La creciente inseguridad y el aumento de la pobreza

Por Jesús Tolentino Román Bojórquez


  La creciente inseguridad y el aumento de la pobreza

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2013, 14:24 pm

En el primer día del año que inicia cuando todos los mexicanos estamos haciendo un balance del año que se fue y de las expectativas que nos ofrece el año que empieza, una noticia impactó en los medios de comunicación: el hecho de que en diciembre pasado, el primer mes de gobierno del licenciado, Enrique Peña Nieto, como presidente de México, hubo 982 ejecuciones (asesinatos), es decir, 33 crímenes más respecto a los 949 que se presentaron en el mes inmediato anterior, noviembre, que fue el último mes del gobierno panista que encabezó Felipe Calderón. La noticia llamó la atención, a golpe de vista, por dos razones: primera, porque durante el sexenio calderonista las llamadas ejecuciones se dispararon de 2,773 en el año 2007 a 12,394 en el año 2012, o sea, hubo un escandaloso 440 por ciento de incremento (Milenio, 2 de enero), fenómeno que marcó negativamente el sexenio calderonista y que mucho pesó en el ánimo del electorado para la derrota del PAN. Y, segunda razón, porque el dato de las 982 ejecuciones se presenta ya en el sexenio del gobernante príista.

Lo más sencillo de explicar y de entender es que, como era de esperarse para cualquier mente sensata y desprejuiciada, el altísimo número de ejecuciones no iba a disminuir en tan sólo un mes de trabajo del nuevo gobierno, puesto que la tendencia del macabro dato del que hablamos se agudizó y se aceleró a lo largo de seis años. Por tanto, lo menos que debemos hacer para enjuiciar, objetivamente, al gobierno federal en turno, es que la reversión del fenómeno nos lleve paulatinamente, a lo largo de los seis años de su función, siquiera al número de eventos que se presentaban en el año 2007, aunque lo deseable sería que no hubiera una sola ejecución.

Ahora bien, por lo que hace al meollo del problema, al incremento dramático de la inseguridad, se trata de un tema cuyas causas se han abordado reiteradamente por politólogos, líderes y candidatos de partidos, así como por diversas instituciones públicas. En ese sentido, soy también partidario de quienes opinan que el problema central que explica la gran inseguridad que padecemos (como también otros males, en la educación, la salud, la alimentación, la falta de servicios básicos, etc., de la gran mayoría de mexicanos), se ubica en la inequitativa distribución de la riqueza natural y social de nuestro país. Los analistas difieren en el número de pobres y de extremadamente pobres que hay en el México, de modo que la cifra se mueve dentro de un amplio rango: los que más, hablan de hasta 80 millones, los que menos, de 57 millones. Sea cual sea la verdad, lo cierto es que aún aceptando la cantidad mínima, 57 millones, el número de pobres es altísimo para un país que ronda los 112 millones de habitantes, es decir, poco más del 50 por ciento. Y, como ya se ha dicho, esta gran cantidad de parias no se justifica, si consideramos que México ocupa el doceavo lugar a nivel mundial en materia de producción de riqueza, de unos 193 países reconocidos por la ONU, o sea, sólo 11 países nos superan, lo que significa que en materia de distribución de riqueza, en el reparto de la misma, deberíamos ocupar también el lugar número 12. Pero no. Mediciones serias como el Coeficiente de Gini que evalúa el grado de desigualdad en el mundo, revela que México ocupa el lugar 174, a tan sólo 19 espacios del último lugar. Nuestro país goza de la mala fama, a nivel mundial, de ser una de las naciones donde la riqueza está más mal repartida.

A estos datos duros, que son del dominio público, se le añade otro que el día 3 de enero publicó el diario Milenio. En voz del Secretario del Trabajo, licenciado Alfonso Navarrete Prida, se dijo que hay en el país 2.6 millones de desempleados y 30 millones de mexicanos que trabajan en la informalidad; sobre todo en esta última cifra (en la informalidad) existe discrepancia con el anterior gobierno panista, que estimaba en 14.3 millones el número de trabajadores que se encontraban en dicha condición, lo cual revela nuestra triste realidad: ¡que el 65 por ciento de los mexicanos y no el 43 por ciento -que era ya de por sí muy grave cuando el PAN tomó en el año 2000 la presidencia de la república-, vive desempleado o en el empleo informal, que para el caso es casi lo mismo, ya que se considera parte de esta categoría laboral a todo aquel trabajador que “al menos se emplee una hora a la semana”. ¡Qué astuta manera de la política oficial para esconder la realidad, para no llamarle a las cosas por su nombre y tratar de engañar al pueblo. Estos datos oficiales del señor Secretario del Trabajo apuntan, pues, en el sentido de que no hay 57 sino 80 millones de pobres en el país.

Pero la verdad, tarde o temprano, siempre aflora. Y este hecho grave, gravísimo, de que sólo 1 de cada 3 mexicanos cuenta con un empleo formal (faltaría revisar la calidad del empleo, es decir, el monto del salario que generalmente no alcanza para cubrir el costo de la canasta básica) es el que explica el aumento acelerado de la inseguridad, pues ¿qué hará aquel ser humano cuya familia se muere de hambre o de enfermedad?, ¿dejarse morir pasivamente? Está claro que no. Si los animales, por instinto de conservación son capaces de matar para sobrevivir, con mayor razón lo hará el ser humano que, además del instinto, posee la facultad de raciocinio, la capacidad de pensar y planear cualquier cosa, aun sea delictuosa, para no dejarse morir de inanición.

Claro que, como siempre ha sostenido el Movimiento Antorchista, la pobreza no justifica la delincuencia pero si la explica. Por eso, nuestro llamado ha sido, es y será siempre, a invitar a todo aquel ciudadano que se encuentre en tal condición, a que en vez de incurrir en el delito por ignorancia o por desesperación, o ambas cosas a la vez, a que mejor se una, se organice y se ponga en pie de lucha junto con nosotros. Es la única salida inteligente, pues ni el gobierno ni los ahítos del país harán nada en serio por él.