Los defensores del capital en aprietos

Aquiles Córdova Morán


Los defensores del capital en aprietos

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2013, 09:12 am

Es un hecho inocultable que la opinión de América Latina está dando un giro hacia la izquierda. Mediante su voto libre y secreto ha dado la espalda a las opciones de gobierno ligadas al capital, y ha optado por los partidos y candidatos que se identifican de manera expresa con una propuesta orientada hacia el socialismo. Contra lo que esperaban los líderes mundiales del statu quo, y aun contra el vaticinio de sus teóricos más destacados, como Francis Fukuyama, quien sostuvo que el desarrollo de la sociedad había llegado a su fin con la derrota del socialismo, hoy, cuando ambas fuerzas (la material y la espiritual) creían seguro el dominio del planeta ante la falta de un enemigo capaz de hacerles frente, resulta que justamente en lo que ellos mismos llaman su “traspatio”, en América Latina, brotan por todos lados gobiernos que critican abiertamente las políticas neoliberales y vuelven la vista hacia una economía socializada, para resolver el inmenso desafío de dar trabajo y condiciones de vida dignas a las grandes masas populares. Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, cada quien a su modo y con la gradualidad que considera pertinente, han puesto rumbo, cuando menos en el discurso, hacia un horizonte que ellos mismos definen como socialista, matizado y determinado, eso sí, por sus propias condiciones y necesidades históricas.

Esta situación ha despertado la preocupación y el enojo de los jefes del sistema, quienes han ordenado a sus escuderos ideológicos que de inmediato disparen todo su arsenal de infundios, calumnias, injurias y amenazas de catástrofes apocalípticas si se opta por el cambio, con el fin de volver a sembrar en las masas el pavor, el odio y el rechazo hacia cualquier cosa que huela a socialismo.

Era de esperarse. Pero lo que yo quiero resaltar en este contexto, es que la falange ideológica lanzada contra el vigoroso resurgimiento del socialismo, no ha tenido dificultad para proveerse de municiones escatológicas que lanzar contra el “enemigo”; les ha bastado con abrir el viejo arcón de los tiliches anticomunistas de otros tiempos, que bien les sirvieron para desprestigiar y derrotar al “socialismo real”. Pero la cosa cambia radicalmente cuando intentan pasar al elogio y a la ponderación de los méritos, las ventajas, las virtudes y las bellezas del capitalismo; cuando tratan de recontar los beneficios que éste ha traído para las masas populares, en un intento de ganárselas para su causa. Ahí es donde la puerca tuerce el rabo, como suele decirse. Y no podría ser de otro modo, porque para cualquiera que no esté atado al sistema por algún interés, no hay duda de que los pobres del planeta no tienen nada, absolutamente nada que agradecerle al capital.

En efecto, ¿qué les ha dado a lo largo de su ya prolongada historia, aparte de ignorancia, hambre y explotación? Ahora mismo, ¿qué espectáculo de conjunto ofrece el mundo bajo el gobierno y la conducción de los barones del dinero? Pobreza galopante para más de la mitad de los seres humanos, y la amenaza real de que siga incrementándose al paso de los días. Y junto con eso, violencia, guerra, masacres, demolición de países enteros, usurpación de su territorio completo a naciones débiles para favorecer a los peones de brega del imperio. La justicia convertida en tapadera de la tortura, prisión y asesinato brutal de supuestos o reales enemigos; los tribunales, nacionales e internacionales, transformados en agencias de trámite de “sentencias” a tenor de los intereses del gran capital; cárceles clandestinas con prisioneros sepultados en vida, presidios convertidos en antros de Trofonio, como Guantánamo y Abu Grahib, donde los presos, al margen de toda ley y de todo derecho, sufren torturas y abusos mil veces más atroces que la misma muerte.

Ante este cúmulo de virtudes de las “sociedades libres”, ¿qué pueden decir en su defensa sus escuderos ideológicos? ¿Qué argumentos pueden esgrimir para convencer al pobrerío de que viven en el paraíso y de que el socialismo se los cambiaría por un infierno? Nada, absolutamente nada. Por eso sudan y se acongojan, vacilan y se tropiezan y se ven constreñidos a recurrir al viejo y sobado argumento de que la democracia es “mejor” porque respeta “las libertades” (¿cuáles?) y permite a los ciudadanos “elegir libremente” a sus gobernantes. Pero la gente, que ya aprendió a pensar a fuerza de engaños y de palos, se pregunta: ¿y qué? ¿Qué gano yo con “elegir libremente” a mis gobernantes, si éstos, ya en el poder, sólo roban y trabajan para los poderosos, con completo olvido de los desamparados? La democracia, por buena que sea, no puede ser un fin en sí misma, sino sólo un medio para conseguir el bienestar de la gente; y si esto no es lo que ocurre, entonces habrá que concluir que ha fracasado y que ha sonado la hora de buscar opciones mejores. La operación no puede ser “libertad” a cambio de pobreza bestial; tiene que crearse algo que sea capaz de cumplir con ambas aspiraciones humanas: ser libre y tener qué comer; vivir libre y vivir bien. Lo demás son cuentos chinos llenos de veneno.