor María Jesús de Ágreda en honor a “La Venerable”.