La Refinería Bicentenario que nunca fue

REPORTAJE/ La Crónica de Chihuahua


La Refinería Bicentenario que nunca fue

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2015, 19:13 pm

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René Díaz

No hay fecha que no se cumpla ni plazo que no se venza, pero en el caso de la Refinería Bicentenario de Petróleos Mexicanos (Pemex), que debía haberse construido en Tula, Hidalgo, este dicho no se cumplió, y los tres mil 200 millones de pesos que se habían invertido en su proyección inicial se perdieron, igual que dicho proyecto de “nuevo polo de desarrollo”.

Desde que en 2008 el Consejo General de Pemex decidió que el país debía contar con una nueva refinería (pues desde 1979 no se construía ninguna) su proyecto nació marcado por la polémica. Por lo menos 10 entidades de la República se disputaron su sede, con la consecuente interferencia de los intereses económicos y políticos de los cacicazgos y las oligarquías estatales.

Finalmente en 2009, de la decena de estados involucrados Pemex redujo la “pasarela” a Guanajuato e Hidalgo como posibles sedes de la instalación de la refinería, y los gobiernos de ambas entidades fueron requeridos a entregar en un plazo de 100 días el polígono territorial donde tendría que ser construida la obra industrial, que fue catalogada como la más importante del sexenio del ex presidente panista Felipe Calderón Hinojosa.

Los cabildeos, amagos, presiones y recursos financieros habilitados por el Gobierno de Hidalgo para obligar a los campesinos a ceder el área exigida por Pemex, vertieron en la donación de 700 hectáreas de tierra labrantía y en un endeudamiento de mil 500 millones de pesos pagaderos a 14 años, de los cuales a la fecha aún se deben al banco mil 400 millones.

El recuerdo de la tierra

Era el 15 de abril de 2009 cuando la Sala del Pueblo –como se conoce al salón de eventos masivos del cuarto piso del Palacio de Gobierno– rebosaba de entusiasmo y felicidad por lo que denominaban el “triunfo” de Hidalgo y del gobernador Miguel Ángel Osorio Chong por la obtención de la Refinería Bicentenario, lograda el día anterior.

El maestro de ceremonias encomiaba particularmente que los campesinos hidalguenses de los ejidos de los municipios Atitalaquia, Tlaxcoapan y Tula –en la cuarta entidad más pobre del país– donaran mil 500 millones de pesos en tierra a cambio de un futuro más promisorio mediante la creación de 25 mil empleos directos.

Hoy, cuando han pasado los cinco años fijados para poner en marcha la Refinería Bicentenario, en lugar de los brindis triunfalistas, las risas y las exclamaciones de que “por fin la Revolución nos ha hecho justicia”, sólo queda el mutismo de las autoridades gubernamentales, el terreno baldío en lo que iba a ser el polígono industrial de Pemex y, por supuesto, la decepción de los campesinos despojados de sus tierras labrantías.

Con el sol a plomo sobre el rostro, Manuel recuerda el día en que los funcionarios de Gobierno del estado llegaron a su comunidad, ubicada en Atitalaquia, en la región suroeste de Hidalgo.

–Ya se hablaba que vendiéramos nuestras tierras, porque se iba a construir una nueva refinería. A nosotros desde el principio no nos gustaba la idea, porque teníamos ya la experiencia de la Refinería Miguel Hidalgo, que ha causado más problemas que beneficios. Yo no quería vender, porque eran tierras que primero pertenecieron a mi abuelo y luego a mi papá, y aquí uno piensa que las tierras son como tus gentes, ¿y cómo te deshaces de ellas? Sin embargo, cuando nos tocó vender no hubo manera de echarse atrás. Nos dieron poco dinero; yo recibí 500 mil pesos por la mía. Ahora me río, porque ya no tengo nada, ni tierra ni dinero –comentó Manuel–, cuya resignación no logra borrar la tristeza de su rostro.

La historia de Manuel se repite en la mayoría de los ex ejidatarios, quienes a cinco años de que vendieron sus tierras ya no cuentan con el poco dinero que recibieron, mientras los que fueron sus predios se encuentran rodeados por una barda inservible.

Sospechosismo por
la tardanza de Pemex

El cronograma de la refinería fijaba en 2015 la culminación de la obra, pero al paso de los años y los constantes atrasos en el inicio de la inversión provocaron sospechas en el Gobierno estatal, y poco antes del término del Gobierno de Calderón advirtieron que se había tratado de una revancha política de la administración panista contra un Gobierno estatal priista.

La inversión para el proyecto estaba tasada inicialmente en nueve mil 116 millones de dólares, cantidad que al paso del tiempo sufriría varias adecuaciones, pues primero subió a 10 mil millones de dólares y luego a 11 mil 610 millones de dólares.

En 2010, el Congreso de la Unión autorizó un presupuesto de cinco mil 700 millones de pesos, de los cuales hubo un subejercicio, pues sólo se aplicaron tres mil 200 millones de pesos, dos mil 600 millones de pesos en estudios de gabinete y 437 millones de pesos en trabajos de infraestructura básica sobre los terrenos (limpieza, canalizaciones, torres de energía, etcétera).

Todavía el 2 de noviembre de 2013, el Gobierno de Hidalgo mantenía aún la esperanza de que la refinería fuera construida, pues la barda perimetral de 14.7 kilómetros –levantada sin dar empleo a trabajadores hidalguenses por la empresa norteña Martínez Aguilar Construcciones, S. A. de C. V.– y pequeños grupos de obreros realizaban los ya citados trabajos de drenaje y electrificación en el interior del polígono.

Las empresas constructoras y algunos empresarios industriales y comerciales de diferentes giros que habían comprado terrenos e instalaciones en Tula con la idea de convertirse en proveedores de la Refinería Bicentenario recelaban por la falta de certidumbre en el proyecto.

En el mismo caso se hallaban trabajadores multidisciplinarios, que acompañados de sus familias se asentaron en la región del valle de Tula en espera del inicio de los trabajos de construcción de la gran obra de refinación petrolera.

Esta afluencia social incluso incrementó el precio de los arrendamientos de casas habitación y de los terrenos urbanos, así como el de los alimentos y servicios básicos, de acuerdo con Dora Hernández, una de las vecinas de Tula.

El boom petrolero,
un sueño que se esfuma

El sueño del boom petrolero empezó a desaparecer en este sexenio cuando el diputado local priista Héctor Pedraza Martínez, ante la conseja popular de que el actual presidente Enrique Peña Nieto había empeñado su palabra de mantener ante Notario Público el proyecto de la Refinería Bicentenario, se vio precisado a mentir públicamente cuando negó que aquél hubiera hecho este compromiso.

La idea de que el proyecto había fracasado se reforzó a finales de 2013, cuando los medios de comunicación nacionales y locales de Hidalgo dieron cuenta de que el plan de negocios de Pemex 2014-2018 no contenía ninguna inversión destinada a la Refinería Bicentenario.

Fue hasta el 3 de diciembre de 2014 cuando el Gobierno federal anunció la cancelación definitiva del proyecto y constató que el compromiso firmado por el presidente Peña Nieto (“te lo firmo y te lo cumplo”) no había surtido ningún efecto y que se preparaba ya un proyecto sustituto para construir una nueva terminal de almacenamiento en el polígono de Hidalgo como un “premio consolación” para los perdedores.

Esta idea, por supuesto, no se la quitan de la cabeza los hidalguenses, que tendrán que pagar el empréstito bancario de mil 500 millones de pesos. Hidalgo había regalado mil 500 millones de pesos a través de los campesinos, que fueron obligados a vender sus tierras de cultivo a precios irrisorios, de los obreros que se quedaron sin trabajo y de los empresarios que invirtieron en negocios destinados a proveer la fallida Refinería Bicentenario.

Pese a ello, el secretario de Desarrollo Económico del estado, José Pablo Mahuad, considera que la terminal de almacenamiento y reparto que sustituirá a la refinería “es un proyecto similar en importancia” porque constará de una inversión de mil 200 millones de dólares y creará también unos 25 mil empleos.

Sin embargo, los sectores sociales que soñaron con un nuevo “polo de desarrollo” en Hidalgo no creen la versión de Mahuad.

El millón de pesos
que se fue como el agua

Entre los que desconfían de la nueva promesa gubernamental resaltan, por supuesto, los campesinos que perdieron sus tierras, incluso aquéllos que recibieron las mejores compensaciones económicas.

Tal es el caso del señor Carmelo, de 79 años, quien aún lamenta haber vendido sus parcelas porque el “poco más de un millón de pesos” que recibió se le fue rápidamente de entre sus manos; primero con el pago de algunas deudas que tenía, luego con la compra de un automóvil y los paseos que se dio con éste y, finalmente, con consumo del dinero que había depositado en una cuenta de banco.

––Si yo hubiera sabido que el dinero no me iba a durar mucho tiempo, la hubiera pensado dos veces, ¿pero qué quiere? A uno le hablan de millones y piensa que va a ser rico para siempre y pronto, muy pronto, uno se desengaña y ya no le queda nada.

Ahora don Carmelo añora las tierras que por mucho tiempo sembró con maíz, frijol y hortalizas o, eventualmente con alfalfa, cuya cosecha le proporcionó siempre ingresos regulares y seguros.

Lo peor para él y para otros campesinos, así como para otros damnificados del proyecto de la Refinería Bicentenario, es que no hay ninguna posibilidad de resarcimiento económico, como es el caso de algunos empresarios, que piensan que podrían ser indemnizados por lo que perdieron con sus inversiones fallidas.

Los nuevos nubarrones

Para el senador Omar Fayad Meneses, la posibilidad de que los hombres de negocios busquen una compensación es muy lejana, porque se trató de un proyecto público cuyos beneficios eran potenciales para varios sectores y sus expectativas no implicaron o comprometieron a nadie.

Para el Gobierno de Hidalgo, en cambio, sí hay la posibilidad de que Pemex absorba la deuda que tiene pendiente con la banca porque se trató de una inversión pública comprometida con la empresa paraestatal.

Sin embargo, la caída de los precios internacionales del petróleo y el ajuste presupuestal de 62 mil millones de pesos que Pemex debió hacer enturbian esa posibilidad en el corto o mediano plazo, al igual que ocurre con el propio Gobierno federal, que había promediado en 86 dólares el precio del barril de la mezcla mexicana en 2015 y a la fecha anda en 49 después haber bajado hasta 37 a finales de enero y principios de febrero.

El ajuste de 62 mil millones en el presupuesto de Pemex –el 11.5 por ciento de los 540 mil millones de pesos de su gasto programable– impactará los proyectos de reconfiguración de varias de sus áreas, entre ellas la Refinaría Miguel Hidalgo, que hasta hace unos meses era uno de los “consuelos” de la economía de Hidalgo y que ahora podría estar en riesgo al quedarse sin terminal de almacenamiento en el área perimetral del ex polígono de la fallida Refinería Bicentenario.
Optimismo y decepción

Miguel tiene 75 años de edad, tres hijos y el dinero que le dieron por su terreno sirvió para construir su casa. Esta inversión compensa la pérdida de sus tierras, que al menos sirvieron para dar un techo a sus hijos y sus nietos.

Confiesa que la añoranza que tiene por el trabajo que hacía en su tierra se suple con las labores similares que hace en tierras ajenas.

––Yo lo que hago es trabajar unos terrenitos. ¿Qué más puedo hacer? También los años ya no son los mismos, antes me levantaba a las tres de la mañana para ir al riego de mi parcela, pero ahora la edad me pesa y la vida ya no es igual. ¿Para qué me pongo triste? Eso ya lo debemos dejar atrás. Hubo esa posibilidad pero no se dio y ahora hay que seguir adelante y trabajar en lo que se pueda –insiste resignado, aunque entusiasta, don Miguel.

Pero el optimismo de Miguel no lo comparten otros campesinos, que sueñan con la restitución de sus tierras, pues la mayoría considera que la Refinería Bicentenario es “agua pasada”, que tal vez nunca será construida y que sus tierras se perdieron también con ese proyecto de desarrollo y empleos.