La bandera política del apoyo al campo

EDITORIAL


La bandera política del apoyo al campo

La Crónica de Chihuahua
Octubre de 2015, 19:00 pm

Al triunfo de la Revolución Mexicana, los peones de las haciendas, variante de los siervos de la gleba, asumieron la figura de campesinos pobres; la realidad demostró muy pronto que la expropiación de los latifundios no ofrecía condiciones más ventajosas para la población trabajadora liberada del yugo feudal.

Desde entonces, la atención y apoyo al campo, renglón fundamental de la economía mexicana, se convirtió en bandera de los gobiernos emanados de la Revolución y de políticos arribistas con grandes aspiraciones; el partido gobernante y los que nacieron enseguida no pudieron soslayar el problema del campo y lo incluyeron en sus campañas proselitistas; era un rico filón de votos y prestigio en aquella joven sociedad; durante muchas décadas, el reparto agrario fue la meta más importante.

La valoración de cada Gobierno se expresaba en los millones de hectáreas repartidas y la documentación legal de la nueva forma de tenencia de la tierra; pero llegó el momento en que no hubo más tierras para repartir y se dio por concluido el proceso; no faltaron estudiosos que sumando las tierras que la Revolución “entregó” a los campesinos, obtenían como resultado una cifra mucho mayor que la superficie total del país.

Concluyó el reparto, pero los políticos no quedaron huérfanos de banderas, el campo daba para mucho. El apoyo del Estado a los productores agrícolas más pobres en los presupuestos oficiales fue un asunto obligado y se convirtió en el nuevo instrumento para ganar elecciones.

Ni el reparto, ni las leyes, ni las instituciones agrarias destinadas a la atención del campo fueron suficientes para resolver la nueva problemática; la Reforma Agraria no bastó, nunca fueron respetados los límites legales de la pequeña propiedad agraria y las tierras de la nación, otorgadas a los ejidatarios, pasaron gradualmente a manos de particulares capaces de adquirir con su dinero la condescendencia del Estado.

Los campesinos, propietarios o ejidatarios, se encontraban frente a la falta de recursos indispensables para adquirir buena semilla, fertilizantes, productos químicos para combatir las plagas, obras de riego para aprovechar las aguas del subsuelo, de los ríos y de las presas cercanas, capacitación técnica, crédito agrícola… sin nada de esto su producción estaba condenada al fracaso.

Ya habían sido creadas instituciones encargadas de atender los múltiples problemas del campo: secretarías de Estado y bancos de crédito para cada sector, instituciones de asistencia técnica, extensión agrícola e investigación agropecuaria.

Las promesas de mejoramiento de la situación y los discursos demagógicos no carecían de base material. En el presupuesto de egresos de la Federación ocuparon un lugar destacado las actividades primarias, cuyas necesidades se suponían reflejadas en los miles de millones de pesos destinados al campo. La realidad demostró de nuevo que esas cifras millonarias eran a la vez raquíticas.

El capitalismo instaurado por la Revolución Mexicana había echado raíces en el campo desde el principio y la agricultura “moderna”, las grandes empresas agrícolas, entre las que las trasnacionales no ocuparon nunca el último lugar, también demandaban atención y un fuerte gasto; carreteras, créditos y grandes obras de riego fueron destinados a este sector de la agricultura.

En las últimas décadas los programas y cruzadas compiten entre sí por lo impactante de sus siglas, pero su presupuesto no podría competir con los cuantiosos montos que se destinan a la agroindustria capitalista.

Aunado a esto, otro tipo de problemas económicos, entre ellos los monetarios y los del mercado internacional, han presionado al Gobierno del país para iniciar un viraje presupuestal cuya esencia son los recortes al gasto público y que afectará a los más pequeños productores agrícolas, que son la mayoría, al reducirse los programas de apoyo, haciendo más difícil que el Gobierno cumpla las promesas al campo que tan buenos servicios le han prestado en tiempos electorales.