Los créditos del terror y las leyes del capital (II/ II)

Omar Carreón Abud


Los créditos del terror y las leyes del capital (II/ II)

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2015, 16:07 pm

(El autor es ingeniero Agrónomo y luchador social en el estado de Michoacán. Articulista, conferencista y autor del libro: Reivindicar la verdad.)

La plusvalía, pues, y no el talento ni la educación ni el trabajo esforzado, está en la base de la brutal concentración de la riqueza a la que se llegó en este siglo XXI. Pero las montañas de dinero acumulado en unas cuantas manos no son para agotarse en el consumo individual –al menos no fundamentalmente, y menos por individuos que están hartos de todo lo imaginable– son para invertirse y tienen que encontrar un área de la producción en la que, comprando fuerza de trabajo, produzcan mercancías que se vendan para hacer realidad la plusvalía contenida en ellas.

Pero en los tiempos que corren ya no es fácil encontrar quién compre esas mercancías: la enorme concentración de la riqueza por parte de un sector implica la escandalosa desposesión por parte del otro sector de la sociedad, implica una contracción increíble en la capacidad de compra, en la llamada demanda efectiva.

En Estados Unidos (EE. UU.) el ingreso real por semana de los trabajadores se ha reducido constantemente desde 1970 y es ahora 10 por ciento más bajo que hace 40 años. En un reporte de la oficina de la Reserva Federal en San Francisco, correspondiente a 2013, se señala que con exclusión del uno por ciento de la población que gana más, el restante 99 por ciento de los estadounidenses perdió ingresos al pasar del 60 al 50 por ciento de antes de los años 80 a la fecha.

Es decir, la masa poblacional estadounidense dispone cada vez de menos dinero para gastar. En el mundo (por aquello de invertir en otra parte) las cosas no marchan diferente: seis años después de la crisis de 2008 el número de británicos que se ven obligados a acudir a instituciones benéficas para comer se ha multiplicado por 20; el número de españoles atendidos en los servicios de beneficencia de Cáritas ha pasado de 370 mil a 1.3 millones y en Grecia –que por sobrevivencia podría rebelarse al modelo económico neoliberal en las elecciones de fines de enero– han vuelto enfermedades como la malaria y la peste. ¿Dónde, pues, invertir y vender? ¿Dónde, si la masa dispone cada vez de menos dinero? El capital se ahorca con su propia soga.

El fenómeno de la falta de ocupación para los inmensos capitales acumulados en los años recientes es consecuencia, y causa a la vez, de un estancamiento de la economía que se ha vuelto crónico. Hace casi medio siglo que las economías que hasta no hace mucho eran las locomotoras del mundo no crecen. El conjunto EE. UU.-Unión Europea-Japón ha frenado su crecimiento en los últimos decenios. En EE. UU., la tasa de crecimiento durante la década de los 70 fue 27 por ciento menor que en la década de los 60 y en la década de 2000-2011 la tasa de crecimiento fue ya menor en un 63 por ciento a la de la década de los 60.

Pues bien, ¿qué hacer entonces con los grandes volúmenes de dinero que no encuentran ya colocación en la esfera de la producción? ¿Qué hacer cuando las guerras ya no son suficientes para estimular las ventas con dinero público mediante una demanda bien dirigida y controlada porque nadie puede cuestionar o redireccionar las compras del Pentágono?

Cuando se llega a este punto, se echa mano de lo que se conoce como financiarización de la economía; es decir, surge y se desarrolla el fenómeno mediante el cual el centro de gravedad de la economía capitalista se desplaza de la producción a las finanzas. Ello se refleja en el crecimiento de los beneficios financieros como parte de las ganancias totales; en el aumento escandaloso de la deuda pública: Japón debe el 247 por ciento de su producto interno bruto (PIB), Zimbawe el 202 por ciento, Grecia el 151 por ciento y EE. UU. el 108 por ciento del valor de su PIB. También se refleja en un aumento de la deuda privada que, por ejemplo, pasó de ser de un 110 por ciento del PIB estadounidense en 1970 a un 293 por ciento en 2007.

La financiarización de la economía implica también el crecimiento de los negocios relacionados con el sector de las finanzas, los seguros y las ventas de inmuebles, la proliferación de instrumentos financieros exóticos sin información ni control (como los créditos contra la factura del auto) y el papel creciente de las burbujas financieras.

Los capitales que no encuentran un lugar en la esfera de la producción y van a dar a las finanzas. El sueño de la máxima fetichización del capital, pasar de D-M-D’ a D-D’, dinero que produce dinero, sin necesidad de la producción de mercancías. Así se explica que hayan crecido en los últimos años las deudas personales y de países enteros, que hayan crecido los créditos para comprar casa, los que se otorgan para llegar a la quincena y los que se dan para emergencias con el respaldo de la factura del coche y, finalmente, así se explica que cada vez sean más frecuentes las burbujas financieras y sus explosiones.

Es el sistema y sus leyes de sobrevivencia. No son solamente unos pilluelos abusivos en acción: tenga por seguro que detrás de los créditos a la factura del coche están los grandes financieros de EE. UU. y del mundo, como es indudable que detrás de las quiebras de las financieras mexicanas como FICREA, que defraudó a miles de ahorradores con casi tres mil millones de pesos, también están los grandes capitalistas transfigurados por las circunstancias en grandes financieros.

Originalmente, el sistema de crédito tenía por objeto que el banquero recibiera una parte de la plusvalía generada por los obreros del capitalista dedicado a la producción de mercancías; con el tiempo, con la agudización de las contradicciones del sistema capitalista, el banquero (que es ahora al mismo tiempo un capitalista), ha tenido que entregarse a la especulación sin atenuantes, es decir, al robo de unos por otros mediante trucos financieros, o a la succión de lo que le queda de salario al trabajador.

Entonces, aquello de que parece que los señores capitalistas no aprenden, es estrictamente cierto: parece, pero no es. Aprenden y muy bien. Si ahora se vuelven a interesar en créditos de riesgo, exóticos, si ahora vuelven a prestar en esas formas, es porque se han dado cuenta de que no tienen otra alternativa para sobrevivir otros años, pues el capital está herido de muerte. La riqueza siempre la ha producido el hombre y en el sistema capitalista la ganancia no puede obtenerse sin la intervención del hombre, una moneda o un billete nunca han parido otra moneda u otro billete.

La financiarización de la economía es, pues, en sí misma, una burbuja que tarde o temprano tendrá que reventar. No habrá, no hay más remedio que abandonar el modo de producción de la plusvalía, el que pone en el centro de su atención la opulencia y la acumulación de unos cuantos, y retornar, en una fase avanzada de la sociedad, a la producción de satisfactores en beneficio del hombre. Ésa es la meta.