La situación económica y social de México

Opinión de Brasil Acosta Peña Doctor en Economía por El Colegio de México / Universidad de Princeton


La situación económica y social de México

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2015, 09:29 am

El sistema económico predominante en nuestro país es el capitalismo. El Estado capitalista, para salvaguardar sus intereses y mantener a los mexicanos “en paz y trabajando”, requiere del uso del Gobierno (forma concreta que asume el Estado para ejercer su poder). En nuestro caso, el Gobierno “democrático” es la forma que adquiere ese Estado para ejercer su dominación. Al sistema económico le conviene que los trabajadores no se quejen ni protesten y que se mantengan sometidos, ocupados y distraidos con los problemas familiares, que no tengan educación para que no razonen políticamente ni tengan un pensamiento crítico que cuestione el status quo, y, finalmente, que no se crispen aún cuando no reciben un buen trato en la sociedad: por ejemplo, en materia de salud, en materia de servicios (agua, luz, gas, telefonía, etcétera), en materia de vivienda, en materia de justicia, etcétera.

Para lograr este estado de cosas, el cincho es doble: por un lado, el propio sistema económico que obliga al trabajador a laborar hasta 12 horas por día a cambio de un sueldo bajísimo (nadie pone en duda que uno de los salarios más bajos que se reciben en el mundo es el de los mexicanos, pues el mínimo no ha crecido más que 20 pesos en 20 años, es decir, un peso por año, y ha perdido su capacidad adquisitiva en un 70 por ciento en los mismos 20 años y se paga medio dólar por hora, mientras en Estados Unidos, por hacer lo mismo, se pagan 8.5 dólares por hora).

Por otro lado, el sistema requiere del Gobierno, pero éste (para existir) requiere estar socialmente justificado (pues se supone que está para defender los intereses de la Nación, aunque ésta no seamos todos los mexicanos, sino solamente los poderosos) y, como el Gobierno está para “servir” a los mexicanos, entonces, los mexicanos están socialmente obligados a contribuir para que el Gobierno ejerza sus funciones; para ello está el sistema hacendario, que se encarga de recabar los recursos de los ciudadanos, que deberían retornar a los contribuyentes vía obras y servicios de calidad, pero esto no sucede.

En el primer lado del cincho, en la fábrica, todo es control riguroso: si al trabajador se le ocurre llegar tarde, le descuentan; si abandona por un minuto su puesto de trabajo, el supervisor le sanciona de inmediato; si el trabajador se excede en su tiempo de desayuno, le recriminan; si se atreve a organizar para defender sus derechos vía el sindicato, resulta que los líderes del sindicato están mayoritariamente dominados por los patrones; y cuando los líderes no se venden, los dueños usan todos los recursos a su alcance para correr al sedicioso e impedir que los demás sigan luchando. Por el contrario, si se trata de alargar la jornada de trabajo sin pagar un peso más por ello, no lo ponen a discusión y lo realizan; y si el trabajador protesta lo amenazan con despedirlo. Doble moral. El trabajador es sometido a jornadas largas, intensas y extenuantes.

Por el lado del Gobierno, el sistema judicial criminaliza a quienes menos tienen, pero obsequia impunidad a los poderosos. En materia de recaudación de impuestos pagan más los pobres, pues el 70 por ciento de la recaudación proviene de los trabajadores y el 30 por ciento restante de Pemex y las empresas. En alguna ocasión, Felipe Calderón Hinojosa, entonces Presidente de México, dijo que los empresarios nacionales no pagaban impuestos, confirmándose este hecho al darse a conocer que en 2009, Walmart México pagó menos de 100 pesos por concepto de impuesto sobre la renta (ISR).

Los pobres pagan más impuestos: aquellos que reciben un salario con cheque pagan el ISR por arriba del 30 por ciento, cuando tienen que adquirir otros bienes deben pagar el impuesto al valor agregado (IVA), al comprar gas y pagar luz, también pagan IVA por ser empresas bajo el control del Estado. Y por si esto fuera poco, el 32 por ciento del gasto social (lo que recaudó el Gobierno por lo que le cobró a los pobres) no regresa a los que más aportan sino a los que más tienen y menos aportan: al 20 por ciento más rico del país, mientras que el 13 por ciento lo recibe el 20 por ciento más pobre.

Para donde se hagan, los pobres están sometidos. Y si se les ocurre organizarse y protestar están condenados a ser atacados por los medios de comunicación que obedecen, lo digan con claridad o no, a sus dueños, que no son más que empresarios y, en todo caso, parte del sistema. Si los humildes protestan, aunque sea conforme a la ley, les lanzan a la policía. Las condiciones económicas en México se están deteriorando constantemente, empeorando con ello los niveles de vida de los mexicanos. La disminución de los ingresos petroleros reducen los ingresos gubernamentales y su capacidad de gasto; el incremento del dólar que eleva los precios de los productos importados –como el 50 por ciento de los alimentos que consumimos son importados, sube la canasta básica–; el nulo crecimiento económico no abastece la oferta de mano de obra, que por la dinámica del sistema se ve obligada a vivir en el comercio informal.

Finalmente, las condiciones sociales derivadas del deterioro económico también se deterioran gradualmente: en ausencia del poder en México (por estar fuera del país el Presidente y el secretario de Gobierno), se escapa nuevamente de forma increíble el capo más buscado por la DEA; asesinatos de periodistas y activistas de forma brutal y sin aclaración judicial y política; enfrentamiento de docentes con el Gobierno y acciones represivas contra ellos; incremento de la violencia; trasiego de drogas en el país; muertes violentas en todo el territorio nacional, etcétera, son elementos que exhiben la descomposición del sistema y que van arraigando la idea de que asistimos a condiciones revolucionarias descritas por los clásicos: el Gobierno no puede y el pueblo no quiere.

Es necesario, como hemos dicho en muchas ocasiones, un cambio de modelo económico que genere empleo para todos los que quieran, que eleve los salarios para mejorar el mercado interno, que cambie la política fiscal, de tal manera que paguen más los que más tienen y, finalmente, que se reoriente el gasto social de manera que reciban más lo que menos tienen. Para evitar una explosión social es necesaria una fuerza organizada capaz de lograr la transformación antedicha; esa fuerza social ya existe en México y es el Movimiento Antorchista Nacional.

Es necesario que esta fuerza crezca, profundice su concientización, se eleve, y por la vía legal pugne por el poder público y realice la transformación social, lo más pacífica, pero también lo más radicalmente posible, como asentara su líder. Ésa es la única vía para que la situación económica y social de México mejore.