La Jaula de Oro: vino por dos años y lleva 16 navidades sin su familia

**Millones de indocumentados que han echado raíces en los Estados Unidos, siguen a la espera de un alivio o una reforma migratoria.


La Jaula de Oro: vino por dos años y lleva 16 navidades sin su familia

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2016, 16:30 pm

Alfonso Martínez es uno de los cinco millones de indocumentados que se beneficiarían de la Acción Diferida para Padres (DAPA), que otorgaría permisos de trabajo y que continúa en vilo en la Corte Suprema.

Nacido en Oaxaca hace 37 años, Martínez llegó a este país el 3 de diciembre de 1999, siguiendo a un hermano al que le había ido bien en “El Norte”. Él también quería alcanzar el “Sueño Americano”.

Lo que no sabía este mexicano era que a cambio de una vida mejor tenía que olvidarse de retornar a su país para visitar a sus seres queridos. Desde hace 16 navidades él ha sido un hijo ausente.

“Desde 1999 no he regresado. He visto a mis padres en fotografías, pero…”, dice Martínez con cierta nostalgia, que no ha podido compensar con las video-charlas que suele tener con ellos. “Sería bonito estar con ellos, verlos las veces que pudiera, eso es lo más grande que puede pedir uno”.

Y es que los planes de este inmigrante no eran precisamente establecerse en este país. Cuando salió de su tierra prometió regresar pronto y con el dinero suficiente para emprender un negocio pequeño.

“Los planes de uno cuando viene llegando son ‘dos años y me regreso’. Pero ya no, no es que eso le pase a todos, pero yo quería construir en un terreno que teníamos allá y poner una tienda de ropa o de abarrotes”, comenta.

Con el sueldo de dos trabajos el oaxaqueño invirtió en ese proyecto, pero su familia tuvo que ceder la propiedad en la que se construía por orden de las autoridades de su pueblo, Santo Domingo Albarradas, regido por la Ley de Usos y Costumbres, una forma de autogobierno de los pueblos indígenas.

“Por eso ya no me dieron ganas de regresar”, relató Martínez.

Su primer empleo en este país fue como lavaplatos en un restaurante, pero 16 años después Martínez toma clases de cocina y de inglés con la firme intención de abrir su propio establecimiento de comida, un giro en el que varios de sus paisanos radicados en California han tenido éxito.

Para él las cosas serían más fáciles si el gobierno federal aplica el programa DAPA, que otorgaría permisos de trabajo a cinco millones de padres indocumentados, o si –en el mejor de los casos- se aprueba una reforma migratoria, que sacaría de las sombras a 11 millones de personas.

“Nos deberían dar una oportunidad porque nosotros aportamos al crecimiento de este país, que es la primera potencia del mundo”, señala el padre de un niño de cinco años que nació en este país.

Martínez cree que los ataques contra los inmigrantes que recientemente han venido de prominentes figuras políticas de este país son cortinas de humo o distracciones de temas más importantes. “No todos los latinos venimos a hacer daño. No sé por qué ellos siguen diciendo que no podemos estar aquí”, dice.

A pesar del enorme deseo de estar con sus padres, este mexicano prefiere esperar a que se abra una puerta migratoria en este país. Visitar México no está en sus planes cercanos.

“No vale la pena arriesgarse”, dice.