“Los seremos”, la única tradición vigente de días de muertos propia de Chihuahua

**El padre de la señorita Arellanes falleció a los setenta y cuatro años de edad, hace ya sesenta y dos años, porque nació en 1881. En la infancia de don José Dolores, “los seremos” era ya una tradición antigua de vieja raigambre en el Valle de Allende.


“Los seremos”, la única tradición vigente de días de muertos propia de Chihuahua

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2018, 13:33 pm

Por Froilán Meza Rivera

Valle de Allende, Chihuahua.- ¿Qué son “los seremos”? Se trata de una ceremonia que en el Valle de Allende convoca a multitudes en las calles, cada día 1 de noviembre. Al caer la noche del Día de Todos los Santos, cada año, los niños forman grupos. A uno se le comisiona para fingirse muerto en cada una de las casas que visitan en un recorrido que puede durar desde las seis de la tarde hasta bien entrada la noche. El “muerto” se tiende en la banqueta con su cabeza viendo a la puerta, con una sábana blanca encima, una cruz en el pecho, y agarra con sus manitas una vela encendida. Sus compañeros se hincan ante él y, simulando un funeral, rezan. Después de los rezos, cantan: “Angelitos somos, del cielo bajamos, a pedir limosna, y si no nos dan, puertas y ventanas nos la pagarán”. Así dice el coro. En seguida, gritan y hacen sonar las campanillas, el cencerro, o bien unos botes rellenos de piedrecitas: “Seremos, seremos, calabacitas queremos”, tras de lo cual salen las gentes de las casas y los obsequian con golosinas. Los niños rezan por lo menos dos oraciones: el Padre Nuestro, el Ave María y, en ocasiones, el rezo de la Santa Cruz. La tradición manda que, terminadas las oraciones y el canto, los niños hagan sonar una campanita, y entonces el “muerto” se levanta para recibir los obsequios junto con los demás.

Se trata de un ritual único, singular, que se ha ejecutado de forma ininterrumpida durante toda la vida de los actuales habitantes adultos mayores de la cabecera municipal, así como durante toda la vida de sus respectivos abuelos, sus bisabuelos y tatarabuelos, hasta perderse muy atrás en la historia. “Los seremos” es -sin contar a los rituales mortuorios de los indígenas autóctonos del estado, perdidos ya por completo como tradiciones vivas- la única tradición vigente dedicada a los difuntos, diferente al Día de Muertos que se conoce y practica en todo el estado.

Personas mayores refieren que, en la década de los setenta, varios miembros de familias del Valle que habían emigrado a los Estados Unidos, trajeron la inquietud de celebrar el Halloween, e incluso trataron de introducirlo e hicieron recorridos para pedir dulces con la consigna de “treat or trick”, pero lo único que lograron fue que las familias más conservadoras reaccionaran en contra de la costumbre extranjera, a la que consideraron como un peligro cultural. De entonces para acá, lo que hay es un florecimiento, un resurgimiento de “los seremos”, que se consolidaron con una definitiva embestida de la antigua tradición.

El autor realizó una investigación sobre esta costumbre, y en una de las etapas entrevistó al cronista municipal para orientar las búsquedas, y se revisó el Archivo Histórico, en el que se esperaba obtener por lo menos un documento que fuera soporte para el resto de la investigación. Finalmente, se corroboró que no hay en estos archivos ninguna referencia documental –téngase en cuenta que han sufrido calamidades, como varios incendios, entre otras, a lo largo de los siglos- que se refiera al uso de estas costumbres. Por lo tanto, el origen tuvo que ser buscado en las fuentes locales de la tradición oral y en estudios comparativos –estos sí documentales- de tradiciones similares en las regiones de procedencia de los conquistadores españoles que introdujeron estos métodos de evangelización acá, de este lado del Atlántico.

El profesor Martín Mendoza Ríos, vallero que tiene una licenciatura en Trabajo Social y Maestría en Diseño de Proyectos de Desarrollo Social, resultó ser un ávido estudioso también de “los seremos”, y ha realizado investigaciones por su parte, no en el aspecto histórico descriptivo, sino en el probable origen de la palabra. Martín Mendoza Ríos sostiene que la expresión original debió ser “eremos”, “los eremos”, y que en el uso popular derivó en “los seremos”. ¿De dónde proviene esta expresión? Originalmente, del griego: eµrhmov, solitario, solo, inhabitado. Un uso histórico de la palabra “eremos” se registra en el español, con su derivación “ermitaño”, persona que vive solitaria en una ermita y la cuida. En toda España, en la Alta Edad Media, floreció la costumbre de privilegiar la vida ermitaña, la contemplación más pura por parte de hombres solitarios, y muchas de las ermitas estaban en, o cerca de los monasterios, asociadas a éstos. En viajes a la Madre Patria, Martín Mendoza Ríos notó la proliferación de lugares históricos, tanto en Castilla como en las provincias vascongadas del Norte de España, a donde acudían estos eremitas-ermitaños a sustraerse del mundanal movimiento de aldeas y ciudades. Esta cultura del eremitismo, según don Martín, se fundió con una serie de tradiciones y rituales festivos de la gente.

Y aquí fue donde estas disquisiciones del profesor confluyeron con investigaciones previas del autor de este reportaje, quien había encontrado ya –desde el año de 2007- que el rito de mocería, documentado ampliamente en un estudio que se realizó por estudiantes de la Universidad de Navarra en los valles navarros de Yerri y Guesalaz, ha estado vigente hasta bien entrada la segunda mitad del siglo Veinte, al menos en los pueblos con más habitantes. En este punto es donde se emparentan estas costumbres de las regiones vascongadas de España, con “los seremos” del Valle de Allende, Chihuahua.

El cumplimiento del rito de mocería supone la incorporación de los varones al mundo juvenil, “entrar a mozo”, pues los muchachos una vez superada la escuela primaria, pasaban años en una situación algo ambigua, ya que por una parte ni ellos mismos querían mezclarse con el mundo infantil, y por la otra eran rechazados por los mozos de sus ámbitos propios. En los valles de Yerri y Guesalaz, los niños aspirantes a mozos peregrinaban en grupos por las casas de sus pueblos y aun en las fincas de las afueras, en reminiscencia de los viajes de los peregrinos, y en recuerdo de la llegada esporádica de los ermitaños-eremitas a lo poblado, en busca del necesarísimo bastimento para el cuerpo. Con variantes en cada pueblo, el cántico de los mocitos incluía la parte de “Angelitos somos, del cielo bajamos”, expresiones que se reconocen claramente como antecesoras y como el origen histórico de “los seremos” de este lado del Atlántico:

El siguiente canto es del pueblo de Villanueva, en Yerri, y se llama “Gogona”:
GOGONA (fragmento)
Los de la Gogona sarture Joinona
pendere pendere sarture Joinone
Veo veo cárcara veo Jesucristo está
en la puerta con su capillita puesta
que no nos tengan de hambre.
Angelitos somos del Cielo bajamos,
alforjas traemos pipotes pedimos para merendar.
Somos cuatro entraremos dos
una limosnita por el amor de Dios.

¿Y cómo llegaron estos cánticos a América, al antiguo Valle de San Bartolomé, hoy Valle de Allende? La hipótesis más generalizada es que se trata de una tradición fósil, heredada de los antepasados españoles de cultura vasca que llegaron a la región en la segunda oleada, después de los conquistadores en el siglo Dieciséis, y que los historiadores han establecido que, efectivamente, se trató de españoles provenientes de las provincias vascas de España.

La Profesora Felícitas Muñiz Muñoz.- La profesora Felícitas (Lichita, le nombran) fue una de las protagonistas más visibles en el rescate de la tradición, junto con la secundaria Jaime Torres Bodet, plantel que realiza un concurso anual de interpretación por equipos, de “los seremos”. Aquí se califica, en primer lugar, que los equipos tengan materiales originales, y se premia a la mejor interpretación. Así describen ellos el ritual, ya estandarizado:

Al caer la noche del día primero de noviembre, los niños forman grupos. A uno se le comisiona para fingirse muerto frente a las casas que visitan en el recorrido que puede durar hasta bien entrada la noche. El “muerto” se tiende en la banqueta con su cabeza viendo a la puerta, con una sábana blanca encima, una cruz en el pecho, y agarra con sus manos una vela encendida. Sus compañeros se hincan ante él y, simulando un funeral, rezan un padrenuestro y un ave maría, y se persignan con: “Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos señor, no nos dejes caer en tentación y líbranos de todo mal. Amén”. Después de los rezos, cantan: “Angelitos somos, del cielo bajamos, a pedir limosna, y si no nos dan, puertas y ventanas nos la pagarán”. En seguida, gritan y hacen sonar las campanillas, el cencerro, o bien unos botes rellenos de piedrecitas: “Seremos, seremos, calabacitas queremos”, tras de lo cual las gentes de las casas los obsequian con golosinas.

La propia profesora Felicitas se ha dado a la tarea de entrevistar a gente mayor en relación a cómo vivieron “los seremos” en su infancia. “Recabé testimonios de mis amigos, de algunos que ya no están en el Valle y que viven en Guadalajara, en El Paso, en Hermosillo, en Chihuahua, etcétera, y me encontré con que cada quien vivió “los seremos” de manera muy diferente”. Pero invariablemente, la fuente y motor de la tradición, es la transmisión que se da de los padres hacia sus hijos, a través de los hijos mayores.

 En su opinión, ¿qué tan atrás en los tiempos se puede rastrear la tradición de “los seremos”?

Lichita hizo el ejercicio de memoria en relación a sus ancestros: su padre, quien nació a principios del siglo Veinte, recordaba que sus padres le contaban que aprendieron el ritual de sus padres respectivos, lo que por de pronto sitúa a “los seremos” en la mitad del siglo Diecinueve… y de ahí para atrás, sólo por deducción histórica, la costumbre debió de provenir, no del siglo Dieciocho, cuando prácticamente toda la cultura era ya novohispana, como novohispanos eran ya los militares y los burócratas que ocupaban los cargos públicos. Entonces, ¿quiénes traían de primera mano las costumbres de sus provincias españolas? Los colonizadores procedentes del norte vascongado de España y nacidos allá, que vinieron a “hacer la América” y a asentarse en el Valle de San Bartolomé, entre fines del siglo Dieciséis y el Diecisiete avanzado.

Y aquí, por último, se presentan estas entrevistas realizadas a personas de avanzada edad, con testimonios de que a ellas sus padres y sus abuelos les inculcaron esta costumbre que, a su vez, les debió ser inculcada a ellos por sus respectivos antecesores, y así, hasta los siglos anteriores.

Señorita Ángela Arellanes Torres.- Angelita fue secretaria durante 47 años en la secundaria Jaime Torres Bodet. A ella, sus padres, José Dolores Arellanes Olivas y Luz Torres, le inculcaron la participación en “los seremos” desde muy chica. “A mí, mis tías me llevaban al recorrido de cada 1 de noviembre, pero mi papá, lo recuerdo bien, tenía unas chimeneas enormes, donde se tatemaba bastante calabaza con dulce, y eso nos regalaban en ‘los seremos’, porque era lo que le daban a uno: dulce de calabaza”, dice doña Ángela. El padre de la señorita Arellanes falleció a los setenta y cuatro años de edad, hace ya sesenta y dos años, porque nació en 1881. En aquellos años de la infancia de don José Dolores, “los seremos” era ya una tradición antigua de vieja raigambre en el Valle de Allende.

Profesora Inés Ponce.- La profesora Inés Ponce es una entusiasta promotora de “los seremos” y de todas las tradiciones de su pueblo. A Inés, su padre, don Manuel Ponce, le inculcó la participación en “los seremos”, y a él a su vez se lo inculcaron sus padres. El señor Ponce era de 1902 y falleció a los 98 años. Él contaba que a él y a sus hermanitos y amigos, la gente les daba tejocotes y naranjas, pero no naranjas de Montemorelos, sino de las de aquí del Valle. Él ya les hablaba de que para el recorrido, en su infancia, llevaban la red, la campanita, el costal de raspa, la vela, una cruz y el cencerro en lugar de campanita. “Mi papá siempre estaba al pendiente de que tuviéramos todo listo”.

José Isabel Arrieta Mendoza.- Doña Chabelita consintió en cantar el tema de “los seremos” para ser grabado en esta investigación. Ella tenía 77 años de edad en el año en que la entrevisté, en 2011, y contó que sus padres, y los padres de sus padres, ya representaban “los seremos”.

Socorro Montes Gallardo.- Doña Socorro también cantó el tema para la grabadora, y de hecho lo hizo a coro con doña Chabelita y con doña María del Refugio González Gutiérrez, al ser abordadas para entrevistarlas mientras estaban sentadas en Los Portales. Y lo hicieron muy afinadas y con un tono ligeramente diferente a como lo interpretan los niños de hoy en día. Ella recuerda que salió a “los seremos” desde que tenía siete años. “A mí me enseñó mi mamá, y no sé si mis abuelitos ya lo sabían, porque yo no los conocí.

María del Refugio González Gutiérrez.- Ella entró en contacto con “los seremos” a la edad de nueve años. “Nos juntábamos en el barrio, y recuerdo que nos daban calabaza con dulce, a veces nos la daban en la mano porque no siempre cargábamos una ollita, o porque se nos llenaba el recipiente que llevábamos”. Llevaban una cazuela o una red, y siempre se les iba tirando el dulce de calabaza, escurriéndoseles por entre las manos, y no siempre se aguantaban a repartir y comer el “botín” hasta el final, por lo que lo mordían desde antes. “Una vez, una señora que era testigo de Jehová nos echó agua caliente para corrernos, porque le molestaba que le fuéramos a rezar en el frente de su casa, eso fue en el callejón donde vivía Nacho Máynez. Todo esto viene de generación en generación, y sí se nota que ahora hay más ‘seremos’ que antes, que no se ha perdido la tradición”.

Graciela Herrera Morales.- Nacida en 1933, doña Graciela tenía 78 años de edad en 2011, y comenzó a participar en “los seremos” desde que tenía 5 o 6 años. “Mi papá ponía un gran cazo con leña en el patio, exclusivamente para cocinar la calabaza en dulce que repartía a todos los que pasaban por la casa el 1 de noviembre, era calabaza en casco”.

 ¿Qué otras cosas les daban antes?

“Tejocotes amarillos, o americanos, que aquí se daban en el Valle ya en noviembre”, responde Graciela. “Nos daban cacahuates, también”.

 ¿Usted de quién aprendió el ritual de “los seremos”, Graciela?

“Yo me juntaba con Angelita Arellanes, y precisamente con ella llevábamos a alguien para llorar, que era quien la hacía de ‘viuda’ o de ‘mamá’ a la que se le murió el hijo y le lloraba”.