Los papeles de Panamá y la lucha por el poder mundial

Por Abel Pérez Zamorano


Los papeles de Panamá y la lucha por el poder mundial

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2016, 21:30 pm

(El autor es un chihuahuense nacido en Témoris, Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor-investigador en la División de Ciencias Económico-administrativas de la Universidad Autónoma Chapingo.)

El domingo 3 de abril se dio a conocer una filtración de información de la empresa panameña de abogados Mossack Fonseca, especializada en inversiones offshore, de la que pretendidamente fueron sustraídos ¡11.5 millones de documentos!, donde se revelan inversiones en paraísos fiscales por parte de jefes de Estado y personalidades del espectáculo y la política. Supuestamente, 370 periodistas de 70 países hicieron una exhaustiva investigación durante todo un año, que dio como resultado el escándalo hoy mundialmente conocido como los “Papeles de Panamá”. Según esto, una fuente anónima habría hecho llegar los documentos al diario alemán Süddeutsche Zeitung, que a su vez los entregó al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ). Mossack Fonseca es una empresa dedicada a negocios turbios, una de tantas tenebrosas instituciones que se mueven en los oscuros sótanos ilegales del capitalismo global. Realiza sus operaciones coordinada con más de 500 bancos en el mundo.

Por principio llaman la atención el perfil y las conexiones de los dueños, en particular de Jürgen Mossack, socio principal, hijo de un ex oficial nazi de las SS, quien, a la derrota de Hitler en 1945, y como tantos otros jefes alemanes, se puso al servicio de la CIA. En línea con esto, Wikileaks denunció que La Fundación Ford, la Open Society de George Soros y la USAID financiaron la operación de Panamá. Y hay interrogantes que llevan a sospechar de una mano orquestadora: ¿por qué, salvo unos cuantos negocios de poca monta, no aparece ningún magnate estadounidense en los famosos papeles? Además, ¿cómo pudo mantenerse en absoluto secreto una investigación de tales magnitudes? ¿Ninguna filtración, ningún chismoso o indiscreto que alertara a tan poderosos señores que estaban siendo investigados? Una historia para niños absolutamente inverosímil. Añádase al cuadro que el ICIJ es financiado por la Fundación Rockefeller, la Fundación Kellogg y la corporación Carnegie, entre otras emblemáticas empresas norteamericanas, los dueños del poder en Estados Unidos.

Es obvio que políticamente el golpe va dirigido contra el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente chino Xi Jinping; y aunque no pueden involucrarlos directamente, se intenta desacreditarlos acusando a personas de su entorno, en concreto a un músico amigo de la familia Putin. Y como evidencia del burdo sesgo dado al manejo de los datos, la televisión y la prensa escrita españolas destacaban, casi en solitario, la fotografía del presidente ruso como el centro del eje mundial de corrupción. Él es el blanco indiscutible del ataque político, pues en los días que corren es el más conspicuo, y exitoso, líder mundial opositor a los Estados Unidos, capaz de haber contenido la ofensiva militar en Siria, y reconocido por la revista Forbes por tercer año consecutivo como el líder más poderoso del mundo. La consigna, pues, es detenerlo, o al menos desgastarlo, aunque sea a periodicazos, con miras a las elecciones de 2018, donde según encuestas el 74 por ciento de los rusos aprueba su reelección. Por eso la prensa occidental al unísono ha centrado en él sus baterías. Éste es, pues, el fondo político de los “papeles de Panamá”. Ciertamente, aparecen involucrados algunos aliados de Estados Unidos como el presidente argentino, un jeque Saudita, el presidente de Ucrania y el padre del primer ministro inglés, pero esto nos lleva al segundo propósito del escándalo: el económico; concretamente Estados Unidos quiere controlar todo el dinero, incluido el de sus aliados, disperso en los paraísos fiscales, y presiona para lograrlo.

En los más de 50 paraísos existentes en el mundo se ocultan cifras estratosféricas, estimadas por el FMI, el Banco Mundial y la ONU, en alrededor de 32 billones de dólares, aunque según otras fuentes serían alrededor de 40 billones (40 millones de millones), casi la mitad del PIB mundial. Según Oxfam, los países pobres pierden anualmente 170 mil millones de dólares por esta vía (citado por GMT, 15 de abril). Es decir, en lugar de pagar impuestos, los ricos se llevan su dinero a los paraísos, sustrayendo de sus países recursos vitales para reinvertir y para, mediante el gasto público, atender las necesidades de los pobres. Saben poner a salvo sus fortunas de cualquier eventualidad política y de presiones de algún gobierno que les pidiera contribuir. Y para eso han existido refugios tradicionales como las Islas Mauricio, Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, la isla de Jersey, Islas Vírgenes, etc., varios de ellos fuera del control de Estados Unidos. Todos vivieron su era de esplendor en los años ochenta y noventa, pero siguen siendo importantes polos de atracción de capitales de procedencia ilícita o de evasores fiscales del mundo entero.

Pues bien, con el escándalo se busca presionar a los multimillonarios que tienen ahí su dinero, incluidos políticos pro norteamericanos, para redirigir los flujos financieros a los paraísos “oficiales” controlados por Estados Unidos en su propio territorio. Así lo revelan varias fuentes. Un artículo del diario londinense The guardian, edición del 6 de abril, encabeza: “Olvídese de Panamá: es más fácil ocultar su dinero en los Estados Unidos que en casi cualquier otro lugar”. En este país, añade, es más fácil crear una empresa fantasma que conseguir una credencial de biblioteca. Y apunta que mientras Panamá ocupa el lugar 13 entre los paraísos más demandados para esconder dinero mal habido, Estados Unidos es el tercero, por arriba de las Islas Caimán y Singapur y sólo después de Suiza y Hong Kong (Tax Justice Network). A esto se debe, agrega, que los corporativos norteamericanos no necesiten irse a Panamá u otro paraíso. Y cita información de Shruti Shah, vicepresidente de programas y operaciones de Transparencia Internacional, para calificar al estado de Delaware como símbolo de compañías anónimas y corrupción financiera; curiosamente, según The guardian, en ese estado tienen su domicilio legal más de 1,000,000 de personas jurídicas acreditadas como negocios, entre ellas el 64 por ciento de las 500 más grandes listadas por Fortune. Hay muchas dedicadas al tráfico de armas. Por su parte, el alemán Ernst Wolff, experto en finanzas, declaró a Rusia Today el 5 de abril que el objetivo del escándalo es presionar a los grandes inversionistas a reorientar sus inversiones offshore hacia Estados Unidos. Para lograrlo se veía a Suiza como competencia y se la obligó a transparentar su sistema de información financiera, sobre todo el secreto bancario. Destaca también como “paraísos fiscales absolutos” a Nevada, Dakota del Sur, Wyoming y Delaware. Por su parte, Thierry Meyssan (Red Voltaire 7 de abril) considera igualmente que el objetivo es someter a los capitales dispersos al control norteamericano. No se trata, pues, como pretende la prensa nacional y mundial, de una denuncia honrada y desinteresada de un grupo de periodistas impolutos, preocupados por la transparencia y otros conceptos de moral pura lo que dio origen a los “papeles de Panamá”. Es más bien una maniobra de los países ricos en busca del control total de la economía y la política globales y orientada también a desprestigiar a los líderes que se oponen al avasallamiento del mundo por las grandes corporaciones.