La odisea de Cecilia o el drama del tráfico de personas

**Cecilia una niña migrante guatemalteca, como los miles de niños que buscan una mejor oportunidad de vida en Estados Unidos, se enfrentó a más de una situación de riesgo para llegar hasta ese país


La odisea de Cecilia o el drama del tráfico de personas

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2014, 22:00 pm

El Paraíso, Guatemala.- En la primavera, los contrabandistas anunciaron por radio: “¿Quiere vivir mejor? Venga conmigo”. Cecilia, una niña muy inquieta, escuchó el anuncio y se moría por ir.

Habían asesinado a su padrastro, lo que obligó a que su madre, cuatro hermanos menores y ella se mudaran a la casita de su tía, la cual sólo tenía tres camas para 10 personas.

Un contrabandista les ofreció un préstamo de 7 mil dólares, con la propiedad como garantía, para el viaje de Cecilia. El viaje duró casi un mes y pasó de ser un recorrido con carencias y temor a un secuestro declarado, perpetrado por los contrabandistas en Estados Unidos.

La liberaron sólo después de un pago extra de mil dólares, hecho en una gasolinería en Fort Myers, Florida. Ahora, en Miami, Cecilia, de 16 años, es una de los más de 50 mil menores que llegaron a Estados Unidos sin documentos, provenientes de Centroamérica, en menos de un año.

UNA TAREA DIFÍCIL
Si bien la cantidad de recién llegados ha ido a la baja, el gobierno de Obama dice que está determinado a “confrontar a los contrabandistas de estos niños”, y “a los cárteles que les cobran o los explotan durante su paso”.

Sin embargo, romper estas redes será difícil. Se cree que se secuestra y maltrata a miles de migrantes en su paso por México cada año. A otros, como a Cecilia, los retienen para cobrar un rescate en Estados Unidos.

Funcionarios en toda la región lamentan que siga empeorando el horrendo negocio del contrabando humano. El resultado, visible en todos los pueblos montañosos como éste, es un incesante ciclo de partidas, con altibajos, pero que parece nunca terminar. En este sistema que se perpetúa a sí mismo, ya se sembraron las semillas de la futura emigración con las deudas del pasado y el presente.

UN PATRÓN DE DEUDAS, EXTORSIÓN Y RIESGO
La incapacidad de Cecilia para mandar dinero a su casa de inmediato provocó que su madre embarazada tratara de hacer el viaje, en un intento desesperado por salvar la casa, pero falló.

Ahora, también le debe a un contrabandista, a los que se les conoce como coyotes. Seguirán otros miembros de la familia, dicen sus parientes, repitiendo un patrón de deudas, extorsión y riesgo adicional.

LA ODISEA DE CECILIA
Cecilia, quien no quiso que se usara su nombre completo, ni el de sus parientes, sabía que era riesgoso el viaje. Sin embargo, su familia y ella creyeron la propuesta del contrabandista.

“Yo pensé que cuando llegara a Estados Unidos me darían papeles; el coyote dijo eso”, contó.

Así es que temprano, una mañana de mayo, Cecilia puso cinco pantalones y cinco camisas en una mochila y se fue. Lo que siguió, dijo, fue un viaje de tres semanas con un grupo de guías que se fueron rotando.

Primero, abordó un autobús hasta la frontera mexicana. Luego, otro grupo de coyotes la llevaron por México hasta Reynosa, justo al otro lado de la frontera con McAllen, Texas. La tuvieron en una bodega durante cerca de una semana con más o menos unas 100 personas, hasta que cruzaron el río Bravo para llegar a una casa en McAllen o cerca de esa ciudad.

Después de más o menos una semana, otro coyote llevó a un grupito para iniciar la peligrosa caminata por el desierto para evitar los retenes de la Patrulla Fronteriza en las carreteras. “Vi a dos muertos en el desierto”, recordó. Un coche los recogió y siete de ellos se apretujaron dentro. Transitaron durante una hora hacia Houston.

El nuevo coyote empezó a llamar a su padre biológico, Jacinto, quien acababa de reaparecer en su vida. “¿Dónde está el dinero?”, preguntó el coyote. Jacinto estaba confundido. Se había ido a Estados Unidos cuando joven, trabajó de jardinero en Miami, pero había regresado a Guatemala con una segunda familia hacía más de una década.

“El hombre dijo que si no pagaba, no nos dejarían ir”, contó Cecilia.

Su madre, frenética por no saber de su hija en semanas, recurrió a un prestamista esperando llegar a Estados Unidos para encontrar a su hija y pagar el primer préstamo. Sin embargo, perdió todo en la frontera mexicana cuando un coyote la robó y se negó a llevarla al norte por estar embarazada.

Ahora se consideraba que Jacinto era el responsable de las deudas, pero dijo que no tenía forma de pagar.

SU ÚLTIMA CARTA
Cecilia contó que su captor se volvió más agresivo, exigiéndole que jugara su última carta: un número telefónico en su bolsillo. Antes de partir, su padre le había dado el teléfono de la casa de un activista de derechos humanos en Miami, cuyo pasto había cortado cuando era adolescente. No había visto a la familia en años. “Recibo esta llamada y es una chica que dice: ’Es Cecilia. ¿Me puede ayudar? No me dejan salir a menos que pague dinero’”, dijo María, quien no quiso que se publicara su nombre completo por razones de seguridad.

“Le dije: ’¿Quién es Cecilia?’”. El coyote se puso al teléfono y dejó claros los términos: quería 500 dólares inmediatamente, y alguien tenía que ir a Houston a recoger a la chica.

María le dijo que no la conocía. Una serie de llamadas después, María se dio cuenta de que Cecilia era la hija de quien fuera su empleado.

Al final, estuvo de acuerdo en pagar los 500 dólares, y el hombre en manejar hacia el este. Sin embargo, cada vez que cruzaba un límite estatal, llamaba y exigía más, aumentando el precio de la liberación a mil 700 dólares para cuando llegó al norte de Florida.

“Estaba claro que si no cumplíamos, ella terminaría en un burdel”, dijo Ana Reyes, una amiga de la familia de María, quien atendió la mayoría de las llamadas telefónicas. María se enojaba más, entre más pensaba en la propuesta. Sin embargo, estuvo de acuerdo en reunirse en Naples, a unas dos horas de Miami. Reyes, con su infante, y María con su hermana y su sobrina se metieron en un choche para la cita con el contrabandista.

El viaje terminó a la vera de la Interestatal 75, cerca de una tienda de conveniencia Circle K, donde María y su séquito se reunieron con dos hombres.

Uno se levantó la camisa para mostrar la pistola metida en la pretina del pantalón. Quería mil 500 dólares, pero María sólo había llevado 900. Su hermana reunió otros 100 que traía en la bolsa de mano.

“Cuando enseñó la pistola, estaba tan enojada”, contó María. “Dije: ’Mire, señor, yo no la conozco. Yo no lo contraté a usted. ¡Llévesela! Cuando vio lo enojada que estaba, preguntó: ’¿No la conoce?’”. “No, no la conozco”, le contestó. “Voy a perder dinero con ésta, pero está bien”, dijo.

Tomó los mil dólares y dejó salir a Cecilia del coche. No llevaba nada. Sin embargo, según el relato del contrabandista, habían atendido bien a Cecilia. “Tiene que estar agradecida”, notó. “La tratamos bien”.
Agencias