Las primeras aves tenían cuatro alas

Once fósiles excepcionales en China demuestran que los primeros pájaros eran auténticos biplanos


Las primeras aves tenían cuatro alas

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2013, 16:10 pm

El escritor Michael Balter, corresponsal en París de la revista Science, ha dado en el clavo al comparar la evolución de los pájaros con la de los aviones. Los aviones actuales tienen un par de alas, pero el artefacto con que los hermanos Wright inauguraron el sector en 1903 era un biplano con dos pares de alas. Las aves actuales también tienen dos alas, pero sus primeros padres, que evolucionaron a partir de un grupo de dinosaurios en el cretácico, tenían cuatro. Tanto sus brazos como sus piernas desplegaban el innovador plumaje que les permitió echar a volar: eran biplanos como el de los hermanos Wright. Hasta en eso —en las incertidumbres iniciales, en las salidas en falso— ha imitado a la naturaleza la ingeniería humana.

Esta es la principal conclusión del análisis de 11 fósiles extraordinariamente bien preservados de algunas de las primeras aves que poblaron el planeta, halladas en el biota de Jehol, que hace referencia a los ecosistemas que dominaron el noreste de la actual China en el cretácico inferior, hace unos 130 millones de años, justo cuando los primeros pájaros estaban evolucionando a partir de un grupo de dinosaurios de la región. Xing Xu y sus colegas de la Universidad de Linyi, el Museo de la Naturaleza de Shandong y la Academia China de las Ciencias presentan hoy sus descubrimientos en Science.

Parece claro a estas alturas que las plumas no fueron una adaptación al vuelo —un mero refinamiento para afianzar un logro mecánico anterior—, sino que le precedieron. Los paleontólogos han descrito en los últimos años varios dinosaurios de la época, o algo anteriores, que ya exhibían un aparatoso penacho de plumas en su cola, pero que eran incapaces de volar. La hipótesis favorita en el ramo es que esas plumas no evolucionaron para el vuelo, sino para atraer al sexo opuesto, como ilustra con particular elocuencia la actual cola del pavo real.

Los paleontólogos también han hallado dinosaurios con una variedad de penachos “estrafalarios” —el adjetivo es del doctor Xing Xu— en sus patas traseras, o en sus piernas, si proyectamos la nomenclatura sobre nuestro cuerpo, como aconsejan la zoología comparada y el sentido común. Algunos expertos ya se habían aventurado a considerarlos como “alas traseras”, un tipo de ala que no crece en los brazos, sino en las piernas. Pero estos también eran dinosaurios que no volaban, arrojando así sobre las supuestas alas traseras la sospecha de alguna otra función inconfesable.

Los 11 nuevos especímenes chinos ya no son dinosaurios de la edad tardía, sino aves pioneras de los despejados cielos cretácicos. “Aves basales”, las llaman los paleontólogos, y el nombre evoca las melodías del prototipo, del arranque brillante pero imperfecto de una nueva idea evolutiva. “Estos ejemplares demuestran la presencia de alas traseras en las aves basales”, escriben Xu y sus colegas en Science. Ya podemos afirmar que los primeros pájaros tenían cuatro alas, sería la traducción machadiana.

También las moscas actuales, que tienen dos alas y a ello deben el nombre de su familia, los dípteros, evolucionaron a partir de insectos que tenían cuatro alas, y que todavía dominan nuestros prados, armarios y despensas con nombres caprichosos como los mecópteros (o moscas escorpión), los tricópteros (o frigáneas) o los lepidópteros (mariposas y polillas). Tener cuatro alas también pareció la solución más fácil —y más chapucera— para echar a volar en un mundo muy distinto del de los dinosaurios, el de los insectos.

Más en general, los primeros animales se apoyaron con fuerza en la mera repetición —un cuerpo formado por una docena de segmentos casi indistinguibles, una pata o una antena monótonas— y solo después empezó cada segmento a especializarse y probar soluciones únicas por su cuenta. La historia no es muy distinta con los genes que diversificaron el metabolismo en las primeras bacterias, o con los que refinaron la visión en color en nuestros ancestros primates. Como los nocturnos de Chopin, la evolución se basa en temas repetidos con variaciones.