La ruta de El Señor de Mapimí: tradición del Siglo XVIII

**Texto y fotos: Francisco Rodríguez Lozano. **Publicado en Semanario Vanguardia.


La ruta de El Señor de Mapimí: tradición del Siglo XVIII

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2018, 19:30 pm

Jimulco, Coahuila y Cuencamé, Durango.- La tradición del Santo Cristo Señor de Mapimí representa una de las peregrinaciones populares religiosas más añejas. Data de 1715 y no se celebra en Mapimí, Durango, sino en Cuencamé, y en el Cañón de Jimulco, en Coahuila.

Esta historia conjuga la leyenda con los hechos históricos. Muchas narraciones, las más extraordinarias, se transmitieron de generación en generación. Algunas costumbres han variado con el paso de los años. Al fin es un relato ávido de fe y esperanza. También de compromiso y hospitalidad.

El profesor Anacleto Hernández, cronista del municipio de Cuencamé desde 1993, relata que el jueves santo de 1715, los indios tobosos atacaron el Real de Mapimí (hoy Mapimí, Durango) mientras los habitantes, muchos de ellos mineros, paseaban al Señor de Mapimí por las calles. Según el cronista, la intensión de los indios era destruir la imagen. Los españoles trataron de defenderse, pero se dice que en la descarnada contienda murieron alrededor de 300 personas, entre españoles y criollos la mayoría.

Sin embargo, los portadores del Cristo huyeron con la imagen rumbo a Santa María de las Parras (hoy Parras de la Fuente, Coahuila), que para ese entonces según los registros, era uno de los centros misionales más importantes de la región. La imagen, 1.95 metros altura y hecha de caña de maíz, facilitaba su traslado. Pero al pasar por la Sierra de Jimulco, un lugar a tres mil metros de altura (que hoy se encuentra a 70 kilómetros de Torreón, su cabecera municipal), decidieron esconderla debajo de un mezquite.

Un documento histórico escrito por el alcalde mayor de Santiago de Mapimí, Don Antonio Franco Lorenzo de la Sierra, explica que la imagen fue encontrada por una india que comunicó del hallazgo a unos soldados escolteros, quienes en ese momento caminaban rumbo a la misión de Santa María de las Parras.

Los escolteros, cuenta el profesor Anacleto, informaron al padre de Cuencamé de la imagen. “El cura decide trasladar la imagen a Cuencamé, pero gente del Real de Mapimí empezó a reclamarla. Cuando el padre se ve en la disyuntiva, de una manera muy salomónica deja la decisión a las mulas. Hacia donde se dirijan, ahí se queda la imagen. Esa es parte de la leyenda; la realidad es que el Real de Mapimí quedó destruido”, platica el cronista.

La tradición oral menciona que la imagen quedaría en Cuencamé hasta que se le construyera un templo en Mapimí con las vocaciones del Santo Cristo Señor de Mapimí. Pero nunca se edificó. Actualmente las vocaciones son en honor de Santiago Apóstol. La imagen perdura aún en Cuencamé, aunque la iglesia es dedicada a San Antonio de Padua. “Aquí llegó como huésped”, aclara Anacleto Hernández.

La imagen arribó el seis de agosto de 1715 a Cuencamé, donde se hallaba una fortaleza militar. Los informes, comenta Anacleto Hernández, mencionan que venían habitantes de la Sierra de Jimulco y de otras partes hasta Cuencamé, con la idea de resguardar la imagen por miedo a otro ataque de los indios. La gente velaba la imagen día y noche.

Desde entonces, pobladores principalmente del Cañón de Jimulco, recorren durante dos días -80 kilómetros aproximadamente- la antigua ruta hacia Cuencamé, por el Cañón de San Diego. Viajan familias enteras en carretas tiradas por animales, en lo que se ha convertido en una de las tradiciones populares religiosas más antiguas que aún persisten en nuestros días.

Diversas leyendas perduran. La que todos conocen es en la que hace años –nadie sabe en qué etapa- gente de Mapimí trató supuestamente de llevarse al Cristo, pero por alguna razón inexplicable, la imagen se agrandó y no pudo salir de la iglesia; o al bajarla, las personas no pudieron llevársela porque incrementaba su peso.

También hay historias de un Señor de Mapimí castigador. Que cuando un feligrés empezó a decir que no iría a la peregrinación en carreta, empezaron a morirse sus animales y fue hasta que dijo que siempre sí acudiría, que dejaron de morirse. Otras de algún señor que en el viaje decidió regresarse a Jimulco y entonces su carruaje empezó a incendiarse.

El cronista Anacleto Hernández, por ejemplo, tiene varios años realizando reliquia en la fiesta de aniversario de la llegada del Cristo. Pero un año optó por no llevarla a cabo: “Ese año un hijo de nosotros cayó preso. Es un Cristo que al parecer no admite medias tintas”.

Hay gente que asegura que lo ha visto derramar lágrimas o que su imagen se formó cuando un yogurt se derramó sobre el piso de una casa.

Lo que es un hecho es que para los cuencamenses como para los habitantes del Cañón de Jimulco, la imagen se ha convertido en un símbolo de identidad, al grado que la tradición oral habla que en época de la revolución- Cuencamé fue enclave del villismo-, los días festivos al Señor de Mapimí eran días de tregua. Los generales y soldados pedían permiso para ir el día seis a adorar la imagen y dar las gracias. “En la corona, se conservaban insignias de algunos generales, en agradecimiento”, asegura Anacleto Hernández.

En la actualidad, muchos habitantes que realizan el antiguo trayecto piden permiso en sus trabajos y si no los dejan, renuncian. Aunque hoy en día mucha gente ha dejado de venirse en carretas y prefieren viajar directamente en camiones o coches. Comunidades como Juan Eugenio, La Ventana o San José de Zaragoza, son los que mantienen más arraigada la tradición de viajar en carruajes por la antigua ruta. Para ellos, dice Anacleto Hernández, representan una manda, una penitencia.