La calumnia

** En una sociedad poco politizada, con un sistema educativo deficiente, la calumnia ha podido influir en mucha gente que, desinformada, da crédito a lo que se dice en la televisión y en la prensa.


La calumnia

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2015, 07:00 am

Opinión, Brasil Acosta Peña.

Desde que nació la lucha de clases –lo cual coincide prácticamente con el surgimiento de la propiedad privada– y desde la conformación del Estado –institución encargada de velar por los intereses de la clase dominante–, la calumnia ha desempeñado un papel fundamental en el éxito de unos cuantos inescrupulosos cuyo único fin es hacerse del poder para llevar a cabo sus planes: acrecentar ese poder, valerse de él para someter a otros y, así, enriquecerse.

La calumnia es la imputación de un delito hecha a sabiendas de su falsedad. Y a veces la ley castiga al acusado sin que en realidad haya tenido algo que ver, o sin que el delito imputado haya sido cometido siquiera. Quien se vale de la calumnia tiene el propósito expreso de desprestigiar al calumniado, y lo hace por no contar con elementos reales para descalificarlo.

En una sociedad poco politizada, con un sistema educativo deficiente, la calumnia ha podido influir en mucha gente que, desinformada, da crédito a lo que se dice en la televisión y en la prensa. Estas personas no entienden que aquél que calumnia sólo pretende hacer a un lado las piedritas que le estorban para lograr sus fines.

Pues bien, una de las organizaciones más calumniadas en el país es, precisamente, el Movimiento Antorchista. ¿Por qué razón se lo ataca, sataniza y calumnia? En primer lugar, porque Antorcha es una organización que se ha dedicado a defender los intereses de los desprotegidos, de los desamparados, de los desempleados, de los que no tienen vivienda ni servicios domésticos, de los que no han contado con oportunidades para desarrollarse; en pocas palabras, del pueblo pobre y trabajador de nuestra patria.

En segundo lugar, Antorcha recibe calumnias porque lucha por acceder al poder político de México para, desde ahí, fomentar el desarrollo de la sociedad capitalista con una correcta distribución de la riqueza.

Como nuestra patria está dividida en clases sociales, lamentablemente, lo que a los pobres beneficia afecta a las clases ricas, y como cada quien quiere llevar agua a su molino, éstas no dudan en afectar a los pobres haciendo uso de la calumnia para abrirse brecha.

Además, como la organización antorchista ha ido creciendo porque en verdad apoya a la gente humilde y ésta la sigue, se ha vuelto una alternativa política seria que compite con los intereses de aquellos vividores del poder. Por ende, temen que Antorcha se convierta en una fuerza política que pelee y desplace a aquéllos que han hecho del sometimiento su modus vivendi o su ventaja personal.

Piensan que si Antorcha avanza, ellos retrocederán. Además, que si el pueblo cobra conciencia de que ha sido engañado una vez sí y otra también, no volverá a depositar su confianza en los impostores. Esto es lo que está pasando hoy día en Texcoco: el Movimiento Antorchista está siendo calumniado con una carretada de insultos y mentiras –de claros tintes electoreros– e, incluso, con frases fascistoides por parte del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y del Partido de la Revolución Democrática (PRD), encabezados por Horacio Duarte.

Qué casualidad que justo antes de las elecciones en Texcoco surjan tantos ataques contra la organización.

Como ven que Antorcha avanza, que tiene la razón y que la gente confía en ella, los calumniadores temen que llegue a gobernar en Texcoco y Cuautlalpan y que se perpetúe en el poder por todo lo que haría a favor del pueblo. Y como Antorcha no roba, no engaña, no medra, sino que sirve al pueblo, atiende sus demandas, lo ayuda a resolver sus problemas, y sabe gobernar (el lector puede estudiar el caso de Tecomatlán, Puebla, y el de Chimalhuacán, Estado de México), entonces, el cometido es pintar a la organización con los peores colores.

Siendo que las elecciones están a la vuelta de la esquina, las calumnias contra Antorcha aumentarán. Pero como dice el dicho apócrifo que se atribuye como dicho de Don Quijote a Sancho y que tomamos porque nos acomoda: “Si los perros ladran es señal de que vamos avanzando”.

Una última reflexión quiero dejar asentada: Antorcha es progreso, y los habitantes de Cuautlalpan se van a beneficiar. Por primera vez, Cuautlalpan va a tener una unidad deportiva digna al servicio de todos sus habitantes; asimismo, una universidad del deporte. Esos servicios no se los ofrecen los que ahora calumnian y atacan a Antorcha.

El pueblo de Cuautlalpan tiene, pues, que aprender a distinguir entre los que fomentan el progreso de su comunidad y los que quieren frenar su desarrollo.