La epopeya del pueblo anegado

**San Lucas, legendaria población del tiempo de la Colonia **Lo cubrió el agua de la presa Las Vírgenes


La epopeya del pueblo anegado

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2010, 10:27 am

Por Froilán Meza Rivera

NUEVO SAN LUCAS, MEOQUI.- El hecho de que la gente de Nuevo San Lucas sea heredera de un pueblo que fue anegado, hundido en el fondo de la Presa Francisco I. Madero (Las Vírgenes), es apenas recordado por unos cuantos. Esta historia ya se perdió, como se dice vulgarmente, entre las nieblas del tiempo, o dicho de mejor manera, entre las aguas de la presa.

Aquel pueblito original se llamaba San Lucas y se encontraba en la ribera del Río San Pedro.

San Lucas fue desahuciado por los técnicos de la Comisión Nacional de Irrigación cuando decidieron erigir una presa gigantesca en el cañón entre Charco del Gallo y Villalba para aprovechar las avenidas del río en la siembra del Distrito de Riego 05. La gente que fue desalojada de San Lucas fue enviada a fundar el Nuevo San Lucas, en el vecino municipio de Meoqui, donde les dieron tierras en compensación por las que dejaron atrás. Otros se quedaron allá, para trabajar las tierras que quedaron del ejido San Lucas, y viven actualmente desperdigados en Rosales y en Delicias.

Entrevistado como habitante de Nuevo San Lucas, Arturo Hernández Magallanes recordó que él salió del pueblo anegado cuando contaba apenas con cinco años. Su padre, Guadalupe Hernández Hernández, consiguió una troquita Ford de redilas de un hermano de él, y se trajo todas las propiedades de la familia en un solo viaje. Cargaron con una estufa de leña y otra de petróleo, la mesa, unas sillas, un pequeño trastero de madera y las camas, que se trajeron desarmadas.

PRIMERO, UNA PRESA PROVISIONAL

En la zona de San Lucas, técnicos del gobierno construyeron primero una presa provisional, hecha de tierra y piedras, para tapar el flujo del río, que en aquellos años, entre 1948 y 1950, dicen que llevaba poca agua. Esta presita, que estaba donde hoy en día es el Rebalse de Las Vírgenes, era necesaria para mantener seco el lugar donde estaban levantando las cortinas con grandes estructuras de hierro y concreto. O sea, que San Lucas fue inundado antes de que se llenara la presa grande.

“Pero no se crea que la gente se vino para el nuevo pueblo de un jalón. No. Muchos se quedaron meses en un campamento que pusieron en la parte alta del Rebalse los de la Comisión Nacional de Irrigación, al que conocíamos también como ’Las Carpas’... y ahí estaba la gente, viendo hacia el pueblo que se inundaba poco a poco”, relata Arturo.

Las casitas de adobe se remojaron, fueron flotando todas las cosas sueltas que los moradores habían dejado en los patios y en las calles, y conforme subía el agua, aumentaba igualmente la congoja de los sanluqueños, quienes presenciaban cómo el agua se comía a su querido pueblo. Lo último que vieron fue la única torre del templo de adobes, que igual que el que erigieron en el poblado nuevo, estaba consagrado al culto de San Lucas.

SAN LUCAS, PUEBLO DE INDIOS CONCHOS

Pero, ¿desde cuándo está San Lucas en estos cañones? El pueblo y Hacienda de San Lucas tiene su origen desde la colonización española del territorio.

Después del descubrimiento de las minas de Parral en 1631, los españoles rebasaron la frontera del río Conchos, y avanzaron hacia el norte de manera más constante. En 1640, estos europeos comenzaron a utilizar regularmente las aguas del río San Pedro, pues en ese año, junto a uno de sus afluentes, los jesuitas fundaron la misión de Satevó. Poco después, los franciscanos de la Provincia de Zacatecas fundaron la misión de San Pedro de Conchos, aguas debajo de Satevó y sobre la margen izquierda del río, a unos 40 kilómetros al norte de San Francisco de Conchos, y a unos 110 de Parral. En 1665, los mismos franciscanos fundaron la misión de indios conchos de Babonoyaba, también en las inmediaciones de un afluente del San Pedro. En este punto, el más occidental del río, casi en su nacimiento, llegaba a su fin el territorio de los conchos, y se iniciaba el de los tarahumaras.

En un escrito de 1736, el cronista Arlegui decía del San Pedro que la conversión de San Pedro de Conchos tenía regularmente once pueblos indios muy distantes de la cabecera, y uno de esos pueblos mencionados era San Lucas.

San Lucas fue posteriormente reconocido como hacienda con el mismo nombre, y fue propiedad de Carmen Salas en tiempos en que esta prominente mujer terrateniente alojó en su casa de Rosales a don Benito Juárez. En tiempos de la guerra contra los franceses y el Imperio de Maximiliano, la Hacienda de San Lucas contaba con una superficie de 372 hectáreas. El canal o acequia de la margen derecha regaba 139 hectáreas de trigo, maíz y frijol y una huerta de seis hectáreas; el de la margen izquierda servía para dar riego a 217 hectáreas de trigo, maíz y frijol, y a 10 hectáreas de huertas.

LA HACIENDA, DONADA A BENEFICIO DE LOS POBRES

La Hacienda de San Lucas, que era una de tantas propiedades de Salas, la cedió esta mujer para el sostenimiento del sanatorio que ella abrió de su peculio en la ciudad capital de Chihuahua. Esta doña Carmen fue en esta región, hoy municipio de Rosales, todo un personaje. La acaudalada señorita Carmen Salas fundó, con sus recursos, un hospital para atender a personas indigentes y personas de escasos recursos. Se inauguró en marzo de 1905 en la avenida Ocampo 310 de la capital de Chihuahua. En abril de 1905 murió Carmen y dejó su fortuna para el sostenimiento de dicho centro de beneficencia, disponiendo que se llamara “Sanatorio Miguel Salas”, en memoria de su padre.

“YO VI LAS RUINAS DEL PUEBLO”

Cuando don Manuel Corral llegó aquí a El Rebalse en 1958, el pueblito de San Lucas ya tenía cinco años inundado por las aguas de la presa Francisco I. Madero, que era la gran innovación tecnológica que transformaría a toda la región.

El sacrificio de San Lucas fue inevitable.

“Yo vi las ruinas del pueblo, que todavía sobresalían del agua, ahí estaba el templo todavía, pero poco a poco se fue anegando todo eso hasta que la presa agarró el nivel que tiene ahora, que es el de las compuertas”.

El pobladito llamado El Rebalse, que en la actualidad está casi completamente deshabitado, fue conocido en los años cincuenta como “el campamento”, porque aquí se alojaron provisionalmente los habitantes de San Lucas cuando se anegaron sus casas. A El Rebalse, muchos lo conocen como “La Escuelita” también, porque en medio de tanta desolación, llamaba la atención que hubiera aquí una escuela para los hijos de los pescadores.

Es éste un asentamiento en forma, aunque fantasma, porque están las casas, que son una decena, están la escuela y el templo, y hay hasta un restaurante que sirve pescado frito y caldo de oso los fines de semana.

ANTIGUO SAN LUCAS Y LA PESCA

La actividad pesquera tiene alguna importancia, porque además de los pescadores que de esto viven, llegan a El Rebalse por semana cientos de pescadores aficionados o deportivos.

La pesca como negocio, “pues es malona, mire: en la temporada buena, que empieza a partir de la Semana Santa, con el calorcito, puede uno ganar hasta 150 y 200 pesos por día. Pero ahorita, por ejemplo, se ha muerto mucha tilapia por el frío”, explicó don Manuel.

El pescado lo llevan de aquí a Delicias a las pescaderías, o a Rosales a los merenderos, que son varios, y no hay necesidad de utilizar refrigeradores ni hielo para conservar el producto, porque es llevado de inmediato al mercado. “Nomás cuando tiene que pasar la noche, entonces sí lo ponemos en hielo, pero es raro, tratamos de transportarlo luego luego, para que nos costee el trabajo”.

En este pueblito, las casas están habitadas por los puros pescadores, ya que sus familias se encuentran en las ciudades de la región. “Aquí no hay nada para ellos, ni escuela, ni comodidades, nada”, dijo Manuel Corral, quien está seguro de que, tarde o temprano, estas ruinas deberán ser abandonadas también.

El futuro de El Rebalse es el mismo del viejo San Lucas que, como la legendaria Atlántida, descansa bajo las aguas.