La tragedia de África

Abel Pérez Zamorano


La tragedia de África

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2013, 21:58 pm

(El autor es un chihuahuense nacido en Témoris, Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor-investigador en la División de Ciencias EconómicoAdministrativas de la Universidad Autónoma Chapingo.)

Desde finales del siglo XV, cuando los portugueses iniciaron la circunnavegación de África, los pueblos de este continente han sufrido, hasta la fecha, un saqueo sistemático por parte de las grandes potencias europeas y luego Estados Unidos, convirtiéndose en prototipo de sociedades subyugadas. Durante los siglos de colonialismo oficial fueron sacados del continente más de doce millones de nativos, para ser vendidos como esclavos, y su territorio fue repartido en colonias, principalmente entre Portugal, Francia e Inglaterra, para el saqueo de sus recursos naturales, principalmente minerales, diamantes, maderas, petróleo, marfil. Y aunque formalmente sus naciones obtuvieron la independencia, Libia la primera, prevaleció de facto un régimen de neocolonialismo financiero, comercial y político. Por ejemplo, el flujo de dinero de África hacia el resto del mundo, por servicio de deuda externa y repatriación de utilidades empresariales, supera varias veces el total recibido por apoyo humanitario, inversiones productivas y donaciones de instituciones internacionales, con lo que el continente da mucho más de lo que recibe. Su agricultura está en ruinas: la producción cae progresivamente, haciendo cada vez más necesaria la importación de alimentos, que convierte al continente en rehén de empresas transnacionales como Cargill y Monsanto. En generación de riqueza, la gran mayoría de sus países ostentan, por lo general, el PIB per cápita más bajo del mundo. Tal crisis económica provoca que millones de africanos abandonen su tierra para buscar en Europa el sustento familiar; por otra parte, exacerba las contradicciones interétnicas, sumiendo a sus pueblos en una inacabable serie de guerras fratricidas.

Los indicadores de salud son pavorosos. Las pandemias, propiciadas por la pobreza, diezman a la población y son una amenaza por su potencial propagación; y precisamente por su propia seguridad es que los países ricos, por ejemplo a través de las fallidas Metas del Milenio de la ONU, vienen pasando de la preocupación a la alarma. Interesantes datos sobre salud en África son ofrecidos por LE MONDE diplomatique, en su edición de julio pasado, en un artículo de Dominique Kerouedan, profesora en el Còllege de France y autora del libro Geopolítica de la salud mundial, publicado este año. Basada en datos del PNUD, indica que en el año 2000 la tasa de mortalidad en infantes menores de cinco años era de 171 niños por cada mil (según otras fuentes, es ocho veces más alta que la de Europa); en las Metas del Milenio, la ONU se propuso reducir esa tasa a 58 por cada mil, algo ya inalcanzable. El artículo ofrece información pormenorizada sobre los principales indicadores de salud (fuentes: Objetivos de Desarrollo del Milenio África y Mundo, Measure DHS, Financing Global Health 2012, IHME); por ejemplo, el 76 por ciento de la mortalidad es debida a: enfermedades infecciosas, patologías maternales y neonatales y desórdenes nutricionales. En África ocurre el 70 por ciento de las muertes por VIH-sida de todo el mundo, y el 75 por ciento de las nuevas infecciones; sus pueblos sufren también el 50 por ciento del total de fallecimientos de mujeres por aborto a nivel mundial, pues en el 97 por ciento de los casos, esta operación es practicada en condiciones insalubres. En África tienen lugar el 91 por ciento de los fallecimientos vinculados al paludismo que ocurren en todo el mundo. Sólo para contextualizar la magnitud de este genocidio, considérese que la población total del continente es de un poco más de mil millones, equivalente a la séptima parte de la población mundial. En fin, en materia de personal médico, según la fuente referida, se estima en un millón de profesionales el faltante para atender debidamente a la población.

Sin embargo, con todo lo espeluznantes que resultan los datos anteriores sobre prevalencia de enfermedades y mortalidad, es reconocido por muchos estudiosos e instituciones que la desnutrición mata más personas que el sida, la tuberculosis y la malaria juntos: ahora mismo, según la UNICEF, siete millones de niños africanos corren riesgo de muerte por hambre. En fin, para cerrar esta macabra relatoría, diremos que, de acuerdo con otras fuentes, en 2010, en África la esperanza de vida al nacer era de 55 años (en Zambia de 37, en Malawi 39 y en Sierra Leona, 40), dato que contrasta con los 83 años de Japón, o los 78 de Europa; en algunos casos, como en el Reino Unido y España, 81 años.

Todo esfuerzo que se haga para enfrentar el problema de la salud y el hambre en África con donaciones altruistas u otros buenos propósitos como las Metas del Milenio, enfrentará obstáculos estructurales verdaderamente insalvables en el marco del actual sistema económico global. Primero, la medicina es negocio, y ningún corporativo de ese sector industrial estará dispuesto a sacrificar sus utilidades, regalando su producción a los pobres que no tienen para pagarla. Segundo, la crisis agrícola reduce progresivamente el abasto de alimentos y aumenta la desnutrición con toda su secuela de enfermedades. Tercero, apariencias aparte, y no obstante su independencia nominal, África sigue siendo colonial en esencia, situación que inexorablemente condena a la mayoría de sus habitantes a la pobreza.

Consecuentemente, hablando de posibles correctivos, debe detenerse el saqueo, poner un alto, específicamente, a la acción depredadora de las transnacionales y promover la recuperación de la agricultura. África necesita romper en definitiva con su estatus neocolonial y conquistar su verdadera independencia, para que sus ingentes riquezas sirvan para alimentar y curar a sus habitantes.