“Los robots siempre me han puesto cachondo”: Guillermo del Toro

**No guarda buen recuerdo del rodaje de ‘El laberinto del Fauno’ en España. Si no trabajara en Hollywood haría videojuegos.


“Los robots siempre me han puesto cachondo”: Guillermo del Toro

La Crónica de Chihuahua
Julio de 2013, 08:03 am

A sus 49 años, el director y productor de cine mexicano revive el género de aventuras de los ochenta

"Es un milagro que me hayan dejado salirme con la mía”, repetirá Guillermo del Toro (Guadalajara, México, 1964) al final de esta entrevista. Nada puede definir mejor la personalidad de este escritor, guionista, director, productor y lo que se tercie, marcada por un insólito amor al cine. Insólito porque nunca ha ocultado sus señas de identidad, las de militante furioso, amante del cine de género, niño con disfraz de adulto que lleva tres décadas haciendo lo que quiere, unas veces más y otras menos, pero siempre agarrado a sus obsesiones: los monstruos, el terror, las viñetas; la pasión por lo atípico, lo extraño, lo escondido.

El realizador favorito de los cinéfilos impenitentes destacó en su país natal con Cronos (1993) una vuelta de tuerca muy afilada al denostado cuento del vampirismo. Premiado en México y luego en Cannes, Del Toro cometió el pecado (de juventud) de oír los cantos de sirena de Hollywood. Lamentablemente, su debut con aquella fábula de insectos creciditos llamada Mimic (1997) no fue lo que esperaba y puso pies en polvorosa.

Tengo una casa para mis monstruos y otra para vivir con la familia”
Cinco películas más tarde vuelve a Hollywood por la puerta grande. Cierto es que las dos entregas de Hellboy podrían interpretarse como un retorno previo, pero nadie había dado al mexicano vía libre y un presupuesto gigantesco para hacer realidad sus fantasías. Pacific rim, un descomunal monumento al cine de aventuras de estreno en España el 9 de agosto, recupera el espíritu de las películas de los ochenta como Los Goonies, de un cine que parecía haber buscado pastos más verdes y que este director recupera para un espectador distinto, con inquietudes de otro tiempo. En el filme, gigantescos monstruos surgidos del Atlántico se enfrentan al último halo de resistencia de la raza humana, personalizada en unos robots: los jaggers. La cita es en un hotel de Los Ángeles. Del Toro está sentado en un gran sofá, viste gafas de bibliotecario y mastica chicle con parsimonia. Es un hombre relajado que habla sin tapujos. Viste camiseta negra y una americana que parece un elemento ajeno: Del Toro no la necesita.

PREGUNTA: ¿Cuál es su relación con la ciencia ficción?

RESPUESTA: Me gusta mucho verla, pero me gusta más el horror, lo que siempre he leído, y me gusta la ciencia ficción humanista, el steampunk. Me gustan los engranajes, los mecanismos, los tornillos; cómo encajan esos mecanismos… los robots siempre me han puesto cachondo.

P: ¿De dónde sale Pacific rim?

R: De la entraña mental de los 12 años. Rara vez he hecho una película con tanto amor, te lo digo de verdad. Es una película completamente infantil, como Hellboy. De hecho, si ahora tuviera una máquina del tiempo e invitara a mi otro yo de 12 años a ver lo que estoy haciendo, se pondría loco de contento al ver mi versión de 48 años. Estaría orgulloso.

P: ¿Cómo definiría la historia de la película?

R: No es compleja, es bonita. La historia de Charlie [Hunnam], de todos los pilotos, es una historia de aventuras. Sencillas, pero emocionantes; no creo que haya ningún tipo de complicación porque no es eso lo que pretendía.

P: ¿Se siente usted heredero de los Paul Verhoeven, John Milius, Richard Donner o Walter Hill? Directores de culto, rebosantes de personalidad, que ya no trabajan a pesar de que podrían hacerlo: parias en Hollywood.

R: Ay, amigo. Paul Verhoeven, John Milius… [resopla]. Te diría que lo mejor sería echarse unas copichuelas porque este que me planteas es un tema amiguetil que no tiene solución. Esto es algo que siempre hablo con mi mujer: ella me dice que trabajo como un animal y que tendría que descansar. Y yo le digo que llegará un momento (y no tengo dudas de ello) en que no me contratarán más. Y lo extraño es que no hayan dejado de hacerlo ya [risas]. Gracias a Dios. Ese momento va a llegar y sé que pensaré: “Joder, qué bien no haber tenido ni un puto día de vacaciones”. Porque mi gran desgracia es que mi trabajo es como unas vacaciones para mí. Y es que además, si pienso en Verhoeven, con Los señores del acero o El libro negro, joder, incluso Brian de Palma o Alan Parker, y en el hecho de que no estén rodando. Es una lista larguísima, y muchas veces trágica… Supongo que algunos han –simplemente– envejecido. Así que, ya sabes, a trabajar a tope mientras se pueda.

Uno de los nuestros

Guillermo del Toro. (Guadalajara, México, 1964) Su amor al cine empieza a los 10 años cuando aquel niño, fascinado por los efectos especiales, comenzó a imaginar sus propios cortos. No pasaría ni un lustro antes de que empezara a estudiar maquillaje con el mismísimo Dick Smith (el supervisor de El exorcista en esa materia).

A los 29 años firmaba su primer filme, Cronos, una inmejorable tarjeta de visita para cinéfilos. Después llegarían Mimic, Blade II, El espinazo del diablo, El laberinto del fauno y las dos entregas de Hellboy. Todas ellas sirvieron para cimentar la fama y la reputación de un director que parecía querer sentarse entre el público más que disfrutar de las mieles del éxito. Uno de los nuestros.

P: Después de un lustro sin dirigir, algunos empezaban a pensar que había tirado usted la toalla.

R: Sí, es verdad. Cinco años sin dirigir. Pero, mira, ¿sabes lo que pasa? Con El hobbit parpadeé y ya habían pasado dos años. Con Montañas de la locura me pasó exactamente lo mismo. Así que, para evitar este tipo de cosas, he dejado de parpadear [sonríe].

P: ¿Qué le dolió más? ¿Haber tenido que dejar El hobbit o haber tenido que renunciar a Las montañas de la locura?

R: Lo de Las montañas. Quedé muy dolorido. Mira, yo soy muy pesimista, siempre pienso que las cosas no van a salir, pero con esa película es de las pocas veces que he sido optimista, el idiota optimista. La gente me decía: “Guillermo, llévatelo tranquilo”, pero yo insistía: “No, no, esta sale seguro”. Cuando se fue todo al traste, me rompí el hocico.

P: ¿Y qué hace uno cuando se le cae algo así?

R: En mi caso, nada, porque llegó Pacific rim, literalmente, a las pocas horas. El productor Thomas Tull me dijo: “Si Las montañas se cae, tengo luz verde para Pacific rim”. Cayó un viernes y al lunes siguiente estaba en su oficina. ¿Si lo haré algún día? Me encantaría hacerla, pero la agenda se complica y ahora ya no es fácil.

P: Entonces, lo de dedicar dos años a El hobbit y luego que la rodara otro, ¿no le sentó tan mal?

R: No. Con El hobbit lo pasamos bomba. Yo engordé 50 kilos por culpa de la maldita comida de Nueva Zelanda, que está exquisita. Lo peor era un queso, triple crema, brie… qué bárbaro, me lo tomaba como si fuera aire [carcajadas]. Me convertí en una montaña humana, literalmente. Y encima, allí, el tiempo pasa como la brisa gentil del atardecer, y cuando me di la vuelta, zas, dos años. Mi recuerdo del tiempo que pasé allí y de aquel maravilloso país no puede ser mejor: se vive de puta madre. Con Las montañas fue diferente, mucho más doloroso, no hay punto de comparación.

P: ¿Le dieron ganas de largarse de Hollywood?

R: La cuestión, mi obsesión de siempre, es no depender de un solo tipo de industria. Si no trabajara en Hollywood, me buscaría la vida en otro sitio: intentaría conseguir financiación en Asia, o en Europa. O haría videojuegos, o animación, o tele. No dejaría de trabajar si no existiera Hollywood.

P: Hay un millón de proyectos relacionados con usted. ¿De dónde saca el tiempo?

R: No hagas caso, la mitad no existen, la otra mitad no van a ninguna parte. La gente tiene mucha imaginación.

P: ¿Por ejemplo Pinocho?

R: Esa sí es verdad. Tuve una reunión hace 13 días para ver si me daban la pasta.

P: ¿Y qué tal?

R: Ni idea, no lo sabré hasta que me den la pasta [risas]. La cuestión es que ha habido muchos que nos han dicho “yo me apunto” y luego se retiran, ya sabes, la crisis lo hace todo más complicado.

P: ¿Y El increíble Hulk?

No tuve una buena experiencia en españa con ‘el laberinto del fauno”

R: Eso está en el limbo. Desde que salió Los vengadores no he vuelto a saber nada. Estamos buscando un escritor, me dijeron, que por lo que tardan deben de estar buscándolo con la linterna de Diógenes [risas].

P: ¿A su mujer no le molesta tenerle todo el día, teléfono en mano, hablando de bichos, monstruos o fábulas?

R: [Risas]. Hace seis años compré dos casas separadas de la familiar. Tengo mis casas para mis monstruos y otra casa para vivir. Vivo con mi familia y de vez en cuando voy a ver a mis monstruos, con los que vivo un romance perpetuo. Lo llevamos bien.

P: Dijo usted en una ocasión que no volvería a trabajar en España. ¿Sigue manteniéndolo?

R: Volvería a trabajar en España, pero no tuve una buena experiencia con El laberinto del Fauno.

P: ¿Qué pasó?

R: Casi todo lo que pudo salir mal salió mal. No habíamos empezado a rodar y ya estábamos pasados de presupuesto, luego cuando empezamos, ya empezamos mal. Después tuvimos el inconveniente de que estábamos hablando de una película de guerra y justo iniciado el rodaje se produjo aquel horrible incendio en Guadalajara donde hubo varias víctimas. A consecuencia de ello, nos retiraron los permisos para utilizar cualquier clase de explosivos, balas de fogueo e incluso máquinas de hacer humo. Tuvimos gente que estaba en contra de la película, a algunos productores no les gustaba. Había un ambiente hostil. En fin, que fue muy difícil.

P: ¿Pero el resultado le pareció aceptable?

R: ¡La película me encanta! Conocí gente inmejorable, pero muchos en la industria pensaron que era un proyecto descabellado, y visto ahora, quizá tuvieran razón.

P: Habla usted de la industria. ¿Cómo lleva un cinéfilo reunirse con tipos a los que el cine les importa más bien poco?

R: Bueno, si llegas con la expectativa de que vas a entrar en el despacho de algún ejecutivo de Hollywood a hablar de cine, acabarías loco, sabes perfectamente que la mayoría de las personas con las que vas a conversar tienen interés única y exclusivamente en los números. Es como si te fueras a dialogar con el Ayuntamiento de Madrid esperando que te dijeran lo mucho que les gusta Kubrick [risas]. Pero también hay excepciones, la gente de Warner y Legendary con la que he trabajado en Pacific rim: hablar con Thomas Toll es como hablar con un amiguete, copichuelas en mano. Yo le decía: “Thomas, esa secuencia hay que quitarla porque es muy cara”, y él contestaba gritando: “¡¡¡No, no, esa secuencia no!!!”.

P: Trabaja usted en géneros que mueren y resucitan cada dos días… La comedia, el terror, el western…

R: Son géneros que son como lo de leer hojas de té: de repente aparece un tipo, se pone a mirarlas y dice: “Veo a un elefante follándose a un enano”. La verdad es que yo me siento contigo o con mis amiguetes en San Sebastián o en Sitges y nos ponemos a hablar del cine de terror o del fantástico, y descubrimos que nunca se ha ido. Desde Jess Franco hasta ahorita ha existido. Lo que pasa es que la prensa tiene que vender una historia: “¡¡¡Hay un boom del terror!!!”, “Ya no hay un boom del terror”; “¡¡¡Hay boom!!!”, “Ya no”. Y así todo el rato [carcajadas]. En mi vida he oído que el cine de horror ha muerto unas tres veces, y que es la polla, unas dieciséis. Luego llegan monstruos como Mamá por cuatro duros y hace cien millones. Películas como REC que conectan de puta madre con el público y otras que en absoluto.

P: Treinta y tres años de carrera. ¿Con qué se queda?

R: De todo un poco; como productor, ayudar a que el pequeño [J. A. Bayona] tuviera un poco más de pasta, un poco más de tiempo, un poco más de libertad. O hacer lo mismo para Andy [Muschietti] en Mamá. O pensar que algunas cosas que yo he hecho las veo luego en otras películas y pienso: “Anda, esto se parece a algo que hice yo”. Ahora bien, si tuviera que quedarme con la película del epitafio, me quedaría con Laberinto y con Pacific rim.

P: ¿Ha cumplido usted todos los sueños de ese niño cinéfilo de 12 años que mencionaba antes?

R: Ni la cuarta parte, no, de ninguna manera. Me hubiera encantado rodar las películas que más ilusión me hacían y que son justamente las que no he podido hacer: el Montecristo, que no se ha rodado; La lista de los siete, que nunca se rodó… En fin, parafraseando a John Lennon: “La carrera es lo que te sucede mientras estás haciendo planes”. Mira Cuarón, ha hecho Gravity después de cinco o siete años sin filmar. O el propio Bayona… Si es que la senda es imposible de planear. Hay directores que llegan, ruedan, se van y ya acabará alguien la película; pero si eres de los que apagan y encienden la luz cada día en el plató, las cosas son más complicadas.

P: ¿Lo de Pacific rim va a ser una entrega o le quedan cosas por contar?

R: Estamos escribiendo la segunda porque los screen­ings han sido muy buenos, ha conectado de puta madre con el público, de un modo muy bonito. Así que el estudio nos llamó y nos dijo que si había interés en hacer una segunda parte, y dijimos que sí, que por supuesto. Tampoco es algo que podamos hacer siempre porque también nos llamaron para hacer Mamá 2, que es un título que me gusta mucho [carcajadas] y me parece muy interesante. Y dije: “No, no hay Mamá 2”.

P: Tengo que preguntarle por Hellboy 3. ¿Nos olvidamos de él?

R: Ron [Perlman], el protagonista, ya tiene 63 años y la película es la más cara de las tres. A los estudios no les cuaja el número porque serían 150 millones cuando la segunda costó 80, es casi el doble. Los inversores no han echado abajo la puerta de mi casa gritando: “Por favor, llévate mi pasta, por favor”, así que lo veo un poco crudo [risas].

P: Tiene usted 48 años y sigue haciendo lo que le da la gana. ¿Se siente afortunado? [Hace una pausa].

R: Lo que me ha sorprendido de Pacific rim es salirme otra vez con la mía. Los Hellboys son películas autobiográficas, Hellboy 2 la escribí en España, en un momento muy conmovedor, con la libertad de poder hacer más fantasía. Es más cercana al cómic: la historia de un tipo intentando aprender a vivir. Hablando con su amigo pez, emborrachándose y cantando Barry Manilow. Después de eso, ¿cómo es posible que sigan empleándome? Recuerdo un día hablando de El espinazo del diablo con Almodóvar e intentando explicarle la trama. Y él me decía: “¿Pero sale un fantasma?, ¿un fantasma… fantasma?”. Y yo: “Sí, un fantasma, fantasma”.

P: Con una película a punto de estrenarse, ¿qué le pasa por dentro?

R: Bueno, el saber que ya has hecho el trabajo es buena cosa, un buen principio. Lo de después ya no puedo controlarlo. El estudio me dice que a la gente le encanta y en los test de prueba (como te decía antes) hemos tenido resultados magníficos. Lamentablemente, todo eso no sirve de nada si no funciona, así que espero que encuentre a su público, que conecte con ellos y que lo pasen tan bien viéndola como yo haciéndola, o incluso un poco más. Me siento afortunado de haber podido rodarla, lo demás no está en mi mano.