¡Justicia para las verdaderas víctimas de los accidentes carreteros!

Aquiles Córdova Morán


¡Justicia para las verdaderas víctimas de los accidentes carreteros!

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2012, 09:09 am

El problema no es nuevo, pero se colocó en el centro de la atención pública a raíz del sangriento percance ocurrido en un tramo carretero del norte de Veracruz, donde una de las dos plataformas de un doble remolque se desprendió y fue a impactarse contra un autobús repleto de trabajadores agrícolas trashumantes que se trasladaban a su nuevo centro de trabajo. El saldo, según los medios, fue de 44 campesinos muertos y el resto, hasta completar 70, heridos con diversos niveles de gravedad. Tanto el remolque como el autobús iban escandalosamente sobrecargados, y, además, el primero circulaba a exceso de velocidad, según certificó el peritaje correspondiente. A continuación de este lamentable suceso, y como si se tratara de una macabra jugarreta del azar (en realidad, es consecuencia de la política mediática de no desaprovechar ninguna oportunidad de sacarle jugo al público, sirviéndole toda la dosis que aguante, sin saturarse, de cualquier platillo noticioso que haya despertado su interés, sabedora de que el mismo suele ser de corta duración), casi a diario hay noticias sobre nuevos accidentes carreteros de similar carácter. El saldo total en muertos y heridos deja la clara sensación de que hay aquí un serio problema de seguridad pública y de desorden en el transporte carretero nacional.

Los hechos provocaron dos acontecimientos de gran significación para conocer y entender el problema en sus verdaderas causas y dimensiones. El primero fue que varios investigadores serios salieron a dar cifras relevantes, hasta hoy poco conocidas del público, según las cuales el transporte de mercancías, materias primas y otros insumos industriales, por carretera, es la columna vertebral de la circulación de tales valores, habida cuenta del total desmantelamiento de Ferrocarriles Nacionales; también sobre el total real de accidentes ocasionados por el transporte de carga y sobre el número de víctimas mortales y de lesionados en tales percances, lo que nos hace ver que estamos, casi, ante una guerra de baja intensidad contra la vida y la seguridad de los civiles que transitan por carretera; finalmente, dieron información y cifras sobre las condiciones de trabajo de los choferes de las empresas de transporte. Ahora sabemos que sus dueños, para elevar sus ganancias y satisfacer las exigencias de sus clientes, imponen a los trabajadores del volante jornadas sobrehumanas (hasta de 36 horas continuas), cero condiciones para un descanso reparador cuando ello es posible, y tiempos precisos, inviolables, para entregar la mercancía en el lugar y la hora convenidos con el destinatario, so pena de despido fulminante en caso de incumplimiento.

El otro acontecimiento sorprendente es que fue la propia Cámara Nacional del Autotransporte Carretero (Canacar), es decir, el organismo que agrupa y representa a los camioneros más poderosos, la que respondió con más energía al accidente sangriento de Veracruz bloqueando con sus unidades las más importantes arterias del país. Sus propósitos, dijeron, eran dos: 1.- deslindar responsabilidades entre todos los actores involucrados en el asunto; 2.- exigir a las autoridades del transporte solución a sus añejas demandas para eliminar las causas de fondo de los sangrientos accidentes carreteros. A través de la densa polvareda confusionista de los medios informativos (que, como siempre, sólo tuvieron ojos para el “caos” vehicular provocado por los bloqueos y para la “desesperación” de los viajantes afectados por los mismos), la Canacar pudo hacernos saber dos cosas. Primera: México es el único país en el mundo que sigue permitiendo la circulación de dobles remolques por sus carreteras, pues la peligrosidad de tales armatostes está suficientemente documentada y fuera de toda duda. Segunda: México es, también, el país donde se permite el más alto tonelaje para vehículos de carga, a pesar del evidente daño que causan a las carreteras nacionales y del peligro que representa un vehículo sobrecargado circulando a alta velocidad. Añadieron algo más: el sobrepeso de las unidades les es impuesto por los dueños de la carga con el abierto apoyo de las autoridades del transporte. Y es contra esto, aseguraron, que han venido protestando desde hace rato, sin que nadie les haga caso.

En síntesis, pues, gracias a los dos hechos mencionados, ahora sabemos que los accidentes con el autotransporte de carga tienen tres responsables visibles, entre quienes no están ni el trabajador del volante ni los automovilistas civiles: 1.- La errónea política oficial de desmantelar los ferrocarriles nacionales y de permitir a la industria, como compensación, usar dobles remolques y un sobrepeso excesivo, sin preocuparse por la vida ajena ni por la conservación de las carreteras del país; 2.- La desmedida ambición de los dueños de la carga quienes, con tal de abatir sus gastos de transporte, atropellan toda consideración humanista o sobre el elevado costo de mantener las carreteras nacionales; 3.- La avaricia del pulpo camionero que, para ganar más y asegurar el mayor número de clientes “satisfechos”, imponen a sus choferes un régimen laboral propio de la esclavitud romana o de los siervos de la Edad Media.

Es indignante, por eso, ver cualquier noticiario nocturno de la televisión y escuchar al conductor, o el reportero (fingiendo, además, una indignación que no sienten) señalar a los choferes como los únicos culpables de todo. “Cafres del volante”, “irresponsables” que van a toda velocidad jugando competencias, con olvido de la seguridad ajena; “drogadictos” y “viciosos” que ingieren sustancias tóxicas para mantenerse despiertos y ganar más, es el estribillo de todos los días. ¡Basta de tanta mentira e hipocresía! ¡Los autores mismos del desaguisado se han encargado de abrirnos los ojos, y ahora conocemos a los verdaderos culpables!: primero, las autoridades alcahuetas de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes; segundo, los voraces empresarios cuya hambre de ganancia no se sacia nunca; y tercero, los zares del transporte de carga por carretera, que imponen a sus choferes exigencias superiores a lo que puede un ser humano normal. Éstos, los choferes (al menos la mayoría de ellos) no son los culpables sino las víctimas de la “troika” mencionada; tan víctimas, al menos, como las víctimas de los accidentes que provocan sin querer, en el afán de conservar el trabajo para no dejar sin sustento a la familia. Y el verdadero remedio también está a la vista: poner a funcionar nuevamente los ferrocarriles nacionales; prohibir los dobles remolques y legislar la carga del transporte terrestre de acuerdo con la norma mundial; respeto irrestricto a los derechos legales, laborales y humanos de los trabajadores del volante; justicia a las víctimas mortales del tráfico de carga e indemnización para heridos y familiares; cárcel, cuanta sea necesaria, para quien infrinja estás normas. Eso es lo que hace falta, y no tanta demagogia barata.